Bodyguard

Después de haber visto a Richar Madden en Medici, serie de la que pretendo escribir pronto, me resultó inevitable empezar otra serie en la que fuera el protagonista, aunque esta vez en un rol muy diferente.

Estamos ante un thriller político con temas de actualidad: guerra, terrorismo islámico, censura, estado policial… Pero no solo eso, sino que pone en evidencia algunos problemas que pasan desapercibidos muchas veces. Puede que os esté aburriendo, pero os garantizo que esta serie merece la pena verla. No se puede decir que sea aburrida, porque en cada capítulo siempre hay un gran momento de acción, a veces incluso más de uno; sobre todo, en los primeros capítulos.

Al final todos los cabos sueltos quedan atados. Un final cerrado con final feliz, sin dejar un mísero cliffhanger para los que hemos alucinado con esta serie.

Después de todo, se desvela que el frío y calculador David Budd es humano y se desmorona en la consulta de la terapia ocupacional. Una escena breve, pero conmovedora, haciéndonos ver que no ha sido fácil por todo lo que ha pasado., pero recompensado porque puede volver con su exmujer e hijos.

Una serie corta, de apenas seis capítulos, pero intensa y con una 2ª temporada aún en el aire

Roma: Una maravilla en blanco y negro

Si hay algo que me fascina de Alfonso Cuarón es su eclecticismo insobornable, su capacidad para saltar de un género a otro con una facilidad pasmosa y encima… hacer que casi todas sus películas sean buenas. El señor adapta a Charles Dickens, y luego hace una comedia dramática, y luego una película de Harry Potter (la mejor de toda la saga, por cierto), y luego un drama distópico de ciencia ficción y luego una aventura espacial y ahora nos viene con un drama costumbrista inspirado en su propia infancia y en las mujeres que lo cuidaron entonces. Y lo clava. Porque Roma (cuyo título viene al caso de que se ambienta en un barrio de clase media-alta llamado así de México D.F.) es una maravilla. Es dura, pero conmovedora. Es un trozo de la vida mexicana de los años sesenta y habla de toda clase de asuntos integrándolos perfectamente en la historia de una criada del hogar de aquellos tiempos.

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Tenemos clasismo e hipocresía social, y discriminación del indígena, y pobreza, y machismo, y aporafobia, pero también una humanidad increíble alejada de todo maniqueísmo posible. Los personajes son reales, creíbles cien por cien, dolorosos casi, y están espléndidamente interpretados y todos tienen una pirueta llena de significado que realizar frente al espectador para enriquecer su fresco coral. Desde la mencionada criada hasta sus jefes, de familia rica, pasando por su desconsiderado novio o por los ambiguos niños a los que cuida. Casi ninguno es bueno ni malo, y el a priori más clasista sorprende con destellos de bondad inesperados.

El caleidoscopio social y emocional de Roma es maravilloso, inolvidable, de una lucidez brutal, y contrapone las vidas en la ciudad y en el campo, en la riqueza y en la pobreza, en el cuerpo de un hombre y en el de una mujer. Su fotografía es portentosa, inolvidable, y escenas para el recuerdo tiene cientos, y momentos que ponen los pelos de punta otros cuantos (el plano de la playa y las olas quedará para los anales de la historia del cine: es un clásico instantáneo, desde ya, desde ayer). La nueva película de Cuarón te atrapa y no te suelta, te sumerge en el claroscuro total, te enseña que la vida no es cuestión de blancos y de negros y te muestra que todos somos vileza y luminosidad. Maravillosa. Imprescindible.

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Heavy Metal

Aprovechando su introducción en el catálogo de Netflix y tirando un poco de nostalgia, he revisionado Heavy Metal, para mí, un clásico del cine de animación y que siempre intento recomendar a mis allegados.

Aunque la película es del 81 y yo de unos años después, es cierto que la vi a corta edad, a pesar de que no es apta para menores (lo que tiene tener un padre guay con el que uno veía desde Expediente X a Pesadilla en Elm Street, así he salido).

No es apta para menores digo, porque no son pocos los desnudos, la apología a la violencia y las drogas, incluso algo de racismo (algo intergaláctico eso sí) y alguna referencia a la religión.

El film comienza con la llegada a la tierra de un astronauta montado en su coche descapotable (sí, sí, eso de las cápsulas ya no se llevaba en el 81), a cargo trae consigo un compartimento en el que esconde una piedra.

Al entrar a casa y ser recibido por su hija se dispone a mostrarle lo que le ha traído desde los confines del espacio, con la sorpresa de que al abrirlo la piedra funde el cuerpo del desafortunado astronauta, dejando a la niña a merced de esta, la cual empieza a hablarle invitándola a mirar dentro de ella…

Loc-Nar

Lo que tenemos a continuación es una serie de minihistorias en la que nos cuentan las terribles consecuencias de ansiar el Loc-Nar (la inocente piedra de la que hablábamos) y como esta aprovecha cualquier ocasión para desestabilizar el mundo a sus anchas.

Con un diseño bastante bueno para su época y una banda sonora que se compone de mitad piezas orquestales y la otra mitad de temas de grupos metaleros de la época tan conocidos como Black Sabbath, Journey o Blue Öyster Cult.

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Sin más que decir, solo venía a recomendaros este film, a que disfrutéis a través de las minihistorias en las que seguramente encontraréis algunas cositas que quizás habéis visto en otras pelis que salieron mucho después (un taxista, coches voladores, una pelirroja en peligro, de algo me suena).

Pasen y vean.

Animales Fantásticos: Los crímenes de Grindewald.

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ESTA CRÍTICA ESTÁ LIBRE DE SPOILERS ASÍ QUE PUEDES LEERLA SIN TEMOR A QUE TE ESTROPEEN NADA DE LA PELÍCULA.

Volvemos al mundo creado por J.K. Rowling esta vez de la mano de la segunda entrega de Animales Fantásticos.

Al final de la primera entrega se nos desvelaba la verdadera identidad del personaje interpretado por Colin Farrell, que no era ni mas ni menos que Gellert Grindewald, interpretado por el enormemente cuestionado Johnny Depp (de esto hablaré más adelante).

Este era detenido por cometer varios crímenes, hechos que dan pie a la trama de esta segunda película que comenzamos a comentar a continuación.

Grindewald lleva 6 meses encarcelado en el Ministerio de Magia y se prepara para ser trasladado, pero claro, todo villano que se precie, tiene un plan maestro para escapar…

Tras un comienzo trepidante la película baja el ritmo, quizas demasiado para mi gusto, con alguna escena destacada de vez en cuando pero sobretodo profundizando en los personajes y en sus motivaciones de los que paso a hablar ahora.

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Por un lado tenemos al protagonista que ya todos conocemos, Newt Scamander, con prohibición de viajar por parte del ministerio después de lo ocurrido en Nueva York y como siempre pendiente de sus animales fantásticos.

Bien es cierto que en esta segunda entrega tiene un papel mucho más secundario y se agradece (o al menos yo) la reducción en escenas chorras con animalillos de por medio, y es que la saga en cierto modo empieza a recordarme a Star Wars en la variedad de criaturas que empiezan a aparecer en pantalla.

En el lado contrario tenemos al mismísimo Ministerio de Magia que anda en busca de un chico llamado Credence, el cual piensan que es un eslabón perdido que hay que eliminar para poner fin a los planes de Grindewald aunque entre ellos haya magos que no estén de acuerdo con los métodos, como Tina Goldstein.

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A Credence ya lo conocimos en la primera entrega, un chico misterioso que solamente quiere conocer una cosa y es ni más ni menos que su procedencia, su apellido, sus raíces.

Aparte tenemos un montón de secundarios que tienen peso en la trama pero que quedan en segundo plano ante los dos señores de los que paso a hablar ahora.

Y es que el film no va de NewtTina, sí algo más de Credence, pero de quien realmente va es de Grindewald y de un viejo conocido, en este caso no tan viejo, Albus Dumbledore.

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El señor Jude Law hace un papelazo, sabiente de su poder mantiene un carácter altivo e incluso chulesco de cara a sus amigos del Ministerio de Magia los cuales tratan de descubrir que planea en secreto.

No dudará en echar un cable a su amigo Newt en la aventura que tiene que emprender a la misma vez que ahondamos en un pasado que desconocíamos pero que algunos ya nos olíamos.

Y como colofón, el verdadero protagonista de la cinta (para algo su nombre aparece en el título, digo yo), Gellert Grindewald, interpretado por Johnny Depp, el cual fue vapuleado por la fanaticada tras saberse de su elección en el papel (acusaciones falsas y posteriormente retiradas de malos tratos), la mismísima J. K. Rowling hizo un comunicado diciendo que la decisión era inamovible, dando además motivos de sobra, entre ellos conocer los hechos de los que se le acusaban al actor y sobretodo, el haber ideado al personaje pensando en que solamente el señor Depp podía interpretar al villano.

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Tras tal puñetazo en la mesa, Johnny Depp le devuelve el favor a la escritora trayendo con él un villano de los que marcan época, Grindewald se come la pantalla, especialmente conforme llega el final de la cinta.

Sus motivaciones son reales y bastante razonables, las cuales en cierto modo me recordaron al Magneto de Ian McKellen, su sutileza a la hora de seducir tampoco quedan lejos de las maneras del gran Darth Vader y su lado oscuro.

Poco a poco irá consiguiendo sus propósitos dando lugar a un final de esos que dan tanto coraje, esos que te dejan la miel en los labios a espera de la siguiente entrega.

En resumen, desde mi punto de vista está bien esta segunda entrega, quizás peca de un tanto introductoria a lo que creo que es en sí una trilogía, dejando aparte Animales Fantásticos y donde encontrarloses por eso quizás que le perdono ese punto negativo.

Hay bastantes guiños a los films de Harry Potter y varios momentos de fan service, por lo demás, el resto de cosas como la fotografía, el vestuario o el CGI no pierden un ápice de calidad con respecto al resto de la conocida y extendida saga.

Con poco o nada más que decir, espero que la disfrutéis y que os quedéis con las mismas ganas que yo de la próxima.

 

El retorno del demonio de la cocina del infierno: Daredevil Temporada 3.

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Esta crítica está libre de spoilers, así que puedes leerla sin temer que te estropeen la tercera temporada de Daredevil.

Han pasado unos meses desde los hechos ocurridos en Marvel: The Defenders, nos encontramos ante un Matt Murdock devastado, recuperándose de las heridas sufridas tras el derrumbe del edificio donde terminaron de combatir a «La Mano».

Con sus sentidos dañados y el dilema de que tipo de vida llevar comenzamos la tercera aventura de nuestro abogado favorito, a cargo de la hermana Maggie y escondido del mundo exterior.

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Por otro lado tenemos a Page Nelson, que continúan con sus vidas ajenos a que su mejor amigo dado por muerto sigue vivo.

Ante la ausencia de La Mano y con Wilson Fisk en la cárcel todo parece tranquilo en «La cocina del infierno», cosa la cual no tardará mucho en cambiar.

Y es que si bien echamos en falta la presencia de nuestro amado Kingpin en la segunda temporada de la serie, en esta ocasión la presencia del conocido villano es totalmente abrumadora.

Todos conocemos de lo que es capaz y no decepciona, hará cualquier cosa que esté en su mano para volver el mundo del revés y lo consigue con creces.

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La interpretación de Vincent D´Onofrio es una de las mejores que he podido presenciar en calidad de series, comparable a las de mi amada Eva Green en Penny Dreadful o el mismísimo Matthew McConaughey en True Detective.

Pero no me desvío más, la serie tiene un problema, un problema que no es malo, es básicamente que tarda en arrancar pero es porque lo que se está cociendo en «La Cocina del Infierno» es algo bastante gordo y que no dejará títere con cabeza.

Nuestro amigo Fisk como buen titiritero no duda en manejar los hilos de una ciudad en la que si no estás con él, estás contra él y encontrará la manera de que finalmente decidas estar con él, más te conviene.

Esta tercera temporada es distinta a las dos anteriores, dejamos de lado tanta pelea para centrarnos en una trama complicada, que implica a prácticamente toda la ciudad y a todos las fuerzas federales de esta.

Revelaciones, traiciones, dilemas internos, debates morales sobre la justicia y sí, como no, peleas, no tantas como en sus dos sucesoras pero igualmente satisfactorias para el ojo del aficionado y es que esta vez no tenemos un solo villano, sino dos.

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En ningún momento se menciona el nombre por el que todos le conocemos, Bullseye, pero este se encarga de dejárnoslo claro desde el primer momento, sed de sangre y una puntería milimétrica con cualquier cosa que tenga a su alcance son su carta de presentación, unidos a un pasado turbio que iremos descubriendo poco a poco.

Se encargará de poner la imagen de Daredevil sobre un hilo de cara a la sociedad cueste lo que cueste y dejando por el camino a cualquiera que se interponga en él.

Destacan bastante la presencia de los secundarios, aparte de Karen Foggy, en especial la de los agentes del FBI «Dex» y Nadeen que darán bastante juego y sobretodo mucho que hablar en el transcurso de los 13 capítulos que conforman esta tercera aventura del «Demonio de la Cocina del Infierno».

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Sin mucho más que decir al respecto (y para evitar spoilers sobre todo), os recomiendo que disfrutéis de la temporada como lo he hecho yo, cierro Netflix satisfecho con lo que he visto y con lo que han conseguido, que un héroe como Daredevil que para mí no significaba mucho se haya hecho un huequito en mi corazón.

Pongan las palomitas en el microondas y disfruten.

Roma traditoribus non praemiat: líneas reescritas en la Historia. Viriato y Roma

Solo excepcionalmente, la grandilocuencia acompaña al momento; esos preciados segundos que separan el instante del pasado, no suelen estar compuestos de palabras que llegarán a ser eternas. Historiar nos hace ser tristemente conscientes que, al igual que en nuestro presente, se hace uso de visiones propagandísticas del pasado como arquetipos morales o formas de legitimar equis empresa; no es novedoso, ellos lo hicieron antes.

La construcción histórica de Roma, desde su nacimiento hasta el ocaso, ejemplifica un gran proyecto que pretendía aleccionar, a sí y a la posteridad; colmado de adaptación y, con un claro propósito de inmortalidad. Pero antes de adentrarnos, de analizar este aforismo, debemos comprender el contexto.

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La muerte de Viriato (1807), José de Madrazo y Agudo

Contextualicemos, siglos II Antes de la Era Común, la conquista de la antigua Iberia griega puso sus cimientos con el desembarco romano de Ampurias en el año 218 AEC. A partir de entonces, y hasta el 19 AEC, la Península sería un hervidero de luchas entre el invasor, la Roma republicana y, a su término, la Imperial; contra una amalgama de etnias que poblaban lo que hoy es territorio de Portugal, España y Gibraltar.

De todos estos grupos, uno se destacó por su ferocidad; no son otros que los lusitanos, tema central de nuestro artículo. ¿Quienes eran? Lo que sabemos de ellos es que poblaron el oeste de la Península, mayoritariamente Portugal, pero también las actuales Salamanca, Zamora, Cáceres y parte de Toledo. La tradición oral y escrita ibero-lusitana no nos ha dejado mucho, nada en cuanto a Viriato. Por ello, debemos recurrir a fuentes greco-romanas para su estudio, siendo los más prolíficos e interesantes Apiano de Alejandría, Diodoro de Sicilia y Dión Casio, aunque otros como Estrabón, Lucio Anneo Floro, Tito Livio o Plinio, entre tantos, también tratarían en menor medida las guerras lusitanas y su contexto.

Lo que sí poseemos son testimonios arqueológicos ibero-lusitanos, normalmente en contexto fúnebre, que han sumido a buena parte de los investigadores en debates para dilucidar el componente celta o indígena de la población. La importancia de estos yacimientos es vital; el propio nombre de Viriathus, procede del ibérico «viria», que hace referencia a las pulseras y/o brazaletes que portaban y que se han hallado en estos yacimientos.

Viriato. L. Silva. 1839. Biblioteca Nacional de Portugal
Viriato (1839), L. Silva. Biblioteca Nacional de Portugal

La mitificación de Viriato se debe a distintos factores, pero en ningún caso debemos creer que fue el único general indígena que se opuso al expansionismo romano. Nombres como Indibil, Mardonio, Caicenos o Caisaros; ciudades como Numancia y, los propios 200 años de resistencia en contraposición a los seis que sufrió la Galia, lo evidencian. Esta sobrexposición se debe, por un lado, a que el suceso que narraré está profusamente relatado en textos latinos; pero, sin duda, la posterior construcción iniciada en el tardomedievo, con Viriato como baluarte contra el enemigo de fe, que llega a su cénit con los Estados-nacionales, donde España y Portugal se disputarían el origen de tal honorable antepasado, ha sido determinante.

En respuesta a esta confrontación nacionalista, el filólogo Mauricio Pastor Muñoz la tacha de «lucha estéril»; mientras que el doctor en Historia Amilcar Guerra pronunciaría que «no hay que reclamar un origen portugués o español a Viriato, era un lusitano, de un territorio que englobaba zonas a ambos lados de la frontera actual». Esta concepción académica, no nos libró ni nos libra de usos contemporáneos de la figura de Viriato, véase el dado por ambas dictaduras Ibéricas. Durante el régimen dictatorial de Francisco Franco Bahamonde, ya en 1939, se editó la Enciclopedia de los Saberes Universales, un libro destinado a niños donde Viriato empieza a construirse como mito romántico y decimonónico al modelo del Dictador, mientras que a su vez es retratado con aspecto bíblico, al galope y portando una honda, en lo que podemos señalar como un retorno al paradigma estoico del «buen salvaje», no tentado por la fortuna ni la civilización.

Escultura de Viriato de Eduardo Barrón. Presentada a la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1884
Escultura de Viriato (1884), Realizada por Eduardo Barrón para la Exposición Nacional de Bellas Artes

Nada seguro sabemos del origen del hombre del que L. A. Floro diría que, de no haberle abandonado la suerte «se hubiera convertido en el Rómulo de Hispania«. Posible pastor o bandido, reconvertido a militar; posible militar menor, alzado como jefe de la resistencia. Existen numerosas versiones que se contradicen entre sí.

De él, Dión Casio escribió: «Viriato fue un lusitano de origen oscuro, según algunos, que logró gran renombre con sus hazañas, ya que de pastor llegó a ser ladrón y más tarde general». En la misma línea, Diodoro de Sicilia postularía que «el lusitano Viriato, de oscuro linaje según algunos, pero famosísimo por sus hazañas, ya que de pastor se hizo bandolero y después general, era por sus condiciones naturales y por los ejercicios que hacía extremadamente rápido en la persecución y huida y muy fuerte en la lucha a pie firme».

Justino y, de nuevo, Diodoro de Sicilia, ahondan en su extrema humildad, de nuevo influenciados por el estoicismo y dándole más perspectiva a este retrato psicológico que ya se iba perfilando: «fueron propias de él la valentía y continencia, de tal manera que, aunque a menudo venció a los ejércitos consulares, a pesar de tantas hazañas, no alteró la condición de sus armas ni de sus ropas, ni en definitiva su manera de vivir, sino que había de conservar aquella vestimenta con que había empezado a combatir el principio, de tal manera que cualquier soldado parecía más rico que el propio general». «Viriato, el caudillo lusitano, era muy escrupuloso en la distribución de los botines: él basaba sus premios en el mérito dando especiales regalos a los hombres que se habían distinguido del resto por su bravura y no tomando para sí nada que perteneciera a la comunidad. Como consecuencia, los lusitanos le seguían de buen grado a la batalla, y le honraban como benefactor común y como sabio».

Recurriendo a Apiano nos hacemos eco que la primera mención a Viriato es de la mano de la indigna acción o felonía del gobernador de la Ulterior, Servio Galba. En el año 150 AEC, debido a una terrible presión, los lusitanos deciden capitular. Galba en un acto de supuesta magnanimidad republicana, les promete tierras para que se asienten en ellas a modo de colonos si entregaban sus armas y juraban fidelidad a Roma. Sin embargo, una vez en la reunión, el pretor ejecutó una carnicería. De los 30 mil lusitanos que se prestaron, 9 mil fueron asesinados, 20 mil hechos prisioneros para venderlos en la Galia y, alrededor de mil, consiguieron escapar. Entre ellos, se encontraría Viriato, quien para Pérez Vilatela ya debía ser entonces jefe militar por el comportamiento que demostraría en lo sucesivo.

Esta acción indignó a muchos senadores, el propio Catón propuso la liberación de los prisioneros y la creación de un tribunal para dilucidar la culpa en los actos de Galba. Sin embargo, el pretor a su llegada a Roma traería consigo parte de lo saqueado en Hispania. Con ello, todo fue olvidado; incluso, cinco años más tarde, Servio Galba fue nombrado cónsul.

Sobre la acusación sobre Galba, Apiano escribió: «entonces Galba, hombre mucho más codicioso que Lúculo, distribuyó una parte pequeña del botín entre el ejército y otra parte pequeña entre sus amigos, y se quedó con el resto, pese a que ya casi era el hombre más rico de Roma. Se dice que ni siquiera en tiempos de paz dejaba de mentir y cometer perjurio a causa de su ansia de riquezas. Y a pesar de que era odiado y de que fue llamado a rendir cuentas bajo acusación, logró escapar debido a su riqueza”.

Los supervivientes se organizarían, según las fuentes clásicas consultadas, poco después de la traición, emprendiendo incursiones contra la Turdetania. La información que poseemos sobre el pueblo lusitano ya nos prevee que el bandolerismo es muy común entre las poblaciones del interior, mucho más pobres que las del litoral. Por ello, se dedicaban en paralelo a otras actividades, a saquear el valle del Guadiana y el Guadalquivir. En respuesta a estas incursiones para el pillaje, Roma envió al pretor Cayo Vetilio, quien tomó el mando de 10 mil hombres. Dicho general, cercó a los lusitanos en Ursu (actual Osuna, Sevilla) y, viéndose estos acorralados, pidieron parlamentar. En respuesta, Viriato se erigió y recordó a los suyos que Roma no cumplía sus juramentos. Es en este instante donde Apiano señala que Viriato fue nombrado hegemón, título elegible y no hereditario, asimilable a jefe o caudillo.

Con fuerzas renovadas, y con un nuevo plan, el nuevo líder lusitano mandó a los suyos a desplegarse, en una pantomima de combate, para que después se disgregaran en todas las direcciones y marcharan por distintas rutas hacia la ciudad de Tribola. Junto a Viriato, aguardaron en la colina mil jinetes. Con su conocimiento de la orografía del lugar, estuvieron durante días provocando y retirándose, forzando al enemigo a seguirles, el tiempo suficiente para que sus tropas se hubieran reunido en Tribola, a la cual finalmente marcharon.

Allí los lusitanos emboscarían a las fuerzas romanas en un angosto valle, aniquilándolas. En la batalla moriría el propio Vetilio. Apiano, en relación con este suceso, escribe que: «el soldado que lo capturó, al ver que se trataba de un hombre viejo y muy obeso, no le dio valor alguno y le dio muerte por ignorancia».

A la emboscada en Tribola, pudo escapar una ínfima parte del destacamento, que partió para Carteia (actual Algeciras, Cádiz), para aprovisionarse y solicitar ayuda a sus aliados, sumando con ello 5 mil hombres más. Al enfrentarse de nuevo a los lusitanos, no habría supervivientes.

Los indígenas no solo conocían el territorio, eran conscientes de que no podían enfrentarse en campo abierto en igualdad de condiciones, nunca buscaron una conquista duradera; saqueaban y seguían resistiendo. Para ello, usaban la táctica de guerrillas, debilitando al enemigo, emboscándolo y situándolo a placer en parajes elegidos especialmente por su dificultosa defensa. Amilcar Guerra aseguraba que esta estrategia para los romanos era sumamente difícil de entender, quizás en muchas ocasiones la infravaloraron por ello: «dicen que es muy desorganizada porque no corresponde a la estrategia a la que ellos están acostumbrados, sin los mismos principios con los que se encuentran identificados».

Ante la muerte de Vetilio, Roma enviaría a una sucesión de generales. En primer lugar, fue Cayo Plaucio al mando de 10 mil hombres y 300 jinetes. Usando su habitual modus, Viriato consigue mermar sus tropas, derrotándole finalmente en el Monte de Venus. La ubicación de este monte ha suscitado numerosos debates historiográficos, a día de hoy la posición de Schulten, quien sostenía que los lusitanos se adentraron en tierras plenamente meridionales parece en deshuso. Tras Plaucio y el enfrentamiento con los pretores de la Citerior, Claudio Unimano y Nigidio, quienes sufrieron además la vergüenza del robo de sus estandartes como trofeo de guerra para pavoneo de los lusitanos; el Senado envió en el 145 AEC a Fabio Máximo Emiliano, cónsul de la Ulterior. Llegamos con él a un punto de inflexión, la Tercera Guerra Púnica había llegado a su fin, por ello, Roma poseía más recursos para aplacar las sublevaciones hispanas, y gracias a ello los romanos recuperarían el valle del Guadalquivir, con ciudades como Tucci (actual Martos, en Jaén), que servía a los lusitanos como base para organizar partidas para saquear la Bastetania.

No obstante, en una primera toma de contacto, Máximo Emiliano se decantó por dar descanso a los héroes de Cartago, eligiendo a jóvenes inexpertos para su campaña, que con la suma de sus aliados llegaron a los 15 mil soldados y a los 2 mil jinetes. Antes de enfrentarse a la pericia lusitana, el general romano instruyó a sus tropas casi un año de los dos que duró su mando pese al acoso de los de Viriato, que atacaban y retrocedían, matando a muchos ingenuos en las escaramuzas. Una vez formados, el contingente romano marchó en el 144 AEC contra los lusitanos, quemando en su camino campamentos, retomando ciudades y derrotando en alguna ocasión a los rebeldes. Durante las guerras lusitanas, no podemos obviar que Viriato tuvo el control de muchas ciudades béticas, especialmente en el Alto Guadalquivir.

En relevo de Máximo Emiliano llegó Quinto Pompeyo y, poco más tarde, Fabio Máximo Serviliano, al mando de 18 mil infantes, 1600 jinetes y, tras una corta espera, 10 elefantes de guerra y 300 jinetes libios proporcionados por Micipsa, rey de los númidas. Este contingente marchó contra Viriato, que una vez más, emprendió su retirada, aprovechando el desorden que ello generó en el grupo romano para atacar en medio del caos, haciéndoles perder casi 3 mil hombres.

Tras la confrontación, Viriato y los suyos, a los que ya se les había adherido otros pueblos en rebelión con Roma como los célticos, los vetones, los vacceos o los bastetanos, se adentraron en la Lusitania para reabastecerse, mientras los romanos reconquistaban ciudades como Itucci en su camino para alcanzarles. Viriato podría haber eternizado el conflicto, pero los suyos mostraban señas de agotamiento, por lo que se prestó al diálogo. Con Serviliano, los lusitanos consiguieron firmar la independencia de sus tierras y ser considerados amigos del pueblo romano en el año 140 AEC, siendo este pacto o foedus ratificado por el Senado.

Sin embargo, en Roma muchos senadores vieron en esta, una salida indigna; una derrota de facto a manos de nada menos que bárbaros. El procónsul Quinto Servilio Cepión llegó a Hispania en el año 139 AEC como sustituto de Serviliano y representante de esta facción descontenta. Poco después, retormaría las hostilidades pese a lo acordado.

El diálogo volvió a abrirse, Cepión exigía la entrega de los desertores y rebeldes más laureados, así como la entrega de armas. Antes estas exigencias inverosímiles, Viriato se retira a las montañas, mandando a tres de sus lugartenientes a negociar con el procónsul. Estos fueron Audax, Ditalcos y Minuros, quienes según las fuentes clásicas, fueron convencidos por Cepión para retornar a su campamentos y, aprovechando la confianza depositada en ellos, acercarse a su líder en medio del sueño y asesinarlo.

Este desenlace fue tan deshonroso para los republicanos, tan contrario a la fides y virtus, que progresivamente el relato sería modificado. Valerio Máximo sobre el procónsul diría que: «Cepión no ganó sino que compró la victoria». En el mismo sentido, Apiano nos narra como tras el asesinado, el instigador permitió que los traidores quedaran con el soborno, pero «en lo tocante a sus restantes demandas, los remitió a Roma». Quesada-Sanz postula que por todos conocido aforismo «Roma traditoribus non praemiat» que preside este artículo, debió surgir en consonancia a las palabras de Europio ya en el siglo IV de la Era común, quien afirmaba que «nunca fue del agrado de los romanos que los generales fueran asesinados por sus propios soldados».

Fuese como fuere, con Viriato muere la resistencia ibérica mejor articulada. Lucilio en su obra compararía al lusitano con las hazañas de Aníbal, mientras Amiano Marcelino vería en él al Espartaco lusitano. Para otros, como Veleyo y Patérculo, Viriato nunca dejó de ser un bandido.

Entre el 150 y el 139 AEC, el líder lusitano mantuvo en jaque a la gran Roma republicana, y con su muerte, la agridulce victoria llevará a la transfiguración del suceso y la persona que lo sufrió por parte de los historiadores republicanos; y, al enjuiciamiento de tal tropelía por parte de los imperiales, que vieron en este acto una de las evidencias de la pérdida de los valores que regían la República.

 

Bibliografía y webgrafía

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