Jesús Baena: «Tuve que dejar de escribir ese libro porque era ya mucho más real que yo»

Jesús Baena es una de esas personas que te cambian la vida, no voy a negar que a mi no me la haya cambiado desde que lo conocí hace unos años. Jesús es historiador, poeta y escritor, además de los que dejan huella.

¿Cómo empezaste en la poesía?

Empecé a escribir con ocho años. En realidad, empecé antes porque en primaria te ponían a escribir cuartillas y tenía que inventarme una historia, pero leía bastante, mis padres me daban de leer bastante. Y luego empecé a escribir por gusto: cuartillas, historias e historietas, pero no era poesía. Luego a los 8 años, viendo la tele, había una poesía y me dio por probar.

¿Qué tipos de libros leías entonces?

Libros infantiles (risas). Lo que pasa es que cuando tenía 10 años empecé a aficionarme a los mitos medievales, a la novela histórica. Me regalaron un libro del Rey Arturo, de todo el ciclo artúrico y ese libro me encanta, lo leía una y otra vez. Luego he leído más libros de novela histórica. Sin embargo, nunca he leído, por ejemplo, fantasía u otras lecturas típicas como Harry Potter, el Señor de los Anillos…

Las crónicas de Narnia…

Las crónicas de Narnia, sí (risas). Fueron las unicas que leí de ese tipo, pero el último libro no me lo he leído. Porque me compraban uno por año, cada vez que me tenían que hacer un regalo yo pedía el siguiente de Las crónicas de Narnia. Y claro, empiezas a leerlo cuando eres pequeño, son siete libros y cuando ya llegas al séptimo ya eres mayor. No fue en realidad porque fuera más mayor, sino porque es un libro que bueno… La literatura infantil siempre es literatura y siempre es literatura para todos los públicos y siempre reside una persona, y si no que se lo digan a Gloria Fuertes. Pero ya perdí el interés por eso y estaba por otras cosas.

Por otro lado, a los 12 o 13 años tuve una etapa en la que dejé de escribir, leía poco porque no era un buen momento de mi vida, no esta cómodo con nada y eso hizo que dejara de leer, de escribir y me centrara en otras cosas, todo para evadirme lo más rápido posible y de la forma más eficaz posible. Y por ese momento no era la poesía, porque no entendía la poesía como eso, entendía la poesía como muchas veces se entiende, como algo técnico. Que no digo que escribir un soneto sea siempre algo técnico, pero que yo entendía que la poesía era hacer un soneto y seguir esa norma. Aunque quien dice un soneto dice un pareado o un romance. Que no sirve para expresar nada. Algo técnico.

¿Cuándo comenzaste con la poesía más seriamente?

Cuando tuve la oportunidad, por una serie de razones, de conocer a un poeta de los exiliados malagueños tras la Guerra Civil que se fue a México, Alfonso Simón Pelegri. Que tras pasar toda su vida en México volvió a Málaga ya muy mayor y tuve la ocasión de conocerlo. Nuestra relación se basaba en que yo iba a su casa a leerle dos manuscritos que tenía él preparados para enviarlos a la editorial porque se estaba quedando ciego y no era capaz de revisarlos él solo, necesitaba a alguien que lo hiciera.

Entonces yo le dije que me gustaría leerle algo mío, pero cuando leía las cosas que yo tenía pensaba: «qué vergüenza». Entonces como él escribía sonetos, quise escribir sonetos. Mi primer soneto me costó unas cuantas horas, incluso varios días, porque ya no era escribir un solo soneto. Era hacer un soneto con todas las cosas que me había dicho previamente que era un soneto, con todas las normas y, claro, me costó mucho y aun así tuve muchos errores.

Cuando se lo leí por primera vez me dijo: «eso no es un soneto», entonces me piqué y me dije que tenía que hacer un soneto que el dijera que era un soneto y que está bien hecho. A partir de ahí, sí empecé a escribir poesía más seriamente y dejé a un lado otros proyectos que tenía.

¿Lo conseguiste?

Lo conseguí (risas). Al tercer soneto. Y aun así, ahora viéndolo yo también con tiempo, pienso que él fue muy generoso conmigo, que en realidad no estaba bien hecho, era muy malo.

Has ganado el Premio Cero de Poesía Joven de 2015 de «El pimpi» ¿Cómo te sentiste cuando  te enteraste de la noticia? 

Cuando lo supe era una mezcla de que era lo que esperaba y lo que no. No de que pensaba «envío el poema y voy a ganar porque soy el mejor». No, ni mucho menos. Sino porque después de la tercera edición, después de haber quedado finalista, me dio bastante coraje. Aún así el ganador, Diego Medina Póveda, evidentemente se lo merecía y mucho más. Pero me dio mucho coraje y después de quedar finalista, dediqué todo el año a escribir un poema lo suficientemente bueno y llamativo como para poder ganar, por eso yo esperaba haberlo conseguido. Pero luego, por otro lado, a pesar de que me había esforzado muchísimo, las personas que se presentaron —como los finalistas David Leo y Cristian Alcalá— son poetas muy buenos.

Uno no sabe quién se va a presentar y siendo poetas jóvenes siempre existe el riesgo de que se presente cualquiera que no lo conoces y de repente es brillante. Estaba preocupado y todos los días me lo preguntaba repitiéndome que ya quedaba un día menos. Y siempre estaba nervioso esperando el resultado y cuando me enteré no me lo creía, no sabía reaccionar, no sabía si reir, si llorar, si saltar, si volver a ponerme a escribir como un loco… Por supuesto, no es un premio comparable, por ejemplo, con el Adonais, pero sigue siendo un premio que también tiene muchísimo y cada vez tiene más prestigio y un jurado envidiable. Y la gente que lo organiza, en concreto la persona que lo dirige, José Infantes, que dijo cuando ganó el Adonais, ahora yo también entiendo este premio como una responsabilidad y viéndolo con tiempo veo este premio como una responsabilidad y como un límite, no como un límite superior, sino como uno inferior.

Desde aquí ya no puedes bajar, todo lo que hagas ahora tiene que estar por encima de esto. De hecho, llevé unos meses en los que sólo habré escrito nada más que dos poemas, no habré escrito más. Y de cierto como, entre otras cosas, puede ser la presión. Ahora me exijo mucho más que antes y ahora quiero hacer las cosas mejor. Y la poesía no es algo que puedas decir «ahora lo voy a hacer mejor», no puedes. A veces te sale, a veces no te sale, a veces lo que expresas es más intenso y otras no tanto, esos son los sentimientos encontrados de El Pimpi.

¿Qué autores te han influenciado más? No sólo poetas, hablo también de escritores, artistas…

Como poeta está claro que José Infante ha sido una influencia muy clara. También otros poetas como Ruiz Noguera, Pablo García Baena, Alfonso Canales y Jimenez Millán.

Uno nunca puede negar las bases como leer a Safo u otros autores como Catulo, pero todos tienen unicidad, también te puedo decir: Aquiles Tacio, Teodoro, Platón, Hesíodo, Homero, Joyce, Isidoro Ducasse…

Todo autor que haya leído te influye, pero los que más: José Infantes, Pablo García Baena, Maria Victoria Eugenia, la generación del 27, la literatura de posguerra.

¿Por qué te influyeron tanto?

José Infantes porque no lo conocía como poeta, lo conocía primero como persona, no sabía su trayectoria. Cuando empecé a leer su obra fue primero la sorpresa primero de la mera reciprocidad en muchísimos aspectos, en muchísimos temas que él trata y que yo también trataba o maneras, quizás algunas comunes de ver la realidad de ciertas cosas, pues eso me llegó muchísimo.

De otros poetas muchas veces no te influyen solo en el fondo, por ejemplo Jorge Manrique a la hora de hablar de la muerte, hay otros autores que también te influyen en la forma y te ayudan a entender. Hay poetas para poetas, eso no hay que olvidarlo. Y esos poetas te influyen como poeta, por ejemplo Joyce, para mi es un autor tóxico, es contagioso. Cada vez que leo a Joyce no puedo evitar luego escribir algo y que no tenga algo de Joyce, siempre tiene una huella. Es un autor que me parece muy fuerte cuando expresa tiene una idea, una imagen y una manera muy intensa.

Me pasa lo mismo con Ducasse, es otro tipo de expresión literaria, pero las imágenes que tiene el propio libro de Maldoror, la idea que tiene es tan chocante que te ayuda a divagar, pensar, imaginar muchísimas cosas y eso influye, inevitablemente.

Pablo García Baena lo mismo, también estilisticamente, pero también tiene muchísimas obras. Vicente Aleixandre me ha influido mucho también. No podemos olvidar tampoco el polen de ideas que muchísimas cosas de las que no somos conscientes también nos influyen como de autores que no conocía.Rosa Chacel antes de escribir Aner, sin embargo mucha gente me dijo que tenía cosas de Rosa Chacel. Gil de Biedma, no lo conocía paradójicamente hasta hace unos años y tengo en común con él ciertos poemas, ciertos enfoques, por supuesto Gil de Biedma es muchísimo mejor.

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Ya que has sacado el tema, has publicado el libro Aner ¿Qué nos puedes contar de este libro?

En Aner confluyen muchísimas cosas. Primero una etapa bastante oscura, turbulenta y dura para mí en diversos aspectos. Aner es la manera de expresarlo, pero la manera de expresarlo es la postura contraria a la que dejé de escribir. En aquel momento buscaba evadirme de la manera más rápida, cuando escribí Aner, la única manera de evadirme era reflejarme a mí mismo sin verme a mí mismo. Dejarme en otro lado sin que cuando mires te veas a ti mismo y eso es Aner.

Aner es gran parte vivencias, prácticamente todo lo que está escrito salvo la última parte son cosas que yo he visto. Y muchísimas experiencias, muchísimas formas de recibir ciertas cosas que en ese momento pasaban en mi vida y de reaccionar, olvidar, entender o asimilar. Y es que verlo desde fuera me ayudaba a entenderlo, porque también lo veía algo ajeno, pero no sólo ajeno, porque muchísimas veces no era yo mismo. Aner en realidad tiene personajes que que tengan mucho de mí no significa que sea yo, pero el personaje sí empezó a ser una parte muy grande de mí.

Empecé escribiendo porque quería desahogarme y tuve que dejar de escribir ese libro porque era ya mucho más real o más fuerte de como yo, como persona era. Ahí hay una confrontación de poder. Lo que te lleva a pensar, si yo también era un personaje antes de escribir Aner y Aner me pone a mí a prueba. Todas las cosas que Aner plantea como lógica, te lo planteas a ti mismo luego. Te lo planteas a ti, te dices: «¿Y si tu eres capaz de hacer todo esto y más?», «¿Seguro que nunca te has atrevido a hacer esto?» y es toda la parte ilógica, irracional. Muchas frases tienen relación porque es una historia y tienen relación de ese marco, pero si sacaras cualquier frase e incluso si las desordenaras, obtendrías una historia muy parecida sin que alterara mucho el significado. Porque son historias muy cortas, pero cada párrafo lo podrías ver como una historia independiente. Y no lo es, pero podría serlo y cada frase podría ser una expresión diferente en un momento diferente. Y muchos de esos capítulos están escritos en otro momento, que luego yo lo uní, pero no están escritos a la misma vez. No tenían ese orden tampoco, pero así salió.

Es una expresión mucho más sincera y a la vez mucho más oculta, es como los mensajes que se escriben del revés y no lo puedes ver a no ser que lo leas frente al espejo. Directamente no lo puedes ver, y no vas a ver nada, pero no de mí, sino de las cosas que yo pensaba en ese momento, no de mi, ese no soy yo. Pero por un momento te pone en duda.

Entrevista publicada originalmente en Akrox.com

 

Cambayá (parte II): «Jamás traemos al Festival a nadie que no hayamos visto en directo »

No te pierdas la primera parte de esta entrevista

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Pasemos ahora a vuestra faceta como sello discográfico y sala de conciertos. En 1981 comenzasteis a publicar discos. ¿Cómo era la industria en los años 80?

N: Aquella época estaba muy clara: estaba la gran hegemonía de las multinacionales, que eran las que controlaban todos los medios de comunicación, las emisoras de radio y las grandes revistas. Lo que pasó fue que hubo movimientos emergentes muy pequeñitos por todos los sitios de España; fue por donde empezó el movimiento de las compañías discográficas independientes. Yo creo que el medio de conexión de todas ellas era Radio 3. Entonces fue cuando creamos una especie de asociación sin nada escrito de las pequeñas discográficas y funcionábamos de la siguiente forma: si nosotros editábamos 500 discos de Los García, seguramente no los íbamos a vender todos, pero sí podíamos vender 50 discos de Los García, 50 de la Polla Récords, otros 50 de Los Suaves… Nos cambiábamos los discos y así los vendíamos.

Luego ese movimiento dependiente comenzó a derivar en grandes compañías como DRO.

A.B.: Todas estas compañías vivíamos de forma muy precaria. Lo que ocurría es que en el momento que alguna destacaba, llegaban las grandes compañías y las compraban, como fue el caso de DRO. El que ahora mismo es director de DRO era un directivo de una compañía independiente. Toda esta situación destrozó la idea original.

Por ejemplo, el primer disco de La Guardia lo grabamos nosotros y en el momento en que empezó a funcionar, los cogieron y los hicieron famosos, afortunadamente para ellos, porque con nosotros hubieran estado muy felices pero sin un duro.

¿Cómo ha cambiado la industria musical estos 40 años?

A.B.: No es muy distinta. Lo que han cambiado son los formatos, pero el sistema es el mismo. Ahora las compañías son más restrictivas. Por ejemplo, imagínate que se  venden 100 discos, por poner una cantidad. Si se hace con ocho artistas va a costar tanto dinero, y si se hace con cuatro y se venden los mismos discos, se decide entonces trabajar solo con cuatro. Eso no ha cambiado para nada. Sigue habiendo los mismos problemas de distribución…

N: Y los medios de comunicación siguen estando controlados por las multinacionales; también los medios públicos.

En cambio el consumo sí que ha cambiado porque hay mucha gente que se crió en los 80 que me dice que de pequeños sus padres les iban dando una paga y ahorraban seis meses hasta que podían comprarse un vinilo. Al no haber otra cosa, el disco les tenía que gustar sí o sí. En la actualidad, uno puede acceder a infinidad de grupos.

Sin embargo, en los últimos años estamos viendo cómo las bandas vuelven a sacar sus trabajos en vinilo. ¿Ha renacido el formato?

N: Yo creo que lo del vinilo es meramente un capricho. No va a resurgir y se van a volver a vender más vinilos que CDs. ¿Quién hace vinilos? Las grandes estrellas o la moda que ha entrado ahora en la música indie, pero creo que va a ser una mera anécdota.

A.B.: Yo creo que también depende del sector. En el blues está entrando un poquito, pero en el rockabilly ha entrado más fuerte. Sacan los vinilos de siete pulgadas pero en pequeñas cantidades, porque afortunadamente ahora pueden sacarse aunque sean algo más caras, pero van orientadas a un sector muy concreto de público.

Nosotros hemos intentado sacar algún vinilo, pero la distribución no está preparada para eso. Es algo que se acabó. Las fábricas en España cerraron. Actualmente, te tienes que ir a Checoslovaquia. Yo he estado en fábricas de vinilos y es un proceso muy complejo. De todas maneras, en el momento en el que vean que se venden vinilos, se lanzarán a por ello, por supuesto.

Yo creo que se va a quedar para sibaritas que prefieran escuchar en vinilo, que, por cierto, se escucha mucho mejor, y también va a haber un mercado que está creciendo a marchas agigantadas. Nosotros lo sabemos por las liquidaciones trimestrales; lo que pasa es que todavía los beneficios son muy bajos para compañías tan pequeñas.

Al margen de que se hayan interesado las grandes estrellas, Los Roxanes, por ejemplo, acaban de sacar su EP en vinilo. Quizá en Alemania se lleve más la cultura del vinilo, pero ellos me decían que habían sacado el trabajo en este formato porque suenan mejor en directo, que también casa con lo que me decíais de la calidad del vinilo. Me hablaba Momo de que los técnicos de sonido diferían sobre el tema de la calidad. ¿Cuál es vuestra opinión?

N: A mí me gusta más el sonido del vinilo. Me parece más dulce sobre todo por cómo se grababa antes. Se grababa en cinta y no podías machacar el sonido como se hace ahora con los CDs, donde se trata de grabar lo más alto posible, por lo que tienes que comprimir mucho el sonido para poder subirlo; de esta manera se va matando la dinámica de las frecuencias. Por eso, el sonido digital me parece más duro. Yo grabo también en digital, pero ahora los Roxanes quieren que montemos unos magnetófonos, por lo visto [risas].

A.B.: Ahora mismo una multinacional saca un disco y hace tres tipos de mastering y dicen: «mastering para la Cadena Ser, mastering para la cadena dial; otro para Radio 3» y suenan distinto. Si pones radio 3, la identificas por el sonido. Es un sonido uniforme. Son técnicas de captación de clientes. Si tú haces una masterización para los 40 principales, por ejemplo, le añades más o menos graves, más o menos agudos y ese tipo de elementos para manipular la grabación. Para eso hacen falta unos estudios de la hostia. Es algo que nosotros no nos podríamos permitir.

Al final nuestra idea es que la gente escuche una propuesta musical en CD y, por supuesto, el directo. Nosotros no traemos a nadie al Festival de Blues si no lo hemos visto en directo antes. Lo digo porque hay veces en las que no he visto a un grupo en directo y, al final, nos ha decepcionado.

N: El que compra vinilos quiere decir que en su casa tiene un buen equipo de sonido. En cambio el que tira de CDs ni siquiera tiene equipo en su casa; como mucho lo mete en el ordenador, y ahora ya la mayoría por el teléfono.

A.B.: Durante la transición entre vinilo y CD decíamos: « ¿Esto cómo va a sonar igual? » Nos poníamos de espaldas a escucharlos y casi siempre acertábamos qué formato era, pero llega un momento en el que el oído se acostumbra a escuchar eso; te cuesta distinguirlo ya. Encima cada discográfica tiene su propio matiz.

Ahora con los pendrives uno tiene millones de canciones; el problema que nosotros le vemos es que, al final, tienes mogollón de canciones que no escuchas. Yo tengo discos que habré escuchado cientos de veces y los tengo muy bien analizados.

¿Por qué se inclinó también hacia el flamenco una discográfica especializada en blues?

A.B.: A mí me había gustado el flamenco de siempre. Nos metimos en él porque un día vino un trabajo encargado por la Diputación de Málaga con Diego Clavel, un cantaor que quería grabar treintitantas malagueñas. Eempezamos a tomar contacto con el flamenco y a darnos cuenta de los matices. Es un mundillo de gente muy auténtica y entendida, pero también hay mucho talibán.

Nosotros hemos trabajado con el flamenco ortodoxo y también con otros derivados. Hemos trabajado con grupos que nos han funcionado muy bien, por ejemplo, Cañadú. Vendimos un montón de disco y giramos por muchos países.

A finales de los 80 Tabletom grabó un disco en Cambayá, Vivitos… y coleando. No me resisto a preguntaros cómo fue trabajar con alguien tan peculiar como Rockberto…

[Risas]

N: Lo despertamos por la mañana y le hicimos un marcaje que ni Sergio Ramos y Piqué juntos; todo el día una persona con él.

¿No se le podía dejar solo?

A.B.: Era muy buena gente. Tuvimos una experiencia muy grata con él. En aquella época, Tabletom estaban ya muy separados y les propusimos grabar un disco en directo, lo cual fue una movida porque en aquel tiempo grabábamos en analógico, con dos magnetófonos de cinta y en una discoteca. Es una de las anécdotas de nuestra vida porque para grabar el disco cobramos entrada y de repente hubo tres mil personas dentro como si fuera una lata de sardinas y mil personas fuera que no tenían entrada.

Luego hicimos muchos recordings, es decir, volvimos a grabar en el estudio cosillas que no habían quedado bien, pero era un grupo muy difícil porque tenía muchas locuras.

N: Rockberto directamente se nos perdió cinco minutos antes del concierto, a pesar del marcaje que le habíamos hecho. [Risas]

A.B.: Anécdotas de esas tenemos muchas. Nosotros teníamos la mesa de sonido para grabar debajo del escenario y Adolfo, que era quien estaba en la mesa, empezó a decirnos «Hostia, no suena el bajo» y cuando miramos el bajista estaba saliendo de los servicios, que todavía no se había subido al escenario.

Además, a nosotros pasaba como en la película Zelig de Woody Allen; cuando trabajábamos con un grupo nos metíamos en su rollo y si eran serios, nos poníamos serios; si eran juerguistas, nosotros igual.

También estuvimos un tiempo de management, y aquello era una locura. Ir a recogerlo a su casa, meterlo en el coche…la verdad es que el tío tenía muchas ocurrencias y era muy especial.

Yo ya los conocía a ellos de hacía muchos años porque los Tabletom se formaron en Antequera. Eran de Málaga pero había un batería muy bueno que tocaba con ellos y estuvieron en un cortijo de Los llanos de Antequera; y tenían una especie de comuna hippie.

Era complicado trabajar con ellos pero siempre nos cumplieron. Tenías que estar detrás de ellos pero no daban espantás muy grandes.

Recientemente Los García habéis colaborado con Mike Vernon en el disco Just a Little Bit.  ¿Podéis hablarnos un poco de vuestra relación con él y la idea del disco?

A.B.: Lo de Mike Vernon surge porque él se vino a vivir a Villanueva del Rosario. Vino un par de años de espectador al Festival de Blues hasta que un día habló con nosotros; nosotros ya lo conocíamos porque habíamos visto un montón de discos de él. Nos ofreció su colaboración desinteresada y nos ayudó a traer a Sherman Robertson, a The Blues Band, de Inglaterra. Nos hizo una serie de contactos muy buenos.

Hace varias décadas, él había tenido un grupo de rock ‘n roll llamado Rocky Sharpe and the Replays, que habían tenido varias canciones conocidas en España, pero él ya se había retirado de la música; lo que pasa es que la vida le dio un palo muy gordo porque la mujer murió de cáncer. Entonces se vino a una jam en la que estábamos tocando Los García y le dijimos que se cantase algo. Se subió al escenario y le volvió el veneno. Fue como si le hubieran metido un chute de sangre nuevo. Se puso de nuevo a trabajar y ahora tiene nuestra banda en España, otra en Inglaterra, Noruega…y está todo el rato moviéndose y dando conciertos.

Navi, que es quien estuvo con él en el estudio grabando el disco, aprendió un montón. Hay que tener en cuenta que por sus manos han pasado grandísimos músicos como Eric Clapton, David Bowie…También nos ha presentado a mucha gente a la que siempre habíamos admirado. Por otro lado,  nos ha hecho ponernos las pilas como músicos porque nuestro grupo es un poco semiprofesional: no nos ganamos la vida con esto. Pero este tío tiene un nivel de exigencia que te hace ponerte las pilas. Él necesitaba gente que estuviese un poco a su altura.

¿Habéis pensado en montar un local en Antequera para evitar que la gente no asista por pereza a la hora de desplazarse?

N: Naturalmente lo hemos pensado, pero nunca con la intención de hacerlo realmente. Probablemente iría más gente, no se cuánta más, pero supongo que es muy complicado encontrar un local como este, que esté apartado, no moleste a nadie y lo tengas equipado de puta madre y que encima no te cueste un duro. Ahí ya entramos en alquilar un local, acondicionarlo…

A.B.: Este tiene la desventaja de estar un poco lejos, pero nosotros lo que somos fundamentalmente es un estudio de grabación y hacemos algunos conciertos los domingos.

N: Un poco siguiendo la onda de que la música no es solo un negocio para nosotros, sino que ponemos también un local abierto para que las distintas bandas tengan un sitio bueno en el que tocar y puedan disfrutar de un equipamiento bueno. De camino, le seguimos dando a la gente la oportunidad de ver grupos que, de otra manera, no podrían ver en su vida.

A.B.: Cualquier grupo de Antequera que quiera tocar, tiene la oportunidad de hacerlo aquí. A mí también me gusta ver lo que está haciendo la gente joven, que es una manera de ver por dónde va la música. Vamos descubriendo Youtube, Facebook… aunque cada vez nos cueste más asimilarlo, pero yo no quiero perder en contacto con grupos maravillosos como El lobo en tu puerta. Sin embargo, cuando ellos vinieron solo hubo 11 personas en el público. También Chipi nos ayuda a conectar con los grupos jóvenes. Esos grupos vienen también porque les gusta tocar aquí, por el equipamiento y te enseñan muchas cosas. Pero al final, y esto lo digo también como crítica, la cantidad de gente que va a los conciertos sigue siendo la misma que hace 30 años.

N: Los que iban al Manolo Bar ahora van al Le Bistrot. Siempre es el mismo núcleo de gente.

Me gustaría continuar hablando de la situación cultural en nuestro pueblo. ¿Lo de que Antequera es un hoyo se ha dicho desde siempre?

A.B.: De entrada te digo que he vivido en muchos sitios y no hay nada que me guste más que estar en Antequera. Nosotros éramos vanguardia en este mundillo y nos han entrevistado muchas veces, por ejemplo, en Radio 3. A menudo nos preguntan que por qué no nos trasladamos a Madrid, que es donde está la industria. Yo me acuerdo que a uno le respondí una vez «Yo ahora me voy a mi casa y llego en cinco minutos y me acuesto. ¿Tú cuánto vas a tardar en llegar a la tuya?» Y su respuesta era que en una hora o así. Por otro lado, uno tiene la desventaja de no estar en el meollo de la industria.

Yo en Antequera ya sé lo que hay. He pasado por varias etapas y siempre hay un grupo de personas diciendo que aquí no hay nada y cuando lo hay, no van. Es algo que pasa aquí y en pueblos similares, no solo en Antequera. Esto pasa en Fuengirola, en Puente Genil, en Lucena… El empuje que hubo en aquel momento se aprovechó para muchas cosas, pero la sociedad no ha cambiado como se pensaba que iba a cambiar. Al final, los que tienen esto establecido lo tienen bien agarrado y no van a hacer nada para que esto funcione. Les gusta tener a cuatro loquetas como nosotros, pero al final la mayoría de la gente acaba en trabajos que le dan seguridad. Aquí también la gente es tradicional. ¿Tú qué piensas, Navi?

N: Como decía el Silvio «cada uno es como es». Yo no voy a decir que todos tienen el paso cambiado menos yo.

A.B.: Haciendo balance, en Antequera la gente va al Festival de Blues, al Festival de Jazz, en algunos conciertos hemos tenido 40 o 50 personas. Intentamos hacer cosillas para que venga la gente. De todas formas, esto lo hacemos por gusto.

¿Cómo ha evolucionado la escena cultural en Antequera en estos 40 años?

[Navi resopla, indeciso]

N: Si te vas fuera y al tiempo vuelves, igual notas una diferencia que puedas explicar bien. Estando todo el tiempo aquí es como cuando ves crecer a una persona: sabes que es diferente pero, como ha ido creciendo poco a poco, realmente no distingues bien las diferencias.

A.B.: Yo acostumbro a pasear y veo a gente como tú, que tenéis inquietudes, vas por el Lebis y se ve que hay gente. Pero esto pasa en toda España. En la feria, un mogollón de gente va a ver los músicos, y hay músicos buenos y malos, pero es música de diversión. Que yo soy el primero que ha bailado esas canciones después de un par de copas ¿eh?. Aun así, nosotros estamos manteniendo el Festival de Blues y a él asiste gente joven. A nuestros conciertos viene menos gente, pero por los motivos que hemos dicho. Sin embargo, no pierdo la esperanza de que la gente vaya poquito a poco interesándose.

N: La cultura no solo es la música; tampoco creo que haya muchos poetas.

Yo creo que de música es de lo que más hay. Al menos, la mayoría de gente a la que entrevisto se dedica a la música.

A.B.: Nosotros hicimos unos ciclos durante el festival que se llamaban Palabras de Blues, que metíamos distintas disciplinas. Una vez metimos a un poeta, Justo Navarro, que escribe en El País y nos decía que nunca había estado delante de un público tan numeroso. Así que creo que ellos están peor.

Algunas veces creo que hay más cosas pero que ya no nos enteramos porque si nosotros entramos a un bar de jóvenes, empieza todo el mundo a tirar el chocolate pensando que somos maderos [risas], pero seguro que sigue perviviendo el ambiente porque cuando salgo a la calle sigo viendo la gente con los pelos largos y camisetas de grupos, así que seguro que están haciendo algo.

N: A lo mejor en la cultura del rap también hay gente haciendo cosas.

Ahora mismo donde se concentran todos estos movimientos que vosotros trajisteis es en el Lebis, aparte de los movimientos que han surgido en la última década. Yo creo que goza de una salud extraordinaria porque el local está lleno todos los findes.

 Esto me lleva a otra cuestión que quería hablar con vosotros. Agus del Lebis y Alberto Alcalá, que son algo mayores que yo, me han hablado de una Antequera de finales de los 90 y principios de los 2000 en la que era muy difícil ser diferente y en la que, por ejemplo, el 80% de los jóvenes eran pijos o canis, que estaban radicalmente en contra de ellos, que eran los pelúos. Me han hablado de que simplemente llevar la camiseta de un grupo o los pelos largos suponía un conflicto.

En cambio, el Lebis que yo he conocido se caracteriza por reunir a distintas tribus urbanas mecladas en un mismo local, así que puedes ver en el mismo grupo a raperos, gente con rastas, punkies, gente más indie

A.B.: Esa es la gran esperanza que yo tengo. A mí también me gusta escuchar la música clásica, pero empecé a escucharla a través de las interconexiones que tú me dices. Cuando me juntaba con Jesús Martínez Labrador, iba a su casa a verlo pintar; él era un apasionado de la música clásica y el flamenco y empecé a escucharla y me lo pasé de puta madre. No me interesó del todo pero ahora, por ejemplo, estamos grabando a una orquesta de música clásica.

A mí me alegra que existan espacios donde no solo se une gente de distintas tribus urbanas, sino también de distintas ideologías. Nosotros hemos conocido a personas que son de derechas, buena gente…cuando empezamos a hablar de política sí hay más conflicto, pero podemos hablar de otros temas. Yo recuerdo Juan Muñoz y un montón de gente que era de derechas, pero tenían su sensibilidad y escribían…

En la generación después de la nuestra hubo un momento en que las drogas hicieron estragos. Aquí en Antequera hubo mucha gente que cayó en la heroína y en el mundo de la música hubo mucha gente que murió incluso. Eso generó un miedo y represión en los padres y se acortó el número de seguidores. Después salieron los canis…Yo no llevo una cronología del tema, pero es lo que observé en aquella época.

Al final siempre lo pagaban los que tenían inquietudes culturales porque se relacionaba arte y drogas.

¿Qué representó el Manolo Bar para Antequera?

A.B.: Ya desde chiquitillo mi padre me llevaba allí para comerme una torta con Colacao. También íbamos a ver la televisión porque era uno de los pocos sitios donde había. Luego los hermanos empezaron a coger el negocio, reformaron todo aquello, empezaron a meter música…

N: Pusieron la máquina de discos y había que echar un duro para escuchar tres canciones hasta que nos dimos cuenta de que cuando nadie echaba dinero salían los Manolos de la barra, la abrían y le daban. Y ese fue el paso de la gramola a poner ya música dentro.

A.B.: Ponían muy buena música y comida. Entraba gente de muy distintas capas sociales, pero aquello era también un sitio de unión, como podría ser ahora el Le Bistrot.

N: Más todavía porque, como no había móviles, si tú querías salir, ibas al Manolo a ver quién te encontrabas. Era el sitio donde uno estaba todo el día. Ibas a mediodía a tomarte un par de cervezas, luego ibas a tomarte el café y luego por la noche porque sabías que «alguien habrá por ahí». Entonces representaba el sitio de reunión.

Habréis tocado muchas veces allí, me imagino…

Allí fue la primera vez que yo me subí a un escenario. Con Los García.

¿Qué oportunidades abre para la música el aumento del turismo fruto de la declaración como Patrimonio Mundial?

A.B.: Si lo saben utilizar bien, puede ser un bombazo. Lo que pasa es que Los Dólmenes se ven en muy poco tiempo. Hay proyectos de hacer un centro de interpretación… el conjunto patrimonial de Antequera debería aprovecharse con otras cosas. En el aspecto cultural, aprovechando que Antequera tiene un nombre dentro del mundo del blues, hay mucha gente que podría quedarse una noche en Antequera y luego ir a ver un concierto de blues o flamenco.

N: Repercusiones va a tener seguro, porque está claro que va a venir más gente, pero hay que aprovecharlo. Nosotros siempre hemos dicho que Antequera sería perfecta para ser una ciudad de festivales; salvando las distancias, sería una cosa tipo Edimburgo. Se podría hacer un festival de una cosa una semana, luego teatro independiente, un festival de circo…Que la gente pueda quedarse un fin de semana.

A.B.: Cuando teníamos dinero para hacer el Festival de Blues, duraba un mes entero. Hacíamos tres actuaciones cada uno de los fines de semana del mes. Utilizábamos los patios de Antequera, por ejemplo, San Zoilo…

N: Siempre mezclando patrimonio con la música.

A.B.: Hacíamos cosas bastante innovadoras. Y aquello se ponía siempre a tope. Hay mucha gente que va por curiosidad a un sitio y luego se engancha. Pero para eso tiene que a ver unas líneas políticas para gestionar todo ese patrimonio. En Antequera hay un poco de lío con esas cosas con un gobierno de cada color.

Todo esto te lo digo porque yo fui concejal de cultura en los años 80 e intenté marcar unas líneas. Yo me movía con esa gente que te he dicho que iba al Manolo. Se marcaron una serie de objetivos a largo plazo: el blues, teatro…Para todo eso tiene que haber un consenso.

¿Qué planes tenéis para esta temporada?

N: Nuestro proyecto sobre todo es continuar editando, haciendo conciertos y estar pendiente de lo que salga en este mundillo en el que nos movemos.

A.B.: Ahora vamos a sacar un disco de Los Caracoles, un par de discos de blues en homenaje a Freddy King. De flamenco hemos sacado recientemente dos o tres discos.

He estado de vacaciones en Francia y me he encontrado en una tienda de Clermont varios discos nuestros. Te da mucha satisfacción porque nosotros somos artesanos; aquí entra un grupo y sale con la portada, el disco, la masterización… Tienes la alegría de que no has perdido dinero y el disco se está conociendo en algunos lugares.

Vamos a seguir con lo que estamos, vamos a meternos en el flamenco de nuevo y queremos que se aproveche el nombre del Festival de Blues y Cambayá con miras a hacer algo potente relacionado con el flamenco.

También nos han llamado para hacer un festival de nuestro estilo en Granada, pero ya estamos viejos para ir a otro lugar para montar cosas, pero por supuesto vamos a seguir trabajando desde Antequera.
Autor: @danisoler
Fotografía:
 Pablo Ariza[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

Cambayá (parte I): «Nuestra primera gran tarea fue convencer a las autoridades»

De las diez entrevistas que he hecho hasta ahora la de Cambayá es la que me ha supuesto mayor trabajo de documentación, no solo por sus 40 años de blues, flamenco y rock ‘n roll sino también porque la mayoría de fuentes a las que se pueden recurrir son testificales.

La historia de Cambayá se remonta a una época en la que no existían ni ordenadores ni móviles, y la contracultura solo podía expandirse clandestinamente mediante el boca a boca, sobre todo en una España post-franquista en la que unos pelos largos y una guitarra eléctrica portaban el estigma de rojo y piojoso. No es de extrañar, entonces, que las únicas fuentes documentales accesibles sean su página web, los discos allí grabados, información sobre el Festival de Blues de Antequera y sobre los conciertos que se ofrecen en su sala.

La mera idea de entrar en el local me carga de una gran responsabilidad. Cambayá forma parte del subconsciente de los antequeranos que nos consideramos al margen de las corrientes dominantes en la música y la estética, y me he prometido ser fiel a su trayectoria y abarcar el gran número de facetas que lo caracterizan.

Antonio Blanco (1953) y Navi (1956), las dos puntas de lanza de este proyecto, me reciben en el local, atestado de vinilos, carteles promocionales y algunos libros sobre música. Es un lugar pequeñito pero han logrado concentrar en él una sala de conciertos, un estudio de grabación y la mesa de operaciones del Festival de Blues. La cerveza y el humo de los cigarros van trazando la vida de este símbolo rockero…

Me gustaría empezar con unas preguntas sobre vuestras vidas. ¿Cuál es vuestra relación con la música desde pequeños?

A.B.: Yo era muy chiquitito porque recuerdo que salía del colegio e iba a una radio a escuchar las noticias que daban de música sobre los Beatles y el movimiento pop, que traía consigo no solo la música, sino también llevar el pelo largo, una apertura a la libertad… A mí me entusiasmaba aquello. Luego cuando llegó la televisión ya ponían algunos programas en Televisión Española, que era la única que había. Ponían a grupos como Los Salvajes, Los Brincos, pero cuando me metí más de lleno fue con la música soul: Wilson Pickett, Aretha Franklin; también era un baile lento, y en aquella época se escuchaban muy agradablemente las baladas. Esa fue mi afición a la música.

N: Para arrimar la cebolleta [risas].

A.B.: Después me fui a Barcelona con 18 años. Allí vi muchos conciertos. Tuve la suerte de conocer a una serie de grupos como Ex Machina, la Companyia Electrica Dharma, que estaban pegando muy fuerte en aquella época y también tenía contacto con gente de Sevilla como los Smash…Todo eso me hizo querer participar en aquello. Cuando me cansé de andar pasando hambre por ahí, me volví a Antequera y monté una tienda de discos. Era la primera tienda especializada y tenía música muy buena. A partir de ahí, empecé a darle vueltas a la idea de amenizar el ambiente en Antequera. La idea era montar un festival de rock y hablé con un locutor de Radio Antequera, Ángel Guerrero, y me dijo «pues ahí un chaval que se llama Navi que también quiere montar un festival». Navi se pasó por la tienda y fue un flechazo por cosas que teníamos muy en común sin habernos conocido: el amor por la música, los contactos que habíamos tenido en Madrid y Barcelona con lo emergente… Montamos un festival de rock sin un duro y tirando de amistades. Ese fue el inicio de mi afición a la música.

 N: Precisamente ahí tienes un cartel del 78, del segundo festival de rock que hicimos. En el primero es que no teníamos ni para hacer carteles. Solamente hicimos uno enorme a mano que pintamos nosotros mismos.

 ¿Dónde se hizo el concierto?

N: En la plaza de Toros. Trajimos gente de todos sitios. En el primero trajimos a los Burning, a Tequila, que era la primera vez que tocaba fuera de Madrid, a una banda de Granada que se llamaba La Banda de los Hermanos Cruz… Y este segundo ya fue más potente; trajimos a Triana, a Imán Califato Independiente, Pedro Ruy-Blas, a los Burning de nuevo…

¿Cómo fue el primer contacto en tu caso con la música?

N: Lo primero que recuerdo es escuchar la radio aquí en Antequera. Era radio comercial y podías escuchar a poco más que Los Brincos, Los Bravos y Los Salvajes. El cambio llegó cuando me fui a estudiar a Madrid. Por las noches escuchaba la radio de los norteamericanos de la base de Torrejón de Ardoz. Ahí fue realmente cuando empecé a escuchar algo que no fueran los Beatles o los Rolling Stones, que era lo que llegaba aquí como máximo. Ahí empecé ya a escuchar rock ‘n roll, soul, blues, todos los grupos británicos que estaban a tope en aquella época; te estoy hablando de allá por el 71.

En primero de carrera, en el colegio universitario donde yo estaba había un bibliotecario melenudo que pertenecía a La Banda de los Hermanos Cruz de la que te hablaba antes. Este compraba unos libros alucinantes, así que le pregunté si había un libro que me pudiera poner al día de todo aquello. Me acuerdo todavía de un libro de Mario Maffi que se llamaba La cultura underground; era un libro que daba un repaso a toda la cultura underground de Estados Unidos desde cómics, música, teatro independiente, movimientos culturales como los Panteras Negras, etc. A raíz de ahí fue cuando yo empecé a meterme en la música como algo que llevaba a más. Tú antes ibas por la calle y veías a alguien con un disco de Led Zepellin por la calle y lo parabas para hablar con él porque la música era algo más.

A.B.: Era un movimiento social potente. Y coincidíamos en ese tipo de cosas: en los mismos grupos. Venía de Barcelona de haber escuchado a los Doors y a otros muchos grupos y aquí nadie los había escuchado.

N: Cuando llego yo a Antequera veo una tienda de discos pequeñísima, pero alucinaba con los discos que tenía. Había un pequeño apartado con Camilo Sesto y otros artistas, que era lo que se vendía, pero el resto de la tienda eran grupos que yo le decía «¿Tú vendes esto o te los compras para ti?». No te estoy hablando de discos de los Beatles ni de los Rolling Stones; te estoy hablando de discos de grupos que le vendería a cuatro o cinco colgaos como yo.

¿Cómo respondió el público a la tienda?

A.B.: Yo me mantenía con los discos que vendían los artistas del momento. Poquito a poco fui recomendándole discos a la gente y algunos se metían en el tema. Al fin y al cabo la mayoría de la gente compra cosas comerciales porque está bombardeada.

Yo era el proveedor de la música que ponían en el Bar Manolo y la gente que iba a la máquina del Manolo flipaba con lo que había allí; llevaba discos de Janis Joplin, Rory Gallagher… No era solamente un negocio para vivir de ello, que también, sino que, además, queríamos dar a conocer otros grupos.

Otra de las cosas que me abrió la cabeza y ya me metió el veneno fue cuando vi la película de Woodstock en la calle Balmes de Barcelona; esa película reflejaba el movimiento que se generó, la organización, la paz y el amor de los hippies. Aquello fue lo que me motivó a vender no solo discos sino cosas que les abrieran la mente a las personas.

Antonio Blanco

Navi, tú viviste en Madrid en los 70. ¿Cómo recuerdas esa época allí?

N: Fue una época fascinante porque fueron los últimos años de la dictadura de Franco y había alrededor de la universidad un ambiente cultural y político muy fuerte. Dentro de la universidad se hacían conciertos de grupos de rock que aún no habían grabado nada como el caso de Burning o de Ñu, cuando todavía estaba Rosendo en la banda. Es el momento previo a la movida. Había también mucho teatro independiente. Además, estaba todo vinculado a la lucha política, o sea, era impensable ir a un concierto y después no liarla en la calle.

A.B.: Y casi todos los grupos tenían una propuesta política. Después pasaban a multinacionales y les cambiaban un poco el rollo. De hecho, al principio venían aquí a tocar por la cara porque eran como nosotros; había ese tipo de conexión.

Antonio, tú te fuiste a Barcelona muy joven. ¿Qué ambiente cultural había allí?

 A.B.: Yo llegué a Barcelona en el 69 y era una ciudad alucinante…

N: Los que vivíamos en Madrid envidiábamos a Barcelona.

A.B.: Era increíble la cantidad de conciertos a la que asistí. Había un movimiento cultural muy grande. Había grandes manifestaciones en Las Ramblas. Los conciertos eran el lugar donde se reunía este tipo de gente y donde se preparaban las manifestaciones, actividades culturales…

N: Ten en cuenta que en aquella época no había móviles y todo se producía boca a boca.

A.B.: En los conciertos nos encontrábamos personas de distintos sitios. Yo allí he conocido a gente de toda España. Claro, al llegar a Antequera te entra el gusanillo de hacer algo.

Llegáis a Antequera entre los años 76 y 77. ¿Cómo os encontráis la ciudad?

 N: Yo me volví porque estaba ya un poquito asfixiado del asfalto de un Madrid que, por lo demás, se estaba volviendo conflictivo y había derivado en ciertas historias macabras de drogas raras. Quise olvidarme un poco de aquello y me vine aquí buscando tranquilidad, o sea, que realmente yo sabía que aquí me iba a encontrar una cosa muy tranquila. Tuve la suerte de encontrarme con Antonio y pudimos continuar con nuestros proyectos. La verdad es que culturalmente era una ciudad muy apagada; podía haber cuatro galos escondidos entre cuatro calles, como es el caso de Jesús Martínez Labrador.

A.B.: Yo había tenido contacto con algunos grupos yeyés –como los llamaban- que ya no tocaban temas de orquesta, sino que tocaban canciones de grupos. Eran bandas como Los Fénix. Había cinco o seis grupos de ese estilo, pero muy desperdigados y a su bola.

Me imagino que tampoco era ni el lugar ni el momento para hacerse ver…

 N: Ten en cuenta que eras un pelúo y un pelúo significaba también ser un drogadicto.

 A.B.: Y maricón por llevar los pelos largos [risas].

N: Entonces cada uno estaba metido en su cascarón y Antonio y yo tratamos de canalizar ese tipo de inquietudes que había.

Navi

¿En qué momento os juntasteis y cómo surge el proyecto de Cambayá?

A.B.: Como te dije antes, yo monté la tienda de discos y él vino con esas inquietudes de montar un festival. Contacté con la radio para poner anuncios, para ver cómo se podía hacer… imagínate en aquel momento ir al ayuntamiento a pedirle la plaza de toros para organizar un festival de rock. Contactamos con un locutor de radio que ponía buena música.

N: Llegó a traer a Los Canarios a la feria de Antequera en los 60.

A.B.: Vino a la tienda, nos presentamos y le dijimos que queríamos hacer un festival de rock. Él tenía contactos y empezamos a llamar a los grupos y a organizar el festival. Era todo muy precario. Además, el ayuntamiento nos puso muchas trabas. Finalmente nos cedió la plaza de toros en alquiler y no recuerdo si llegamos a perder dinero, pero los grupos actuaban para nosotros de colegueo y dormían en nuestras casas.

Decidimos continuarlo y, por un lado, preparamos el festival de rock del año 78 y, por otro lado, actividades en torno a un bar que yo monté donde se reunió ese foco de gente que normalmente iba allí por el tipo de música que poníamos. Allí creamos un ambiente cultural y se hacían algunas actuaciones y exposiciones en el bar.

Del bar también surgieron varias publicaciones y ya empezamos a contactar con personas que venían de otros sitios, pero que tenían básicamente las mismas ideas políticas y sociales.

También nos reuníamos en el Bar Manolo. Hicimos varios festivales y para ganarnos la vida empezamos a montar equipos de sonido para poder alquilarlos hasta que más adelante le empezamos a dar forma y montamos Cambayá.

N: La compañía discográfica viene de que Antonio tocaba en un grupo y me propuso entrar a cantar y fue cuando hicimos Los García. En el año 80 decidimos grabar un disco porque si no nos lo grabábamos nosotros, no nos lo grababa nadie. A raíz de editar el primer single, decidimos continuar editando discos.

Los García en los años 70

¿De dónde viene el nombre de «Cambayá»?

A.B.: «Cambayá» es una palabra que usábamos los andaluces y que significaba «estar dando vueltas». Nosotros al principio nos llamamos de muchas maneras. Una vez íbamos para Madrid en uno de los viajes para montar la compañía y vimos un autobús que ponía «Las sepulvedanas» y se nos ocurrió ponérselo porque teníamos que registrarlo oficialmente. Lo de Cambayá vino más tarde porque, como estábamos dando tantas vueltas en aquella época tan loca, pensamos en que era muy apropiada. Además, también tiene la connotación de mareo y de ahí vino el nombre. En aquellos tiempos sonaba más a salsa, pero hemos conseguido que en nuestro entorno no se asocie a ese mundo.

A pesar de que empezasteis organizando conciertos de rock ‘n roll, se os conoce sobre todo por el blues. ¿Cómo llega esta música a España?

N: Igual que yo escuchaba Radio Torrejón en Madrid, en Sevilla se escuchaba lo de Morón y Rota y Barcelona… bueno, Barcelona estaba muy adelantada para todo. Aparte, allí escuchaban emisoras piratas como Radio Caroline, que se grababa en un barco. Por ahí es por donde empieza a entrar el blues, igual que el rock ‘n roll.

A.B.: El blues nace en Estados Unidos y quien lo lleva a Inglaterra es precisamente el productor Mike Vernon, con quien hemos colaborado posteriormente. Él cogió a los negros de Estados Unidos y los llevo allí a tocar con músicos ingleses que estaban haciendo rock ‘n roll pero que ya estaban escuchando blues y se crea un movimiento allí.

En España lo recogen a través de las emisoras de radio los jóvenes que empiezan a escuchar blues pero hecho por ingleses, es decir, tenían un sonido muy inglés. Nosotros tuvimos la suerte de conocer a la Tonky Blues Band que directamente se iban a buscar a los negros sin pasar por los ingleses. De esa forma sonaban como los artistas de blues de Estados Unidos. Ese foco estaba muy centrado en Madrid y en Sevilla, porque en Cataluña no existía ese blues tan puro de los Estados Unidos.

Cuando nosotros empezamos a grabar, el blues se estaba empezando a conocer de esa manera en España.

¿Qué características tenía este blues inglés que se distinguía del blues hecho por negros?

N: Es como comparar una bulería hecha por un gitano a una hecha por un payo. Estará muy bien cantada pero hay algo que las distingue.

A.B.: Entonces lo que hicieron los ingleses fue lo que hicieron con el flamenco por ejemplo Lole y Manuel y otra gente que lo introdujeron: haciéndolo un poco más suave. Lo que hacían los ingleses era hacerlo más suave al oído.

N: Además, a lo mejor no te comprabas un disco de blues, pero te comprabas un disco de Led Zepellin y allí había blues.

A.B.: Estabas escuchando blues negro puro, pero no solo escuchándolo, sino que estaban con ellos; hacían giras con grupos negros.

N: Yo, por ejemplo, conocí antes a Led Zepellin y The Animals que a Muddy Waters.

¿Había motivos para sentirse blue en la España de los 70 o la música entró meramente como una moda?

A.B.: La trajo una serie de personas. En Sevilla los Smash y una gente que empezó a escuchar esta música, pero le daba el toque de los ingleses. En Sevilla profundizaron y hubo grupos que se metieron en el tema a tope. Con el tiempo he descubierto que el blues también está muy cercano al soul en cuanto a escalas.

En España se adoptó muy bien el estilo de los negros por parte de la Tonk y de Caledonia Blues Band.

N: Eso ocurría también en los Estados Unidos porque allí a los negros los escuchaban solo los negros. Yo creo que la explosión de blues a los blancos fue como un cante de ida y vuelta con Inglaterra. Gary Moore grabando con John Lee Hooker y ya incluso los blancos americanos empezaron a escuchar blues de negros.

Pasamos ahora a una de vuestras grandes marcas, el Festival de Blues. En 1988 organizáis un concierto en la Plaza de Toros que se acabaría trasformando en el Festival de Blues, vigente aún en la actualidad. ¿Cómo surgió el proyecto?

A.B.: Lo hicimos con la idea de potenciar el blues porque era una música que estaba muy cercana al rock ‘n roll, pero que tenía otros matices, por ejemplo, tenía descansos. Había también unos instrumentistas muy buenos. Nuestro objetivo era promocionar un festival que fuese singular porque en el 88 ya había muchos festivales de rock. También queríamos dar a conocer a Antequera y su patrimonio porque en aquel momento ya había un proyecto de patrimonio en la ciudad.

¿Cómo respondió la gente a esos primeros festivales?

N: En el primero éramos unas 300 personas como mucho.

A.B.: Lo cual era bastante para la época, pero también era un acontecimiento social en el que había gente que ni siquiera sabía lo que era el blues. Aun así, hubo una transmisión potente entre los músicos y el público. Incluso en el año 79 hicimos algo de blues, aunque no lo contabilizamos como tal; trajimos a los Dr. Feelgood, pero todavía no teníamos el concepto de blues en aquel tiempo.

La gente no sabía lo que iba a ver, pero desde el principio tuvimos claro que teníamos que traer a bandas buenas.

¿Qué grupos han gustado más al público estos años?

N: Uno de los que más impacto a la gente fue el primero año que vino Hook Herrera, que dejó impresionada a mucha gente, sobre todo a las mujeres. Era un indio navajo muy guapo. Ian Parker le gustó también mucho a la gente.

A.B.: Mediáticamente cuando trajimos a Raimundo Amador, que arrastra masas. En cualquier caso, nuestro objetivo siempre ha sido traer a músicos buenos sin importar su fama. Hemos traído gente como Jerry González, el director musical de la película de Calle 64.

Por otro lado, nosotros no somos unos talibanes del blues. Nosotros somos rockeros, más bien, y lo que nos interesa es traer buenos músicos; no nos importa de dónde viene cada artista. Hemos traído grupos de jazz y de rockabillly también.

N: De hecho, de lo que más me ha gustado del festival hay una banda que no tiene nada que ver con el blues: Soft Machine.

A.B.: En los años 70 Soft Machine fue la banda que movilizó la música progresiva de toda Inglaterra. Es de los pocos que yo me he sentado a ver un grupo. Hablar con ellos fue genial. Son gente que creó una escuela enorme. Sin embargo, a nivel personal eran muy complicados. De hecho, cuando vinieron aquí ni se hablaron entre ellos, pero luego se ponían a tocar y era extraordinario.

¿Cómo es el proceso para organizar un festival como este?

A.B.: La compañía nos ha ayudado mucho. Podemos decir que la compañía y el festival se han retroalimentado. De todas maneras, el trabajo gordo fue convencer a las autoridades, que son las que han financiado el festival de blues desde que empezó. Fue el trabajo menos agradable, pero que teníamos que hacerlo para que lo pudiese disfrutar todo el mundo. Igual que uno disfruta del alumbrado público y lo paga mediante impuestos, hay aspectos de la cultura que pensábamos que tenían que funcionar así. De hecho, en el Festival de Blues hay talibanes, gente que va porque le gusta la música y también gente que no sabe nada de blues pero que se sienta para ver lo que hay. De esa manera, contactamos con gente. Hubo momentos muy buenos en los que había bastante presupuesto y luego ha habido momentos peores, pero hemos tratado de mantener siempre a un festival que era como nuestro hijo. Con los cortos presupuestos actuales tratamos de mantener el prestigio a base de llamar a bandas que a los talibanes y a la gente del mundo del blues les pueda gustar. Este año, por ejemplo, hemos traído a Victor Puerta. No lo conocía mucha gente pero sabía que iba a ser algo potente.

¿Cómo habéis capeado el temporal de recortes en el presupuesto?

N: Reduciendo gastos por todos lados. Antes traíamos artistas más internacionales, ahora traemos más nacionales. Antonio es un encantador de serpientes y entre eso y que los músicos de blues españoles quieren venir a tocar a Antequera debido al prestigio que tiene el festival, logramos traer un buen cartel. Antonio les aprieta las tuercas para que se bajen los cachés. También se reducen gastos en iluminación. Antes poníamos aquello precioso con toda la fachada iluminada; ahora con que haya unos foquitos para que se vea, nos basta. En lo que nunca escatimamos es en la calidad de los grupos.

¿Quién se encarga de los carteles del festival de blues?

N: De los carteles se encarga Bárbara.

A.B.: La mayoría los has diseñado ella. Ha habido otras personas que han diseñado algunos como el de 2001 que lo diseñaron en Granada. Pero últimamente lo diseñamos todo aquí, que también es una forma de abaratar el coste.

Final de la parte I. Ir a la parte II

Autor: @danisoler
Fotografía: 
Pablo Ariza.

The Roxanes: «No buscamos vivir de la música, sino vivir la música»

En los últimos años estamos viviendo una fusión de las distintas tribus urbanas. Atrás queda la época en que cada grupo vivía en una isla separada por una corriente musical, una actitud y una estética. El momento actual se define por el eclecticismo y el desvanecimiento de las barreras entre los distintos géneros; The Roxanes (2010) representan a la perfección este cambio. Cada miembro aporta un nuevo matiz a esta banda, que no es ni punk, ni garage ni soul, sino un crisol de estilos que acaba derivando en una suerte de rock putero, género acuñado por el mismo grupo.

Hoy entrevisto a sus tres componentes antequeranos originales: el guitarrista Momo Airplane (1988), el batería Viktor Ramírez (1990) y el bajista Jani Curtis (1991). En 2015, el mostoleño Pep’s 52 (1978) al teclado completó la banda que existe actualmente.

Entrevistar a estos tres egos andantes es una ardua tarea. Lo cierto es que sólo una entrevista a cada uno por separado haría justicia a la sensibilidad y desparpajo que demuestran. Al tratarlos en persona entiendo por qué su punto fuerte es el directo. Si antes hablaba de las divergencias en sus orígenes, lo que los une es una personalidad espontánea, divertida y seductora que acaba por explotar en los conciertos. Asistir a una de sus actuaciones es sumergirte en el universo de The Roxanes, dominado por la sensualidad, el baile y las ganas de pasarlo bien. No obstante, hace unos meses decidieron grabar su primer EP en vinilo, que lleva el mismo nombre del grupo. The Roxanes es tan solo el primer ladrillo de una construcción sólida que se ha ido forjando a lo largo de los últimos seis años.

Regresan a Antequera para las vacaciones de verano y tengo la oportunidad de reunirme con los tres en la Plaza de las Descalzas. Me reciben Momo y Jani tomando unas cervezas. Allí charlamos de nuestras experiencias en Alemania, del carácter que tenemos los andaluces y de los conciertos que acaban de dar en Toledo y Madrid. Más tarde llega Viktor y damos un paseo por Santa María. «Una litrona en un callejoncillo es lo más antequerano que podemos hacer para la entrevista», me dicen.

¿Cuál es vuestra relación con la música y vuestra trayectoria antes de llegar al grupo?

Momo: Yo tuve la suerte de tener hermanos más mayores que yo. A mí, por ejemplo, mi hermana me ha acunado silbando canciones de Jethro Tull, así que ya tenía el germen de la música navegando a toda popa dentro de mí. Al crecer descubrí que con la música podía viajar, conocer a mucha gente, volar como vehículo de expresión…y pensé: «Esto es lo mío».

Lamentablemente, en esta esquina del mundo a veces es complicado ser un poco diferente y ese era la excusa perfecta para salir y seguir jugando como un Peter Pan mayor.

Mi primer grupo lo monté con mi amigo David. Nuestras guitarras no tenían cuerdas, pero lo hacíamos con mucha ilusión.

Luego monté Dardo, con el que sí que nos movimos. Si hubiéramos seguido, habríamos conseguido llegar a unas cotas altas. Después vino Aeroplano 67, vino Steamroller Jack, que para mí es una escuela de la hostia, gente con un nivel musical increíble, y todo influenciado por esta ciudad que tiene un germen cultural maravilloso. Yo recuerdo cuando era pequeño escuchar desde mi casa en El Cerro el Festival de Blues y preguntarme qué era aquello. Parecía un ritual de brujas.

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¿Y lo de Momo Airplane tiene que ver con los Jefferson Airplane?

Tiene que ver con mi banda más personal en ese momento, Aeroplano 67, y de lo que te decía antes de utilizar la música como expresión. Más que un músico cuadrado, yo siempre me he sentido un músico de alma, de querer sentir; sé cuáles son las autovías de información en la música y a partir de ahí, siento.

Por supuesto, este grupo era un homenaje a Jefferson Airplane y al rollo psicodélico de los 60; el 67 es un año mágico porque es cuando aparecen discos que han marcado la historia de la música como Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band de los Beatles, el disco de los Beachboys

Viktor: En mi casa ya había música porque mi padre ha sido gran fan del rock y ha sido músico también.Lo que le ha encantado siempre ha sido el blues, así que lo he mamado desde chico. De todas formas, al escucharlo en casa todos los días supongo que no me entró muy bien y cuando llegó la época rebelde de la adolescencia, decía «No, papá, no me pongas esto; a mí me gusta el breakbeat». Yo siempre he sido muy fan de esta música, que en realidad no es más que un funky superprocesado por la electrónica. Con el tiempo, uno tiene que seguir abriendo el coco, y conocí a una banda que me metió en el mundillo, que fue Helloween, porque encontré por casualidad un disco que tenía mi padre, High Live. Me flipó y me pasaba las tardes bailando We burn en calzoncillos en mi casa. Ese heavy metal me llevó al español, el típico de Barón Rojo, Obús, Los Ángeles del Infierno

¿Y lo de la batería es por el breakbeat?

V: Es más bien por el heavy metal. Una vez empecé a escucharlo quería conocerlo también visualmente y flipaba en los conciertos con los baterías tirando las baquetas; era un puto espectáculo. Mi padre tocaba la guitarra y fue muy chocante cuando le dije que me gustaba la batería.

M: De hecho, nuestro punto en común es su padre.

V: Mi padre y él compartían clase en una escuela de guitarra que había en unas habitaciones que hay en la plaza de toros. Mi padre me dijo «Oye, Viktor, allí hay un muchacho que toca muy bien la guitarra, con el pelo largo, bigote, que huele mucho a marihuana…[risas]. Quizá podría tocar con ustedes». Y así empezó.

V: Mi primera banda la inicié con Jose Carlos (Jani). Yo había empezado con el heavy español de los 80. Él quería comprarse un instrumento, un bajo, y yo tenía ya la batería en mente. Empezamos haciendo covers de los Red Hot Chilly Peppers y poco a poco le fuimos metiendo un poco de heavy. Era todo muy casero. Cuando entró Momo, nos entraron las ganas de apretar más.

Siendo tu padre…

M: ¿No vas a decir el nombre de tu padre?

V: Fran Ramírez, Francis el del frío, Fran el de los aires, el de al lado de Pesquemar [risas].

Siendo tu padre un amante del blues, supongo que te llevaba al Blues Festival

Me trajo aquí cuando era pequeñito. Él también era parroquiano habitual en las noches musicales del mítico Bar Manolo, en la calle Calzada. Cuando era pequeño no lo percibía tanto, y cuando ya empecé a cogerle el gusto a la música, me empezó a molar mucho la música en directo.

¿Y en tu caso, Jani?

Jani Curtis: En mi caso fue una cosa extraña porque en mi familia siempre ha habido mucha música, aunque yo en casa con mis padres y mi hermana a lo mejor no me diera cuenta. He tenido familiares que han tocado en grupos que han conseguido cierto renombre en el pop nacional, por ejemplo, Sonica.

Yo empecé a descubrir el rock con los amigos. Escuchábamos heavy nacional como Barón Rojo, Obús, etc., y eso ya fue lo que despertó el gusanillo. Cuando mi padre se dio cuenta de que a mí me empezaba a gustar lo que él había mamado en los años 70 y 80 me llevó a ver miles de conciertos. Cuando tenía 16 años, pensé en que ya podía trabajar y me puse a sacarme un dinero en el restaurante de un amigo y me compré un bajo.

¿Por qué el bajo?

J: Quizá por influencia de la música electrónica, que era lo que se llevaba a finales de los 90 y principios de los 2000, o incluso por la música rap. A mí me encantaba esa potencia que aportaba el bajo.

Dio la casualidad de que conocí a Viktor y que encima le gustaba la misma música que a mí, cosa muy difícil en aquella época. Era muy complicado que le gustase a alguien el heavy.

¿Y por qué eliges el nombre de Jani Curtis?

J: Me lo puso esta gente, en realidad.

M: Una vez que iba ciego le dije «Tío, tú no puedes llamarte Jose Carlos. Ese nombre no podemos ponerlo en un disco. Tú tienes pinta de Curtis [risas]».

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¿En qué momento empezáis como grupo?

J: Nosotros empezamos cuando yo me compré el bajo y él la batería. Conocimos en el instituto Pedro Espinosa también a Marcelo, que también tocaba la guitarra y montamos la banda. Empezamos tocando canciones de los Red Hot Chilly Peppers. Él lo tuvo que dejar por las circunstancias, el cantante también tuvo que dejarlo…y ya llegó el punto en el que nos juntamos con Momo. Eso tuvo que ser alrededor de 2010. Unimos las influencias que traíamos cada uno y desarrollamos nuestro camino, que en el aquel momento era el hard rock.

Montáis el grupo y lo llamáis Röxane’s Höuse. ¿De dónde sale este nombre?

V: Hicimos una lista enorme de nombres. Yo creo que al fin y al cabo los nombres se encuentran, no se buscan. El nombre surgió cerca del distrito de la luz roja de Amsterdam en la fachada de un establecimiento…de mujeres que fuman [risas]. Era un edificio abandonado y había varios grafitis escritos en la fachada. En uno de ellos ponía en rojo Roxane’s house, y pusimos el nombre en la lista.

M: El nombre está bonito porque elegimos un nombre al azar, pero el nombre, al ser femenino, ha sido una buena influencia. Yo recuerdo que, cuando empecé con ellos, teníamos un concepto de banda. ¿Qué es Röxane’s House? Una casa de «citas»…

V: ¡Casa de PUTAS! ¡Dilo ya! ¿Aquí hay censura? [Risas]

M: Lo que quiero decir es que nos travestíamos casi y la estética era un poco de puteros. De hecho, acuñamos el término «Hard rock putero». Ese era nuestro rollo. Tocamos bastante bien por Andalucía pero éramos muy alcohólicos. Lamentablemente, no hay mucho público de ese estilo.

¿Grabasteis algo en aquella época?

Hay algo en Youtube. Lo único que se puede ver de nuestra etapa final en Antequera es un vídeo del último concierto que dimos en la Plaza de Toros cuando tocó O’funkillo. En el vídeo tocamos la antigua versión de Foxy Girl con Jesús de la Torre. De hecho, nuestro primer single de lo nuevo ha sido grabar el principio de algo diciéndole adiós a lo de antes. Al final, suena a glam rock. Hay mucho punk, mucha estética de fiesta…más de cadera…más putero, en definitiva.

¿Entonces la idea inicial del grupo es la de rock putero?

M: Y la final.

V: En cierto modo nos gustaba ese rollo de leyenda del rock que toca, que gana millones…

M: Pero nos ha trasvestido. Pasamos de ser los tíos que van a la casa de putas a ser las putas.

¿Y llegasteis a sacar algo oficial?

M: Oficialmente no. Cuando entré, tenían algunas canciones bien grabadas en Myspace, pero no sé si seguirán online.

J: Tampoco llegamos nunca a decir «esto es lo que está en nuestra cabeza». Grabamos temas una vez en Málaga, pero no dimos con algo que quisiéramos grabar y sonase como queríamos que sonase. Lo tuvimos que desechar. Por ejemplo, el single que hemos sacado ya está ahí. Todavía le falta un paso más, que creo que será lo siguiente que grabemos. Será el comienzo del camino que hemos decidido llevar allí en Colonia.

En 2013 emigráis a Colonia (Alemania), lo que marca un punto de inflexión en vuestra carrera. Os marcháis los tres y vuestro vocalista se queda en España. ¿A qué se debe este cambio de aires?

M: Contubernio judeomasónico [risas].

J: Se puede llamar casualidad o destino. Momo se encontró a un chaval de Colonia haciendo autostop.

M: Una tarde, un buen amigo de Antequera, que es conocido mundialmente como Gula, pero para mí es Iván, y yo fuimos a Martín de la Jara a coger hierba. Fíjate, la hierba es como un núcleo [risas]. Me lo encontré haciendo autostop y me pareció raro porque es un pueblo muy perdido. Le dije a «Si a la salida siguen ahí, los recogemos». Y allí estaban. El tío hablaba un español de mierda y mi inglés era lo peor, pero encontramos un punto en común, que fue que estaba sonando en mi coche Led Zeppelin y el tío nos contó que era batería. Lo invité a Antequera y empezamos a tocar con una conexión asombrosa. Nos hicimos muy colegas y me invitó a Colonia y cuando llegué allí, me quedé flipando. Pensé «Joder, aquí hay cultura, otra manera de pensar…»

Tuvisteis problemas para encontrar local de ensayo…

M: Para todo. Ten en cuenta que nosotros nos fuimos con una mano delante, una detrás y un amigo.

J: Al menos era un amigo alemán, que son buenos amigos.

M: Al mes ya teníamos curro, teníamos casa, cosa bastante difícil…

¿Cómo os está tratando la lengua alemana?

M: Ahora es cuando estoy espabilando un poco porque tengo un círculo más alemán alrededor. Jani es el que tiene mejor nivel pero Viktor tiene más desparpajo porque habla con el que sea y lo que le da la gana…

V: Una cosa que me reprochan, y que es verdad, es que cuando ya tenía un nivel básico, empezaba a hablar y a tirar palabras al vuelo a ver si colaba [risas].

¿Qué ambiente cultural os encontráis en Colonia?

J: Ya el primer día compartimos piso con un chaval que es dj de música psicodélica con un toque de garage. El chaval tenía instrumentos en la cocina, que allí suele ser como aquí el salón.

M: La música nos llevó allí y nos envolvió.

J: Después, a la semana empezamos a ir a conciertos, a locales de ensayo…

M: De hecho, allí hay una tienda de música que se llama Music Store, y nosotros íbamos allí a echar un rato tocando.

V: Tiene una planta para cada músico.

M: También tuvimos una flor en el culo. La primera vez que tocamos fue en una de las mejores salas donde toca lo mejor de lo mejor. Allí ha tocado, por ejemplo, Vetusta Morla. Fuimos teloneros de un grupo húngaro, que eran como los Barón Rojo de Hungría, y estaban haciendo su gira 30 aniversario. Así que nuestro primer público allí fueron húngaros.

J: Pero húngaros locos, que venían de todas partes de Europa. Yo estaba flipando.

M: Creo que no he tenido mejor público en mi vida. Rompían las botellas en el suelo…

V: Tenían una energía brutal. Al terminar, uno de ellos me dijo superciego «Eres el mejor batería de la historia», «Sois la mejor banda de rock  que he visto en la mi vida». Eran superdivertidos.

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¿Qué influencia ha tenido Colonia en The Roxanes?

V: Una influencia total. Al principio, no salíamos por las noches por la música que les gustaba a nuestros colegas; luego empezamos a salir por nuestra cuenta y la oferta de Colonia es genial y de cualquier estilo musical. Por allí pasan muchas bandas legendarias y bandas locales de Alemania y el resto de Centroeuropa.

M: Yo ya venía influido por el garage y el rock ‘n roll y en Colonia nos encontramos una gran escena garagera a la que pertenecían nuestros colegas. Somos fiesteros, nos gusta que la gente baile con nuestra música y nos gusta bailar con nuestra música.

Lo positivo es que todos venimos de otros mundos y somos tan libres que podemos tocar una canción punk después de una canción soul y después tocar el rock ‘n roll más típico del mundo.

V: Nos acercamos a una peña garagera de Colonia que cada vez que salimos de marcha vamos con ellos. Estamos escuchando mucho rollo garage.

M: Y dentro del garage con una clave muy guay que es la suciedad y los pocos medios, que es algo que nosotros traíamos ya.

¿Y cómo han recibido allí vuestra música en Alemania?

J: Lo que más se llevó la gente, sobre todo al principio, fue el desparpajo y naturalidad, pero con la suciedad del rock ‘n roll. Allí, por ejemplo, ves muchas bandas que tocan géneros más vivos y viscerales, pero luego son bandas más estándar. Es un poco refrito. Nosotros somos más abiertos. No tenemos ninguna etiqueta. Nosotros demostramos tener toda la amalgama de la música que nos ha influido más la diversión que le aportamos.

¿Qué echáis de menos de España?

V: Sencillamente la gente. Uno puede ser buen amigo de un alemán, pero echo de menos el desparpajo. Me encanta pasar por un pueblo y que alguien pase delante tuya y te desee buenas tardes con toda naturalidad. Aparte, el sol, la playa, las chicas, pero sobre todo a la gente, en general.

¿Qué tal las alemanas?

V: No está bien generalizar, pero la mayoría son un poco muebles. A ellas les falta mucha mímica.

M: Es como cuando vas a un museo y ves un cuadro; tienen mucha belleza pero no tocar.

V: En Andalucía la gente no habla solo con las palabras, sino que mueve las manos, te baila, se pone de rodillas, ¡te toca! Aquí tenemos la cabeza abierta a todo. Eso creo que es lo que les falta allí.

Momo, tú me decías que lo que más echas en falta es la luz.

M: El clima allí es un coñazo. Tenemos muchos amigos del norte de España que nos dicen que el clima en Alemania es similar al de Asturias o el País Vasco, pero a nosotros nos afecta mucho más. Ya hay diferencias entre Málaga y Antequera, así que imagínate.

¿Os ha afectado el clima al ánimo?

M: Yo creía que no. Yo decía al principio: «Yo tengo guardado el sol de mi tierra en el pecho de tantos años como una placa fotovoltaica», pero luego ves que no.

V: Te chupas un invierno gris y oscuro y cuando sale el sol cambia todo el mundo.

J: No es que salga el sol; es que no haya nubes. Tienes que ver algo azul.

M: Tienes el techo muy cerca y siempre es igual.

¿Y tú qué echas en falta de aquí, Jani?

J: La manera de vivir el tiempo. Allí yo vivo tenso. Estoy todo el rato pensando «A esta hora tengo que estar allí, luego tengo que coger el tren a esta hora», y no vivo relajado. También es por la vida frenética de la ciudad y el trabajo. Yo, por mi trabajo, dependo mucho de los tiempos; encima los plazos a veces no son de días, sino de horas.

El alemán es muy planificador. Yo recuerdo que cuando vivía allí te avisaban para los cumpleaños con un mes y pico de antelación.

M: Tengo la sensación de que la banda ha adoptado esa filosofía de curro. Cuando organizamos una gira por España, dos semanas antes el tipo de la sala no lo tiene claro o no te han dado el visto bueno. En Alemania, meses antes ya sabes cuándo vas a tocar y todos los detalles.

En 2015, os cambiáis el nombre de The Röxane’s Höuse a The Roxanes. ¿A qué se debe este cambio?

J: Al cambio que habíamos vivido allí. Cambiaron las personas, cambió la música… Hubo un crecimiento de la banda y un crecimiento personal nuestro. También por acortar el nombre.

M: Antes le poníamos la diéresis, que era una especie de tributo a Mötley Crüe, pero eso en Alemania no funciona porque la utilizan habitualmente en su idioma.

En 2015 incorporáis también a un nuevo miembro al teclado, Pep’s 52. ¿Qué nos podéis decir de él?

M: Introdujo unos arreglos de teclados hammond para comerselo y un piano incisivo que se te clava en el alma. Es un tipo que tiene una trayectoria amplia. Ha estado tocando y girando con bandas como The Moonstones o The X Ray Harpoons.

Este año habéis sacado el EP The Roxanes en vinilo. Incluye dos canciones: Foxy Girl en la cara A y One of those days en la cara B. ¿Cuál es el proceso de grabación de este disco?

M: Nosotros tradicionalmente hemos hecho canciones que nunca se han terminado de cerrar y las hemos cambiado una y otra vez. Foxy girl fue una de las pocas canciones en las que llegamos a un cambio que nos satisfizo a todos. La grabación fue con Jebediah El Látigo Gordon, David Solar, de Rota, que fue un descubrimiento maravilloso porque en nuestro primer concierto en Colonia él ya estaba de técnico de sonido. Yo recuerdo con mucho cariño un momento en mitad del concierto en el que le dije «Árbitro, esto no arde»; si tú le dices eso a un tío de Navarra, te va a mirar extrañado; él se acercó y me dijo «¿Quieres más volumen en el monitor?»; eso no lo entiendes si no eres andaluz; tenemos una idiosincrasia maravillosa.

J: Este tipo fue el que nos realizó la grabación en nuestro local de ensayo, con los medios que él tenía, y nos lo ofreció sin pagarle nada.

M: Fue como una asimilación al grupo. Entró en el grupo como técnico de sonido directamente. Le propusimos que fuera nuestro manager porque era la redondez perfecta: un tío de Cádiz, con mucho vivido en la música, con mucha labia, que sabía alemán…Pero le parecía que era mucho trabajo para él.

El disco lo publicáis en vinilo. ¿Estamos viviendo un resurgimiento del formato?

M: El resurgimiento vino hace diez años, ahora está instalado allí junto al Cassette. Por eso nosotros no tenemos publicado tanto en internet, porque a nosotros hay que vernos en directo. Tengo muchos colegas con cuarentitantos años que me cuentan el ritual para comprarse un vinilo: ahorrar muchos meses con la paga que pueda tener un niño, y llegar a comprar un disco que ni siquiera sabe si le va a gustar, solo porque alguien se lo ha recomendado o porque le mola la portada. Al final te tiene que gustar después de tanto esfuerzo y ritual.

Creo que hemos vuelto a los matices del arte. Es un trabajo mucho más conseguido un LP que lo tienes aquí, lo manoseas, lo hueles…En Alemania hay mucha cultura de lo vintage también.

Hay mucha controversia sobre el tema de la calidad. Yo he hablado con técnicos de sonido que me dicen que realmente no hay un peso grande, pero estamos hablando de algo físico y de algo como lo digital que te roba ciertas ondas, ciertas frecuencias, que hace que escuchar un disco en vinilo sea mágico. Eso aparte de la magia de abrir el disco y demás.

J: Nos lo planteábamos cuando recibimos la masterización de Sage Audio. Nos enviaron dos versiones: una digital y otra en vinilo. Cuando escuchamos la versión en vinilo pensamos «Joder, cómo suena esto».

M: El sonido tiene más pegada. Es más directo. Cualquier banda pasional tiene que escucharse en directo. Te tiene que golpear el bombo en el pecho.

V: Te voy a dar una exclusiva, fíjate. Probablemente el siguiente EP lo grabemos en directo. No sabemos qué métodos en concreto, pero nos hemos dado cuenta de que sonamos mejor así.

Otro de los encantos del vinilo es la carátula. ¿De dónde sale esta maravillosa portada?

J: Mano de Migue Lobato, un pedazo de ilustrador y de punk. Es un pedazo del punk de Málaga. Lleva muchos años metido en la música y también es un gran diseñador. Era hermano de un amigo, lo conocí, nos gustaba la misma música y ya se convirtió en mi amigo también. Él nos pregunta lo que nos gusta, referencias y cuál es la idea que vamos a llevar y ya con eso se ha marcado esta pedazo de portada. Además, la portada tiene un toque de puerto con el marinero que puede recordar a Hamburgo o incluso a Málaga.

¿Dónde se puede comprar el EP?

M: En Antequera se puede encontrar en Discos Sónar y en el pub Le Bistrot.

En Granada está disponible en el Lemon Rock Hostel, el Subterránea, en Discos Marcapasos y en Bora Bora.

También os lo podemos mandar si contactáis con nosotros.

He observado que en vuestro grupo es muy importante la imagen que desplegáis en el escenario. ¿Qué referentes estéticos tenéis?

V: La estética nos viene del glam setentero.

M: De esa estética del viejo local de putas y los cuellos largos. Al final, nos dimos cuenta que eso era glam: trasvestirnos como David Bowie.

V: También es una estética muy funky, muy colorida.

¿Y tus peinados de dónde vienen, Momo?

M: Vienen de que soy un tipo camaleónico. Cuando me veo en el espejo llega un momento en que me apetece cambiar. Además, el pelo da también alegría.

V: Donde hay mata hay patata [risas].

En vuestros conciertos movéis muchísimo a la gente y se lía tremendamente. ¿Qué anécdotas nos podéis contar de conciertos?

M: Uno de un húngaro que se cayó, que además coincidió con un platillazo [risas]. El vídeo está en Youtube.

V: Una vez en La Lagunilla un hombre al que le faltaba una pierna se subió con nosotros a bailar en el escenario. Las anécdotas son infinitas.

M: Es muy destacable el concierto que dimos el viernes. Fuimos dinamita, simplemente por estar en la capital. Me dijo un colega el otro día: «Hay que ver que te hayas tenido que ir a Alemania para que te llamen de Madrid para tocar». Nadie es profeta en su tierra.

J: Ese concierto fue la tensión del punk. Salía un tema e inmediatamente íbamos a por otro corriendo.

M: Es el trabajo de mucha tensión acumulada, el estrés, la vida cotidiana allí que es bastante funesta. Fue maravilloso llegar a una ciudad como Madrid y ver que la gente se mueve y flipa con lo que estás tocando.

Me habláis de hacer rock putero pero no me contáis ninguna anécdota sobre chicas…

V: Eso sería para otra entrevista…para cuando ganemos pasta y podamos aguantar un divorcio [risas].

M: Piensa que somos tres nabos en un escenario. Naturalmente también ha habido tensión entre nosotros de mujeres que han estado en medio…

¿Quién compone las letras?

M: Todos. Somos una democracia. Y eso es muy difícil.

V: Hemos llegado a un punto en que cada uno llega con una idea en mente, la enseña y la hablamos entre todos.

M: Lo bonito es que ahora hemos encontrado un punto en común. Igual que los astros se movilizaron para que nos fuéramos a Colonia los tres juntos, igual se han movilizado para que encontremos un punto en común bueno para todos. Viktor, por ejemplo, últimamente tiene una faceta muy soul que a mí me encanta, la canta con una pasión que no tiene precio. Con nosotros puedes escuchar una canción soul, luego una canción punk, y luego una canción garagera. Al final, la unión de todo esto es que te hace menear las caderas.

V: Nosotros estamos ahora en un punto céntrico, pero es cierto que cada uno le pega a un estilo concreto. Curtis es el punk porque es un macarra. Él llega con una cosa punk, lo trituramos, yo le doy mi toque soul y Momo le da su toque frankzappero.

J: Lo bueno de ser tres es que la cuerda no se rompe. Al final, siempre es mejor llevarlo entre tres que entre dos. Encima lo bueno es que somos abiertos.

M: El tema de ir a Colonia con un objetivo común también nos ha unido más. Contarnos los problemas que podamos tener allí nos une mucho.

V: Esa furia también se plasma en las canciones. Como latinos tenemos ese carácter de necesitar desfogar.

M: Nosotros lo que queremos es divertirnos con el rock ‘n roll y divertir a la gente. De hecho, si se puede vivir o malvivir de esto, perfecto.

J: Yo prefiero malvivir del rock ‘n roll que vivir de mi trabajo y tocando poquito. Prefiero pegarme dos meses de carretera y no tener dinero para volver.

M: Hay formas de pago que no son dinero. Normalmente la gente no lo entiende.

J: La gente de fuera de la música no entiende que esto no es por dinero, porque si lo haces por dinero te quedas en tu casa. Yo no voy por ahí a ganar dinero, y menos en España.

M: A mí hay una frase de un concierto de Sabina que me encanta. Después de una canción, lo aplauden un montón y dice: «Joder, además de cobrar, me pagáis». Es muy bonita y además es verdad.

V: Nosotros buscamos la felicidad: música, alegría, peña y con un poco de suerte algo de pasta. Viajas, conoces gente, estás en contacto con una cultura que desconoces y a la que cada vez entran más grupos.

M: Esa es otra cosa bonita de Colonia. Formas parte de un circuito que te rodea. Nosotros hemos coincidido con gente de México, de Italia, de España. Gente con la que puedes hablar de tú a tú con una cerveza en medio.

Hablemos ahora de Antequera, a la que volvéis con cierta frecuencia. ¿Créeis que es un hoyo?

V: Yo siempre me he sentido como en casa. Cuando me he ido, siempre que he vuelto ha sido una alegría total. Es verdad que cuando estás siempre fuera, tu casa se te queda pequeña. Pero no es porque sea un hoyo, sino que es el síndrome del viajero. Uno tiene la sensación de que Antequera no cambia, pero aquí hay un montón de peña metida en la música y que siempre ha estado al pie del cañón: nuestros amigos y familia, nuestros bares. También es normal que te parezca un hoyo si nunca has podido salir.

M: Yo sigo tratando a Antequera con ese calificativo. La gente de nuestra generación siempre la hemos llamado así. Todo viene de aquella época baldía en la que no había nada. Solo había un grupo. A finales de los 90, hubo el punto de inflexión de la gente mayor que estaba terminando de criar a sus hijos y esos hijos están empezando a salir a la calle y a manifestar esas ganas de música. No es un «joyo» para nada. Por su idiosincrasia tiene ciertas carencias, pero ya desde el rollo musical que hacía Cambayá hace 40 años hay tradición aquí.

O incluso desde antes. ¿Tú te acuerdas del viejo «Linternas» del Cine Torcal? Que se retiró hace unos 3 o 4 años. Ahora el Chico Sandoval es el Linternas de allí. Una vez que toqué allí me contó que construyó la primera guitarra eléctrica que hubo en Antequera. Yo me quedé flipando. Estamos hablando de principios de los 60. Claro que ha habido cosas en Antequera: The Shouting Market, Noise Pattern… En rap ha estado Kone, Kamoh, Dagio…Siempre ha habido movimiento. Chipi, por ejemplo, ha sido la unión entre la vieja guardia y nuestra generación. Él ha traído mucha gente. Con Roxane’s Höuse tocaron con Cápsula, que es una banda que toca con Pearl Jam en Argentina, que ha tocado en Seattle y todo el mundo; es un pedazo de banda. Hemos tenido la suerte de verlos cuando eran una banda desconocida. Lo positivo es que ha habido relevos. Es posible que nuestra generación tenga en el futuro más poder adquisitivo y podamos invertir en ese tipo de cosas. Antequera, para lo que es y para donde está, chapó.

J: Yo creo que, como todo hoyo, se crea porque hay muchos topos que intentan crear túneles por debajo y se va hundiendo. Al final, la gente quiere vivir encima de la tierra, no debajo. Hay gente que, a pesar de todas las limitaciones, como la gente de Le Bistrot, que ahora van a tener dificultades para celebrar conciertos, siempre acaba sacándolo adelante. Si no es el Lebis, estuvo la Cazuela de Hierro, Cambayá ha revivido lo de los conciertos…Al final con el arte que hay aquí, que realmente hay mucha gente interesada en la música, acabará surgiendo siempre algo nuevo. Aunque quizá no llegue al nivel que nos gustaría a todos, siempre va a estar cerca.

M: Un punto evidente de crítica negativa. Hace falta público y que la gente se conciencie porque tienen cultura. Aquí hay movimiento y estoy harto de escuchar lo de la falta de público. Aunque toque un grupo que no es tanto tu rollo, tienes que apoyarlo. No pasa nada por pagar una entradita de tres o cinco pavos.

J: En eso me gustaría hacer hincapié: el tema de la puta entrada. A nosotros nos pusieron tres euros de entrada en Cambayá porque ¿qué van a hacer? Es necesario para abrir ese pedazo de sala. ¿Qué son tres o cinco euros para tu economía? A Cambayá vinieron El lobo en tu puerta y dieron un concierto acojonante y no vino nadie.

Alberto Alcalá me hablaba en una entrevista de aquella época hace 10 años cuando la mayoría de jóvenes en Antequera eran o canis o pijos y los dos grupos estaban en contra de ellos, que eran los pelúos. Vosotros sois más jóvenes que la generación de Agus y un poco más que la de Alberto. Alberto me decía que ve más apertura de mente en los jóvenes que ahora puedan tener entre 18 y 22. Ahora, se puede encontrar a un punkarra que tenga conocimientos de reggae, a un rastas que tenga conocimientos de heavy…¿Cómo habéis vivido vosotros esta última década?

J: Nosotros hemos vivido la transición musical. Está bien que la gente sepa más, pero que se dejen ya de tanto saber de Wikipedia. Estoy harto de ver gente que sabe mucho, pero después no va a los conciertos. Me la suda todas las bandas que conozcan del punk si luego viene un grupo punk y no lo van a ver.

V: Yo creo que podemos resumir todo lo que ha dicho Curtis en una palabra que está ahora muy de moda: el postureo. Y hay muchísimo.

M: Hoy en día por el tema tecnológico tenemos acceso a mucha música. Ves a un chaval con camisa de cuadros que resulta que le gusta Ska-p. Eso tiene su parte buena y su parte mala. La gente de los 70 y los 80 pasaba por un via crucis para comprar un disco que después lo mismo no les iba a gustar. Ahora es todo lo contrario: es un postureo muy superficial.

¿Qué esperáis del futuro?

M: Recorrernos las carreteras, tocar y ganar experiencia. Queremos disfrutar de la música y que la gente disfrute con nosotros.

J: No vivir de la música, sino vivir la música.

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Autor: @danisoler
Fotos: Pablo Ariza

Luis Olmedo: «Lo bonito de la magia es verla sin buscar los hilos de la marioneta»

Dicen que la clave del éxito es una mezcla de trabajo, suerte e inteligencia. Solo un análisis a posteriori nos permite conocer la causa del destino de un artista.

En el caso del mago Luis Olmedo (1989), no cabe duda de que sus logros no han surgido por arte de magia, sino a través del trabajo constante. Antes de ser ilusionista, Luis fue durante muchos años portero de balonmano, deporte que abandonó hace tres años por su pasión y profesión: la magia. No obstante, ha conservado el espíritu de deportista; en su discurso son recurrentes palabras como ganar, perder, autosuperación, objetivos…Si miramos a su palmarés, está claro que es un campeón nato: en 2014 fue Premio Nacional de Cartomagia, ha ganado el Premio Latinoamericano celebrado en Uruguay en 2015, la Medalla al Mérito en Londres, el Premio Páginas 2015 y ha sido Mago del Año en 2016, entre otros muchos más logros.

Sin embargo, los premios no son, ni mucho menos, lo que ha marcado la trayectoria de Luis. Su historia es más bien la de una conciencia autoexigente que no cesa en su empeño hasta quedar satisfecha.

El sol pega sus últimos coletazos en una tarde de miércoles en Antequera. Luis me recibe junto a su pareja, Nagore, y paseamos por el casco antiguo de nuestra ciudad: caminamos por las Termas Romanas, la Colegiata de Santa María, el Arco de los Gigantes…Me habla de la suerte que tenemos de hacer la entrevista en esta preciosa ciudad, recién bendecida por el reconocimiento como Patrimonio Mundial de la Humanidad. Sus monumentos son un magnífico telón de fondo para la sesión de fotos.

Más tarde, paramos a tomar unas cervezas en la terraza de la cafetería Marengo, en la plaza de las Descalzas.

Luis, ¿qué pensabas de pequeño cuando veías un truco de magia?

Que era un pasote. Yo nunca me preguntaba cómo iba. Nunca he tenido la curiosidad de pillar el truco. Simplemente disfrutaba. Desde pequeño ya me gustaba la sensación que causaba.

¿Cuándo empezaste a interesarte por hacer magia?

La curiosidad viene de cuando vi el programa Nada por aquí, que lo echaban en Cuatro. No había sábado que me lo perdiese. Empecé a buscar por internet pero me aburrí porque no encontraba nada que se pareciera a una formación más sólida.

Cuando realmente me planteé lo de hacer magia fue cuando un compañero de la universidad me hizo unos juegos de magia y le pregunté que cómo podía empezar.

¿Recuerdas en qué consistían estos juegos de magia?

Me hizo dos. Uno de monedas de plata que cambiaban a cobre y otro en el que hay una baraja azul de la que yo sacaba una carta que se convertía en roja y luego yo cogía otra carta y la roja se transformaba. Una pasada.

Rápidamente empiezas a hacer tus primeros trucos. ¿Qué referentes tenías en esos momentos?

En España tenemos una cuna brutal, especialmente en la magia de cerca, donde somos una potencia mundial. De nombres concretos puedo mencionar a los tradicionales Juan Tamariz, Arturo de Ascanio, Pepe Carrol, Camilo… De las generaciones más modernas, Miguel Ángel Gea, Dani DaOrtiz, del que he aprendido muchísimo porque es también de Málaga (Estepona), Manuel Montes… Además, sigo aprendiendo de la nueva generación que estamos saliendo, somos muy amigos y aprendemos unos de otros.

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La verdad es que yo soy muy ignorante en esto de la magia. Me imagino que al principio empezarías copiando trucos de otros magos y luego a diseñar los tuyos propios, ¿no?

Yo siempre he pensado que para crear tu propio trabajo lo adecuado es aprender primero lo que existe y luego crear tus propias composiciones. En música, creo -si me equivoco que alguien me corrija y me mate (risas)- que el método adecuado suele ser aprender obras clásicas o de otras personas para coger ritmo y luego aplicar ese conocimiento a tus propias composiciones. Yo con la magia igual. Primero aprendo los métodos, los mecanismos internos, los procesos externos, el trato con el espectador y luego le voy dando mis detallitos a los juegos que ya conozco de otros magos. Por último, llega el momento en que, si eres exigente, das un paso más y haces tu propia obra. En ese camino estoy.

Me hablas del trato con el espectador. ¿Con qué tipo de público te sientes más cómodo?

Con los adultos. Entre 20 y 50 años. Controlo mejor sus procesos internos cuando estoy haciendo magia. Aunque no tiene que ser esa edad. Me he encontrado a niños con alta sensibilidad y con personas mayores que han respondido igual de bien.

Me imagino que al acompañar tus trucos con una especie de juego con el público, el contenido de ese monólogo puede que no sean tan apto para niños…

Cuando yo digo que no hago magia para niños no es porque sea mal hablado ni porque el espectáculo tenga nada de obsceno, pero es cierto que la magia infantil es otra especie porque los niños necesitan otras motivaciones. Para un niño lo normal es que vueles. También tienes que cambiar el guion. Yo meto mucha filosofía, citas de películas, historia, poesía, etc. Todo eso unido a que la magia de cerca no es lo que más impresiona a un niño, te obliga a cambiar la perspectiva. Uno tiene que adaptarse a su público.

El otro día vi una entrevista a Juan Tamariz donde decía que la psicología del público era esencial en su espectáculo. ¿Qué influencia tiene la psicología en el tuyo?

En mi caso, muchísima. Uno tiene que entender a su público y saber lo que está sintiendo. Para mí una actuación de magia no consiste en que yo te enseño una serie de cosas que tú no conoces, sino que se trata de andar un camino pero todos juntos. Si yo ando ese camino solo y el público lo anda a 20 metros y de noche, yo conozco el camino porque lo he transitado muchas veces, pero el público no. Si yo no sé dónde están ellos, el espectáculo se pierde. Para eso hay que empatizar. El mago que no se lo plantea se está perdiendo una parte muy importante de la magia. Es la diferencia entre ser un artista y un artesano. Hay gente que hace las cosas muy bien, pero se queda simplemente ahí y no busca conocer las reacciones de su público.

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¿Alguna vez te ha pillado un truco un espectador?

Que yo me haya dado cuenta no, pero seguramente. Sobre todo en magia de cerca, que hay veces que se te puede escapar algún detallito.

Depende también del tipo de espectador. Yo por mi parte jamás he tenido problemas en ese sentido. Habrá alguno que vaya buscando los hilos de la marioneta y a veces los encontrará. Lo bonito del asunto es que él mismo sienta que no tiene que buscarlo.

En 2014 ganaste el Premio Nacional de Cartomagia después de un intento fallido en 2013. ¿Qué sentiste tras recibir el premio? Cuando uno se frustra con algo y luego lo consigue la recompensa suele valer el doble.

Además, yo soy muy de pensar «No me ha salido. No pasa nada. Esto va a salir». Cuando se me mete un objetivo en la cabeza tengo que conseguirlo. En Guadalajara en 2013 fue mi primera experiencia en un congreso tan grande y, además, iba a concursar. Estaba un poco verde, el número estaba bien técnicamente pero le faltaba mucho en muchos aspectos. Es como una película a la que le faltaba guion, la dirección no estaba bien hecha, había fallos de raccord…A pesar de todo no salí mal. Los concursos de magia van por puntuación. Me quedé último porque el nivel era muy bueno y yo me fui jodido para mi casa. La primera vez siempre vas con las expectativas porque no sabes lo que te vas a encontrar. En el tren para allá iba diciendo «¿Te imaginas que me traigo un premio?» Y cuando no dijeron mi nombre fue duro. En ese momento toca ser realista y pensar que la culpa la tiene uno.

Incluso el hecho de que no ganases en 2013 y te quedase ese resquemor puede haber contribuido a que ahora seas mejor.

Cuando no se gana, se gana. En ese sentido creo que tengo la cabeza bien amueblada. Cuando no he ganado lo que he querido, he dado las gracias por no ganarlo porque después siempre viene algo mejor. Una tortita de humildad te ayuda a remontar.

En Cáceres, yo salía el último y estuve tres horas metido en el camerino viendo cómo actuaban los demás delante de 400 magos. Salí, actué, salió todo genial, vi la reacción del público, me metí en el camerino, me quité la chaqueta y pegué un grito de satisfacción. Venía la gente a decirme «Tío, te lo llevas» y yo pensaba «Me da igual. Este año me da igual». Eso es lo que me ha ido pasando con todos los concursos. Cada vez que he actuado lo que me interesaba ha sido salir satisfecho. Si luego viene un premio o no depende de muchos factores: de un jurado, de quién se haya presentado, del puesto en el que te haya tocado. Yo lo que quería es estar satisfecho con mi trabajo.

Para el concurso de Cáceres literalmente no pude hacer más. Yo llegaba a casa del trabajo y ensayaba, me levantaba a las cuatro y media y ensayaba. Yo lloré de la alegría porque salió bien y encima me lo reconocieron. Es algo que anima a seguir trabajando.

Tu especialidad es la magia de cerca, pero también has tenido tus coqueteos con el escapismo. En 2015 realizaste una de tus grandes hazañas en el acuario Sea Life de Benalmádena. Se trataba de un número en el que te ataban con unas cadenas, te metían en un saco, te sumergían en el mar y tenías que lograr salir en un minuto. Cuéntanos cómo te interesaste por el mundo del escapismo y cómo se desarrolló esta actuación.

Fue un reto creativo. Me llamó la jefa de marketing de Sea Life, María Morondo, y me dijo que era el 25 aniversario del Sea life y que querían hacer algo televisivo. Concertamos una cita. Le pedí que me dejara ver el acuario. Su propuesta era hacer magia bajo el agua. Lo primero que me imaginé fue a mí mismo con un traje de neopreno, una bombona y haciendo magia con cartas especiales de plástico debajo del agua. Llegué al acuario, íbamos paseando y vi un tanque de unos tres o cuatro metros de alto con tiburones blancos. Cuando llegué a mi casa le mandé la propuesta y se lo conté mi novia, que me quería matar [Mira a su novia y ríen]. Me lo aceptaron al momento. María me llamó y me dijo: «¿Tú de verdad puedes hacer esto?»  y le respondí «No es que pueda; es que lo voy a hacer» . Ella me dijo «Si puedes hacerlo, ciérralo» .

A mí no me gusta limitarme a mi campo, así que todo lo que me sirva para aprender lo voy a hacer. Ese tipo de escape obviamente no lo voy a hacer todos los días, pero sí me ayudó mucho.

Al final lo conseguiste y tuvo mucha repercusión. Creo que salió en el programa de Susana Griso…

Creo que sí. También salió en Andalucía Directo. Iba a salir incluso en España Directo pero hubo la desgracia de que esa semana murieron los dos espeleólogos en Marruecos. De hecho, lo aplazamos para la semana siguiente por el accidente de Germanwings. Justo esa semana mueren los espeleólogos pero ya lo teníamos programado, así que decidimos hacerlo. Es un fastidio porque en esa situación no te gusta actuar; hay cosas más importantes de las que informar, así que nos basamos en las televisiones locales de Málaga.

¿Cuál es tu proceso de creación?

Tengo varios: hay veces que simplemente pienso en construir un juego aislado como forma de diversión. Me imagino un efecto y lo hago. Por ejemplo, en el caso de las cadenas. Yo pienso: «¿Cómo me puedo montar la película para que yo me ate, me encadene y me escape?» Entonces ahí no tengo un método, sino un efecto. Después investigo lo que sea necesario para llegar a resolverlo.

Por otro lado, la técnica que estoy empleando más estos últimos años: Veo mi espectáculo y empiezo a pensar en las emociones que faltan. Imagínate que me gustaría que hubiera un juego con dinero en el que el espectador apostara. Sobre eso leo y me inspiro en mil cosas.

¿Qué momento vive la magia en España?

Yo creo que está pasando un buen momento. Por suerte, la magia está muy presente en la televisión. Quizá no en la forma y cantidad que me gustaría, pero más vale poco que desaparecido. El hormiguero, por ejemplo, tiene su propia sección de magia. Que esté en televisión siempre ayuda. Aunque sea utópico, me gustaría que se culturizase un poco a la gente sobre que hay muchas especialidades. Es una labor de campo que no solo depende de los magos, sino también de las instituciones. Cuando dices que eres mago, la gente no sabe si haces magia para niños, si sacas palomas de la chistera…

En España ahora estamos superando una crisis poquito a poco y creo que se empieza a notar porque nos vuelven a contratar y la gente vuelve a interesarse. Por desgracia, la magia, como el resto de las artes, es un lujo. Esta frase debería ser al revés: «Por suerte, no es un lujo». La gente no va fácilmente a un espectáculo de magia o de teatro. Hay que atraerla. Sin embargo, cuando te contratan para amenizar un evento con magia no deja de ser algo accesorio que, sin ser protagonista, llena mucho.

Ahora también se están creando salas especializadas en magia, cosa que nunca había existido. Los magos también nos estamos preocupando mucho más por potenciarlo. Queda mucho trabajo por delante por parte de los magos y del público y, por último, de las instituciones.

¿Y se vive de la magia en España?

Sí. Pero es como todo. Como he estudiado Comunicación, conozco más o menos el mercado. Tú tienes que exigírtelo. Si de verdad tienes un sueño y te lo crees, puedes vivir de lo que quieras. Lo que es importantísimo es tener la pasión y los cojones de plantarte y decir «Me da igual el mundo. Yo voy a ir a muerte y esto lo voy a conseguir». Si vas con esta actitud en la vida, puedes conseguir lo que te propongas. Aun así, todo tiene un contexto. Si te pones a vender insectos fritos quizá te has equivocado de país (risas).

Vamos a hablar ahora de la magia en otros sitios. Recientemente has estado en los Estados Unidos. ¿Qué diferencia ves entre la manera de concebir la magia allí y aquí?

En Estados Unidos, es sorprendentemente diferente. Allí están acostumbrados a una magia muy inmediata y visual. Es un tornado. En España, somos más de desarrollar, de dejar una idea en el aire y luego recuperarla… Allí es mucho cañonazo y muchas risas. Nosotros seguimos la estructura clásica de inicio, nudo y desenlace; lo intelectual tiene mucho peso. Es un ritmo distinto. Igual que el cine español tiene distinto ritmo que el cine americano.

¿Y cómo es la magia en los demás países en los que has estado?

Estuve, por ejemplo, en Uruguay para el Campeonato Latinoamericano. Allí se nota que la gente trabaja mucho de manera independiente; no aprende normalmente de los libros. Me imagino a que debido a las dificultades económicas no tienen acceso a ciertos materiales. Allí me he encontrado magia muy bonita, muy poética, parecida a la española, pero con el sentir que tienen los latinos.

En Londres, me encontré magia anglosajona pura. Quizá tenga una visión muy parcial porque no he estado mucho tiempo allí, pero creo que allí se desarrolla mucho la magia, gusta jugar con el tema del póker, de las apuestas…

En el mundial de Italia, donde había gente de todo el mundo, tuve la oportunidad de compartir escenario y anécdotas con gente de todos los países. La magia asiática es muy visual, muy técnica, ves la expresión de las manos y alucinas porque se nota que miman mucho las cartas y los objetos. Hacen poesía con las manos.

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¿Qué actuación recuerdas con más cariño?

Tengo varias. Tanto con las que empecé, por ejemplo, en el Lebis o en el Manolo. Por otro lado, cuando actué para la Selección Española de Balonmano en el Parador de Antequera. Lo viví muchísimo porque yo jugaba a balonmano, era mi pasión, había jugado contra muchos de ellos. Es el pensamiento de: «Tú estás en lo más alto del balonmano y yo estoy aquí haciendo magia para ti».

Sueles incluir en tus actuaciones un hilo conductor al margen de la magia que vertebra el espectáculo. ¿Cuáles son tus temas favoritos?

Ese es uno de los temas que tengo que trabajar. Mis hilos conductores suelen ser los puntos de vista desde los que se pueden ver la magia y la vida, la diferencia de perspectivas entre el mago y el espectador… En el espectáculo de Volver a ser, que es un espectáculo familiar, el tema para los adultos es volver a ser niño y para los niños la sensación que yo tenía cuando veía Peter Pan, que decía que nunca iba a crecer.

Recientemente has publicado Sin intención, unas notas de conferencias en las que explicas algunos de tus trucos. ¿Cómo surgió este proyecto?

Es un libro muy técnico dirigido a magos. Hay magia que es para el público y magia que es para magos. Cuando nos juntamos los magos, siempre nos estamos contando nuestros secretillos. A mí me impone mucho hablar y dar lecciones a magos, así que no me había planteado publicar nunca nada. Sin intención, que por eso se llama así, fui escribiendo en una libreta todas las historias que se me ocurrían: teorías, juegos, mi forma de trabajar, etc. y mis amigos me decían que por qué no hacía una conferencia formal para que, cuando la acabase, el público pudiera llevarse el librito.

Como cabría esperar en alguien que ha estudiado Comunicación, eres bastante cinéfilo. ¿Tienes alguna película sobre magos favorita?

El truco final. Es maravillosa. La dirigió Christopher Nolan y la protagoniza Hugh Jackman. Va de la rivalidad entre dos magos a finales del siglo XIX. Es de la época de los teatros, del mago elegante con el frac… Ellos empiezan siendo compañeros, hay un conflicto y a partir de ahí se separan y cada uno va cogiendo su camino y monta su espectáculo. Cada uno pretende ser mejor que el otro buscando siempre el mayor imposible.

Es curioso porque la vi justo antes de empezar con la magia y me gustó mucho. Luego, tras empezar con la magia, la habré visto unas 18 veces. Cada vez que la veo descubro nuevos matices. Algo habitual con las películas de Christopher Nolan, por otro lado.

En esa película veo reflejado el esfuerzo, la magia, la búsqueda de mejorar. Me siento muy identificado.

Para terminar, te voy a nombrar a una serie de famosos magos y quiero que me digas tu opinión:

Miedo me da.

Houdini: Maestro de maestros. Es quien inicia la magia moderna.

Juan Tamariz: De los padres de la magia española y mundial, especialmente de la magia de cerca.

Jorge Blas: [se toma un tiempo] Tengo que ordenar las ideas (risas). Es de los magos que más han hecho por la magia en España a nivel de imagen en los últimos años. Un mago con una gran concepción y una capacidad brutal. Ha hecho mucho por la magia en España a nivel televisivo y teatral.

David Copperfield: Es la utopía del mago. Si le preguntas a alguien por un mago te van a decir David Copperfield. Ha hecho cosas enormes y es una gran referencia. Es el Mago con mayúsculas.

David Blaine: Es un mago que ha sabido aprovechar la televisión y las circunstancias; es un grandísimo artista en la magia americana.

¿Hay algún mago que falte en el panteón de la magia?

Joder, es la pregunta más difícil que me has hecho (risas). Cualquier respuesta que te dé va a ser injusta. Yo no soy nadie para dar justicia. Cada uno se busca lo que tiene. En magia, como en todas las artes, hay muchos factores que hacen que llegues alto o te quedes fuera.

Próximas actuaciones

  • 29 Julio, Madrid, Teatro Encantado.
  • 7 de agosto, San Roque.
  • 18 de agosto, Antequera, Le Bistrot.
  • 20 a 28 de agosto, Benalmádena, Sea Life.
  • 16, 17, 18 de septiembre, Cártama.
  • Del 21 al 24 de septiembre, Zaragoza, El Sótano Mágico.
  • 29, 30 y 31 de septiembre, Barcelona, el Rei de la Magia.
  • 7 de ocubre, Portugal.
  • 16 octubre, Córdoba.
  • 21, 22 y 23 de octubre, Archidona.
  • Del 27 al 30 de octubre, Valladolid.
  • Octubre, Francia.

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Fotos: Pablo Ariza
Autor: @danisoler

Le Bistrot: «En el Lebis por siete euros te emborrachas»

Realmente no recuerdo la primera vez que puse un pie en el pub Le Bistrot. Aunque, a decir verdad, hay muchos momentos que no recuerdo del Lebis, nombre que le damos la tribu de reventaos que acudimos asiduamente todos los fines de semana.

Mucha gente se asombra de que no nos cansemos de ir al mismo bar todos los findes, y es muy probable que su magia solo sea posible en el marco de la limitada oferta que tiene una localidad como Antequera. El secreto del Lebis radica en su espontaneidad y en su capacidad de mostrarnos, como un poliedro, decenas de facetas distintas cada vez que cruzamos sus puertas. Puede que esta sea la razón por la que se ha constituido en el punto de encuentro de las más diversas tribus urbanas de nuestra época: rastas, hipsters, punkies, raperos…El Lebis guarda un rinconcito para todo el mundo pues, como decía Proust, lo que une a las personas no es la identidad de pensamiento, sino la consanguinidad de espíritu.

Durante la última década, el Lebis ha representado la alternativa a lo que se supone que teníamos que ser los jóvenes según la radio y la televisión. Cómo un bar de estas características ha conseguido desbancar a otros pubs de tradición más ortodoxa no supone un gran enigma para quienes conocemos bien su ambiente. Quizá el Lebis simbolice la respuesta de Internet, la libertad de beber de las múltiples fuentes de cultura que manan del seno de nuestra sociedad.

Antequera le da la bienvenida al asfixiante calor de junio. Agustín y Natalia me reciben a puerta cerrada un miércoles, entre llamadas a proveedores y lecturas de las notas que dejan los embiragados clientes en el buzón de sugerencias. Agus se sirve una ginebra con limón, Natalia, ron Negrita con Monster. Las obligaciones de mitad de semana me recomiendan Dissarono. Nos sentamos en el tan ansiado sofá de la esquina.

¿Cómo era el Le Bistrot hasta que os pusisteis a su cargo?

Agustín: Yo recuerdo varias épocas. La primera vez que vine fue con Jean Luc y Marie, que eran los dueños franceses. Entonces era un pub diferente: tenía unas mesas bajitas y un enfoque más cultural. Había una exposición de un pintor francés. Desde el primer momento empezó a llegar gente más alternativa y poco a poco se fue incorporando el estilo musical. Luego hubo una época en la que se encargaron del pub Chino y Rodrigo, que tenía un rollo más punky. Después hubo una época de Cata, Fray y la Tita. Nosotros estuvimos desde la inauguración, que ya éramos parte de la familia. Fue una época muy fuerte y luego tuvieron ciertos vaivenes. La última etapa con Cata la recuerdo muy bien porque me gustaba mucho y venía siempre, pero Cata a veces tenía poca ganas de bar, cambió la situación, perdió a su socio, había llevado el bar durante un tiempo con la que fue su pareja y ya no estaban juntos y había momentos en los que directamente no le apetecía abrir.

Cuando lo cogimos, nos hizo mucha ilusión porque habíamos sido muy felices en todas las etapas en que vinimos aquí.

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Toda esta situación llevó a que el Lebis cerrara en 2011.

A: Sí. Fue un año en el que la crisis pegó bastante fuerte y los meses después de Navidad bajaban los ingresos. Yo muchas veces le había dicho «Me tienes que traspasar el bar. Un día lo cogeré» y una vez le pregunté «¿Tú qué crees que hace falta cambiar en el bar?» y él me respondió «A mí». Que te diga eso una amigo de forma tan sincera, te marca.

Finalmente, Ángel y tú volvisteis a abrir el local en octubre de ese mismo año. ¿Cómo era el ambiente de pubs en Antequera entonces?

A: Pues La Mandrágora había cerrado y el Manolo ya se había traspasado; había perdido su esencia de bar de rock y se había convertido más bien en un bar de tapas. Antequera estaba un poco huérfana de ese ambiente. De hecho, cuando el Cata cerró, esos dos fines de semana se pasó mogollón de gente a despedirse. Por una parte fue bonito, pero también triste, porque mucha gente que sentía el Lebis como su casa se sentía huérfana.

 Habéis conseguido convertiros en uno de los pubs más populares de Antequera. ¿A qué se debe este éxito?

A: Ángel y yo siempre hemos sido dos tíos de bares (risas), así que observábamos cosas en otros bares que no nos gustaban y que podíamos cambiar.

Natalia: Yo creo que mantener la personalidad del bar, que no ha cambiado desde sus inicios.

¿Podéis contarle a nuestro público lo que fue el Bar Manolo y si el Lebis lo ha sustituido como templo rockero antequerano?

A: Yo creo que el Bar Manolo tenía un público de muchos años y sería difícil acercarse a ese nivel. Ten en cuenta que allí iba gente de toda España y de distintas generaciones, así que llevará varios años alcanzar ese ambiente.

Desde el punto de vista cultural, es cierto que aquí se junta cierto grupo de personas que mantiene vivo un ambiente parecido al que había en el Bar Manolo.

Ángel se ha marchado este año y tú (Natalia) has recogido el testigo como socia de la empresa. Además, llevabas trabajando aquí desde 2014. Cuando venías como clienta, ¿cómo es el Lebis que recuerdas? ¿Te imaginabas que ibas a acabar trabajando aquí?

N: La primera vez que entré por la puerta, me pillé la borrachera más grande de mi vida. Creo que es algo que le pasa a todo el mundo la primera vez que viene. Tuve problemas con mis amigas porque yo venía con mi hermana o sola y no quería salir de aquí.

Nunca me imaginé que iba a acabar trabajando aquí. Yo estaba trabajando en un bar en el que no me sentía del todo a gusto, así que un día borracha le dije a Agustín: «Tú lo que tienes que hacer es contratarme». Me metió en la barra y me dijo «ponme una cerveza y un chupito de Jim Bean». Se lo puse y a las tres semanas me llamó Ángel para contratarme.

¿Y ahora que eres socia cuáles son tus expectativas?

N: Al principio sentí mucho miedo porque Ángel había sido una pieza importantísima del bar. Sin embargo, finde tras finde Agustín ha estado ayudándome y he ido aprendiendo todas las cosas que se necesitan para esto, que son muchas. Me siento muy ilusionada.

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Uno de los fundamentos de este éxito se debe a que aquí se dan cita gentes de las más diversas tribus urbanas. Alberto Alcalá me contaba el mes pasado que las generaciones de jóvenes actuales son más abiertas respecto a la música y quizá esta tendencia cristalice en vuestro pub. Agus, como viejo superviviente punkarra, ¿cómo recuerdas esa época hace unos 10 o 15 años cuando las tribus urbanas andaban siempre aisladas y a la gresca?

A: Nosotros tuvimos una época mala. Éramos una pandilla de veintitantos chavales y solo había tres chicas, así que ya sexualmente era chungo. Todas las chavalas que conocíamos eran de otras pandillas. Cuando íbamos por la calle nos gritaban los canis y nos gritaban los pijos, que además eran mayoría. Era una época en la que incluso la política nacional daba una sensación de que todo iba perfecto y que no estaba bien ser un poco diferente. Nosotros hemos llegado a estar en el Lebis y ha venido gente a pegarnos. Por suerte, teníamos cuatro amigos muy gordos y grandes (risas) que no dejaban pasar a nadie y si no llegan a estar esos cuatro ahora mismo no estaríamos aquí ninguno. Por ejemplo, Alberto estuvo una vez en una pelea muy grande en el Mapa; hubo una especie de guerra entre canis y pelúos, les tiraron botellas…así que fue una época chunga en el aspecto social. A medida que te haces mayor, te vas moviendo más, pero con 16 años era casi imposible salir por Antequera sin tener un conflicto de este tipo.

Si salías por ciertos lugares populares, a veces te negaban la entrada por cómo ibas vestido.

Afortunadamente, Antequera es ahora más heterogénea. Gracias a internet, todo el mundo conoce cosas distintas desde muy joven. Ahora cualquier cani sabe algo de otras cosas, cualquier heavy sabe algo de punky…eso hace que la gente busque su propia personalidad sin enfocarse exclusivamente en un estilo concreto.

¿Crees que hay más factores aparte de internet que hayan contribuido a ese cambio tan grande?

La crisis ha sido muy importante para todos los campos en los que se establece lo que tiene que ser normal. También si no tienes dinero te echas a lo único que es gratis: la cultura, determinados movimientos de arte urbano que se alejan de la cultura más preestablecida.

Hace poco nos llevamos un disgusto porque la policía os pidió por cuestiones legales que retiraseis la terraza que nos hacía las delicias con los cubitos de verano y las barriladas de la feria. ¿Volverá algún día?

A: En el anteproyecto de ley que presenta la Junta de Andalucía está establecido que las terrazas son independientes del tipo de negocio que tengas. Entonces abre una vía para que todos los tipos de bar puedan tener terraza, cosa muy lógica en Andalucía. Pero al ser un bar con música, según la Junta de Andalucía no puede servir sus consumiciones fuera del local. Durante todo este tiempo nosotros nos hemos amparado en unos juicios que hubo en el callejón, porque varios dueños de los locales son dueños de pisos de arriba y tienen negocios aquí. Se ganó un pleito de varios locales contra uno de los propietarios y el callejón, que es privado, tenía unas normas para terraza ganadas a través de un juicio. Nos hemos amparado en eso hasta que la ley autonómica se ha aplicado con más rigor y nos han comunicado que la terraza no se puede mantener.

Recientemente habéis considerado introducir un programa cultural para compensar la pérdida de la terraza. ¿Lo vais a poder desarrollar?

N: Hemos hablado de introducir actividades en verano, pero con el calor es difícil sacar a la gente de su casa por la tarde. Por ejemplo, tenemos la intención de poner una galería de arte de artistas locales, pero nos parece mejor idea que se lleve a cabo en invierno.

Por otro lado, tenemos muchas limitaciones porque hay una ley que dice que a no ser que seas una sala de conciertos o una discoteca, no puedes hacer actuaciones en directo, lo que te quita monólogos, conciertos, recitales, etc.

A: En un bar puede haber una persona bailando pero no para que la vean bailando encima de un escenario.

N: Es una pena porque en Madrid, por ejemplo, está permitido organizar actuaciones en bares, mientras que aquí no se puede. Es especialmente triste en un bar como este donde somos grandes apasionados de la música y en el momento que podemos estamos buscando coche para ir a ver un concierto a Cambayá.

A: A nosotros nos encantaría hacer cosas y que hubiese una ley que lo permitiera, pero en Andalucía, salvo que seas un municipio de singularidad turística, no te permiten este tipo de actuaciones. Antequera lo intentó pero por cuestiones de plazas hoteleras y ocupación, no puede acceder a eso. Es algo que te limita. Por ejemplo, yo cada vez que viajo busco lugares como el Lebis, que tengan conciertos. una oferta cultural amplia…

Parece ser que con la nueva ley se va a abrir un poco la mano. Si Andalucía quiere vivir del turismo, no tiene sentido restringir la oferta cultural de esta forma. Se cumplirán las normas que haga falta, pero nos gustaría tener una ley diferente.

Antes en Antequera había una especie de acuerdo con el ayuntamiento, el anterior y el actual, pero en otra zona de la ciudad se elevó una queja ante Defensor del Pueblo y se limitó porque si el Defensor del Pueblo andaluz le dice a la Policía Local que tiene que actuar, ellos no pueden hacer oídos sordos.

N: Es algo que viene desde hace tiempo. Yo cuando tenía unos 14 años iba a Torre del Mar y había un sitio de bares y todos tenían terraza porque eran pequeños; solo tenían el pasillo y la barra. Ahora pasas por allí y está completamente desierto. De esa manera se cargaron toda la costa.

Ahora se están recogiendo firmas para que se puedan permitir conciertos en bares porque hay mucho arte en Andalucía como para desperdiciarlo.

Nosotros, aparte de no cobrar por la entrada porque nos parece innecesario, hemos tenido a personas con más o menos caché y siempre se les ha pagado. También se le ha dado oportunidad a mucha gente local para que muestre sus trabajos. Por ejemplo, G-Röck, que dieron uno de los conciertos en los que mejor me lo pasé. Te da lástima que grupos como ellos anden siempre buscando locales para tocar y a veces pueda acabar costándoles el dinero.

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Me gustaría ahora preguntaros por la oferta de bebidas que tiene el bar.

N: Yo siempre digo que cuando conocí el Lebis ya estaba trabajando, pero tampoco cobraba como para salir a despilfarrar. Los precios de nuestro bar están hechos para que cualquier persona pueda venir a beber y salir de aquí a rastras (risas). Cuando yo empecé a salir, no me quedaba más remedio que comprar un botellón, que cuesta unos siete euros. Tú con siete euros aquí te puedes emborrachar.

Por otro lado, aquí no ponemos garrafón. Nos parece inmoral: eso es cargarte a la gente.

Por el Lebis han pasado numerosos artistas como Alberto Alcalá, Röxane’s House, G-Röck. ¿Algún concierto que recordéis especialmente?

A: Uno de los conciertos más bonitos fue el de Eric Fuentes. Estar empezando y tener a un artista grande a nivel nacional ya es bastante importante.

Como anecdótico, podría decirte el de los Oddballs. Lo primero que me preguntó Juanillo fue por el tema de la barra libre para las actuaciones y el resto del grupo me aconsejó que lo limitara en cierta forma. Yo les respondí: «Para mí es un orgullo porque nunca hemos llegado al punto de tener que limitarle la barra libre a un grupo». Ese hombre solo creo que llegó a tomarse una botella de Jack Daniels y botella y media de Jägermeister (risas).

N: Aparte de que traían su propia botella de Fireball.

A: Que casi toda se la bebió él, porque incluso el resto del grupo no tuvo Fireball cuando quiso. La última foto que tiene en el bar es gritando y de pie, así que me sorprendió con su capacidad de procesamiento de bebidas. Sintetiza muy bien a un tío que vive el rock ‘n roll.

N: Para mí, como ya he dicho, el de los G-Röck. Ver lo que es el rock ‘n roll en gente joven, la locura de que terminen el concierto y dejasen en el escenario objetos que valían un riñón y, sin embargo, estaban allí liándola con las copas.

Otro concierto fue el de Alberto Leal y Alvaro Ruiz, que son dos cantautores. Fue muy bonito porque ambientamos el pub con lucecitas, velitas y todos los que estuvimos aquí sentimos muchísima paz y amor por lo que estaba pasando.

¿Podéis contarnos alguna anécdota como clientes primero y luego detrás de la barra?

A: Como cliente, me gusta mucho una: estaba sentado en la barra y no paraba de darle por culo al Cata, así que, de espaldas, me tiró un hielo y, como sabía el sitio exacto de la barra donde me sentaba siempre, me pegó en un ojo (risas).

Teniendo el bar, una de las más chulas fue un chaval que tenía tal intoxicación de Jäger que acabó comiéndose su propio móvil, masticando y partiéndolo con sus propios dientes (risas).

N: Ya sabemos que el Jäger vuelve un poco loca a la gente.

Yo como clienta, recuerdo especialmente un finde del primer invierno que empecé a salir aquí. Conocí lo que era el Jägermeister. Acabé con gente que no conocía en la puerta, mi hermana me abandonó, llovió y nevó esa noche. Al día siguiente le pregunté a Jesús, nuestro antiguo portero, «¿Yo qué hice anoche?». Fue demasiado desfase.

A: Yo recuerdo que esa noche Ángel y yo tuvimos la maravillosa idea de irnos al coche a ver qué pasaba. Hubo un momento en el que subiendo la ligera cuesta que hay por la Casa Roja el coche no era capaz de andar hacia adelante; patinaba hacia atrás por mucho que acelerara.

N: Trabajando aquí, cada noche es una anécdota. Una noche se despelotaron en el cuarto de baño. Era una noche de agobio máximo y hubo un momento en que fui al almacén a por hielos y me encontré a tres tíos en calzoncillos pasándoselo teta.

A: Ha habido momentos en los que el cuarto de baño ha echado humo. Había horarios de alta intensidad sexual.

N: Lo más chungo que me he encontrado en el baño ha sido un test de embarazo que daba negativo. Afortunadamente no ha aparecido ninguna embarazada más tarde…

A: Sabemos que somos cómplices en más de un embarazo.

Al menos tenéis una máquina de condones en el baño…

N: Sí, pero muchos se quejan de que son muy pequeños. Tenemos unos clientes con la polla muy grande (risas).

Recientemente habéis puesto un buzón de sugerencias. ¿Cuáles son las mejores peticiones que habéis recibido hasta ahora?

A: Lo más bonito es que todas las semanas tenemos alguna sugerencia de «no cambiéis nunca», «gracias», «he regresaso desde el extranjero con más ganas que a mi casa».

N: También nos han dicho que dejemos una lista de reproducción hecha para cuando no estemos.

Nosotros cuando terminamos de trabajar hacemos una reunión de grupo, hablamos de lo que ha pasado durante la noche, de nuestras gilipolleces y es el momento en el que surgen las ideas. A Ángel se le ocurrió la idea del buzón en una de estas reuniones, se quedó la idea en el aire pero cuando me encargué del bar se me ocurrió rescatarla. Los miércoles estamos deseando terminar de limpiar y hacer los pedidos para leer las cosas que nos ponen en el buzón.

Para nosotros es muy importante el equipo, que las personas que trabajan con nosotros muestren su opinión. Sin ellos sería también difícil mantener el ritmo y el buen rollo que hay en el local.

¿Cómo veis la situación cultural en Antequera actualmente?

A: Yo creo que la situación actualmente es buena. Una cosa que para mí es muy grata es que muchas veces te sorprenden personas que cualquier noche te dicen «hostia, es que yo hago esto». Son gente que pinta, que hace música, que escribe pero no suben su trabajo a internet, sino que lo mantienen como algo personal, así que muchas veces hay más cultura de la que se imagina. El listón en Antequera no es bajo. Fíjate que tenemos a gente como Alberto Alcalá y los que vienen detrás están apretando.

N: Prácticamente lo mismo pienso yo. Cuando empecé a salir por este bar fue cuando empecé a conocer a gente más creativa. También quizá yo no me movía en un ambiente adecuado. Aquí mi socio esta mañana le echó la bronca a una amiga mía por escuchar reggaeton. Es cierto que aquí el que no pinta un cuadro, escribe poemas o toca la guitarra. Yo creo que todo el mundo tiene dentro algo que tiene que sacar.

Preguntan los reventaos

El Lebis se caracteriza por la cantidad de personajes que lo frecuentan. Le he pedido a la vieja guardia de vuestra clientela una pregunta para vosotros y esto es lo que hemos recibido:

¿Quién limpia las potas del baño? (Majo)

A: Todos menos Solís porque si no, cuando acabe, hay más pota que antes (risas).

N: Es un poco aprensivo con el vómito. Recuerdo una noche que vino un chaval de Granada por primera vez invitado por su compañero de piso. Se pilló tal pedo que se metió en la barra potando sin saber dónde quería ir hasta llegar al ordenador. Iba con la baba colgando y Solís se tuvo que ir.

Antes la limpiaba Ángel, que se echaba la típica foto con los guantes.

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Ángel regentó, junto a Agus, el Lebis desde 2011 a 2016. En esta imagen nos muestra la cara menos simpática de trabajar en un bar de copas.

¿Cuántas veces se os han declarado borrachos? (Dauson)

A: Está claro que Natalia y María son las reinas de las declaraciones, pero a los demás también se nos han declarado muchas personas y en muchos estados diferentes.

N: Casi siempre es en un estado lamentable: con un brazo apoyado en la barra y balbuceando «Estoy enamorado de ti».

A: A mí una vez me dieron 20 euros y un paquete de Camel y me dijeron, cogiéndome la mano, que si nos íbamos juntos.

¿Cuántas cobras habéis visto? (Sergio Chicón)

(Risas)

A: Miles y algunas muy artísticas…Pero también hemos visto cómo masturbaban a alguien en la barra.

N: He de decir que hay un punto en el bar que va del grifo a la neverita de Coca Cola que, no sabemos por qué, hace que las parejas se revolucionen al máximo. Te entran ganas de tirarles un condón en la cara y decirles «te presto el almacén». Es curioso porque la parte más oscura está en frente…

Debe de tener un toque mágico…

A: Que está el grifo cerca (risas).

¿Folláis más desde que tenéis el local? (Carlos Chorrimierda)

A: La verdad es que en la barra se liga más; lo que cada uno haga o deje de hacer…

N: Trabajar en una barra y más de un bar frecuentado más por hombres que por mujeres pues facilita la cosa (risas), así que sí.

Cuando veis a un cliente superciego, ¿le dais más alcohol para ver si pasa al siguiente nivel? (Nacho Cordón)

A: Sobre todo cuando recibimos un desafío de esa persona. Normalmente no lo hacemos. Pero es cierto que hay gente que cuando va ya muy borracha nos ha dicho: «Yo puedo con cualquier cosa».

N: La típica frase de «Ponme un chupito que me reviente».

También a la contra. Yo he visto a gente muy demacrada pidiendo chupitos y, para evitar limpiar una pota, en un despiste del tío se lo he llenado de agua o se lo he rebajado.

A: También hemos hecho de enfermeros. Tenemos preparado el kit de agua con azúcar y Kinder bueno.

¿Cuánto dinero habéis sacado gracias a Javi Rubio?

(Risas)

A: Quizá deberíamos preguntarle a su madre que es la que tiene un contador semanal de lo que recibe, pero posiblemente un 60% acabará aquí (risas).

N: Yo siempre lo he dicho. Para mí Javi Rubio y Majo son una pareja de borrachos tan excepcional. El otro día no podía parar de reír. Eran las tres y pico de la mañana y Majo iba muy doblada y la escucho con esa vocecita tan dulce gritar en medio del bar «Rock ‘n roooooooooll»

¿Y qué decir de Javi? Una persona que ha llegado a subir una mesa en la barra, que ha recibido tres o cuatro manguerazos míos…

¿Acabaréis poniendo tapas de ensaladilla? (Eusebio Cucu)

A: Los caminos están ahí y puede que se recorran en cualquier momento.

N: Lo que más nos han pedido aquí han sido tapas de calamares y aceitunas. Alguien apareció con un bote de aceitunas una noche y dijo «Copón con las avellanitas, que con la cerveza pegan aceitunas».

A: Pero sube también el nivel de las potas (risas). No es lo mismo recoger muesli que pizzas cuatro estaciones.

¿Cuál es el truco para que se líe tanto los juernes? (Frank Dove)

N: Agustín y yo coincidimos en que los jueves tienen una magia especial. La frase del jueves es «una cañita y me voy». Yo creo que la magia está en que hay menos gente, pero el ambiente es muy familiar.

A: Todos los que venimos al Lebis nos parecemos en que tenemos la intención de conquistar todos los bares a los que vamos, liarla con los chupitos y conocer a toda la gente que haya en el bar. Cada vez que Romario jugaba en casa tenía la presión de meter un gol. Aquí igual.

N: También el buen rollo del que hablábamos antes. El Lebis une a gente de todas las tribus urbanas. Si te chocas con alguien y le tiras el cubata, se lo pagas y ese ambiente es el que hace que estemos tan a gusto.

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*Todas las fotos son cortesía de Frank Dove y de la página de Facebook de Le Bistrot.

@danisoler

Alberto Alcalá: «Los jóvenes son más abiertos musicalmente que mi generación a su edad»

El viajero emprende el camino sin rumbo fijo, siguiendo la curiosidad y el instinto, sin orejeras, dejando que el sonido del ambiente lo inspire y lo haga crecer. Alberto Alcalá (Antequera, 1986) quiso mirarse en el río como desafío a su identidad y descubrió el flamenco y la copla, la guitarra y el quejío, pero también descubrió la canción y la bossa nova, el rock y hasta el heavy metal.

Alberto jamás se ha permitido estancarse. Desde que tenía 11 años, el cantautor no ha parado de viajar a lo largo de decenas de ciudades y ritmos. Primero Antequera, luego Granada y, finalmente, Madrid. Entre tanto ha ganado el concurso Cántigas de mayo en 2007, ha obtenido el primer premio en el certamen granadino Abril para vivir en 2008, en el Certamen Internacional de Jóvenes Cantautores de Burgos en 2011 y en el Certamen de Cantautores de Elche de 2011. Además, en 2013 grabó su primer disco, Ensayo y error (Oído Records).

Después de varios meses, esta noche vuelve a Granada, a su agridulce Granada, la del bello barrio del Albaycín y la del gesto que promete y después se queda en nada. Y vuelve a La Tertulia, lugar emblemático para la literatura y la música por donde han pasado figuras del genio de Enrique Morente, Rafael Alberti, Benedetti o Joaquín Sabina. Alberto comienza el concierto ataviado con una camisa y una chaqueta que se pone solo para la primera canción «por respeto al público». La gente vibra y se emociona con canciones como Lola y Manuel, El viajero o Migraciones.

Después del concierto, un importante número de seguidores y amigos se arremolinan en torno a él para pedirle autógrafos, fotos y para preguntarle por su experiencia en la capital. El cariño de la que es su casa se palpa en cada rincón del lugar. Tras una hora, Alberto al fin puede recibirnos en el mítico camerino de La Tertulia.

¿Cómo recuerdas la Antequera de tu infancia?

De mi infancia en el barrio de San Isidro todos los recuerdos son buenos: jugando al fútbol en la calle, sin obligaciones. Sin embargo, ahora que la puedo valorar en retrospectiva lo recuerdo como un reflejo de la movida yonka de los 80. El barrio estaba plagado de gente que estaba enganchada y no había podido salir.

Con los años vas asumiendo el contexto histórico y tengo también un recuerdo del cambio que estaba produciéndose, de esa bonanza que nos vendieron que después hemos visto cómo ha acabado.

A los 11 años empezaste a tocar la guitarra flamenca. ¿Qué música se escuchaba en tu casa para decantarte por este instrumento y tipo de música?

Lo de la guitarra flamenca fue más casualidad. En mi casa se escuchaba flamenco; lo que pasa es que después descubres que Camarón es la Biblia. Yo ni sabía que era el mismo tío. El flamenco era para mí Camarón. Ya de grande lo he vuelto a escuchar y he podido entender su evolución.

Mi padre escuchaba mucho a Serrat y a Carlos Cano, pero a mí ni siquiera me gustaban esas cosas. A Carlos Cano recuerdo que le tenía un poco de manía, y el mes pasado me llamó su hija para hacerle un homenaje en Granada, se lo conté y nos reímos mucho. Sin embargo, con los años me ha ido gustando un montón.

También me gustaba Pedro Guerra. Tenía un magnetismo brutal.

A Carlos Cano y Javier Ruibal los tengo muy presentes. Yo empecé a ir a ver a Javier en Antequera con 11 o 12 años. Al aparecer Javier Ruibal vi cómo mezclaba perfectamente todos los universos del flamenco y el resto de música que había escuchado hasta entonces y que yo no sabía integrar.

¿Cuándo empezaste a componer?

¿Tú te acuerdas de Paco de Antequera?

Fue quien te enseñó a tocar al principio, ¿verdad?

Paco era un guitarrista que había tocado con todo el mundo. Había estado de sustituto con Camarón, con Enrique Morente… Enrique me dijo una vez que era el mejor sustituto del mundo. Yo en aquel momento no conocía a Paco ni sabía de flamenco, pero tenía una escuela gratuita para la gente de Antequera. Si no te cogían en el Conservatorio, que con 11 años te decían que eras muy grande para apuntarte, la única opción era ir allí, donde se enseñaba flamenco. Él era un apasionado del flamenco, lo explicaba todo muy bien. Tenía sesenta y pico años y a los nenes nos trataba con un cariño espectacular. En mi casa no había ninguna tradición de flamenco y gracias a él supe lo que era, por ejemplo, una bulería. Después el Paco se murió en un accidente de tráfico. De repente, entró una chica a dar las clases, no era tan cariñosa y ya no me motivaba tanto.

Como me gustaba tanto Pedro Guerra y esta gente empecé a escribir mis primeras letritas con unos 14 años.

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Con 18 años llegas a Granada para estudiar Filología Hispánica. ¿Qué ambiente cultural te encuentras y cuánto contribuyó esta ciudad en tu evolución como artista?

Cuando llegué en el año 2004, el ambiente cultural era una brutalidad. En la misma calle donde yo vivía, estaba todavía el Entresuelo, que después lo cambiaron de calle. Mi ventana del primero pegaba con el Eshavira. Yo me vine aquí sin un duro, trabajando en Antequera para pagarme la matrícula. Vivía en calle Elvira y daba conciertillos por Ojancano, el Flautista de Hamelín y La Tertulia y así podía pagar los 90 euros mensuales de alquiler del piso donde vivía con mi clarinetista de ahora. Imagínate el cambio: de estar en tu casa sin saber fregar un plato a de repente ver que puedes vivir de lo tuyo. Los diez años que he estado aquí he tratado de tocar en la Tertulia una vez al mes.

Precisamente por La Tertulia quería preguntarte. La primera vez que te vi tocar fue aquí el año pasado. ¿Qué representa este lugar para ti?

Mi casa, mis amigos y todas las noches que hemos pasado aquí. Fíjate que Juanje, que es quien hace la programación, es mi mejor amigo. Igual pasa con Antonio y el Tato, que es el dueño. En este mismo cuartito me presentaron a Enrique Morente una noche que estuvo cantando.

Antiguamente uno podía salir de La Tertulia a las 8 de la mañana y no pasaba nada, pero el Ayuntamiento empezó a ponerse superpesado con multas y había una represión por todos lados que parecía que estábamos viviendo de nuevo el franquismo. Se cargaron la vida de Granada. Igual con la música en la calle; cosas que eran precisamente las razones por las que la gente venía a Granada.

También era una época en la que el Ojanca ya no te pagaba 50 euritos, sino que te decía: «Si en la Tertulia vas a taquilla, aquí igual». Empecé a tocar en la calle y luego esta gente se lo cargó.

Lo mismo pasó con el Secadero, un bar al que iban las mejores figuras de jazz, flamenco y canción que había en España. Yo allí he visto a Krahe, al Ruibal, al Pedro Herrero, ¡hasta a Chano Domínguez!

Todo esto me lleva a preguntarte por tu canción, Graná, que decías en el concierto que tiene un sabor agridulce. ¿Representa esto la parte amarga de Granada?

Fuera de la broma de la malafollá, hay gente que, llamándolo de otra forma, se lo ha planteado seriamente como una cuestión antropológica, y lo ven en la represión que tuvieron aquí los árabes. Hay un halo de tristeza secular enfrentada a esa ciudad tan bonita y alegre en la que vive.

Yo vengo de fuera y voy al Albaycín un día y estoy pensando «¡Madre mía!», pero cuando vivía aquí estaba todo el rato poniéndole pegas a todo. También la malafollá tiene un humor muy bonito… «que te entretenga tu puta madre» (risas).

En el año 2013 publicaste Ensayo y error. ¿Por qué pasó tanto tiempo hasta que publicaste tu primer disco?

Yo componía muy poquito. Siempre analizaba lo que hacían los demás: Qué es una estrofa, qué es un puente y qué un estribillo. Entonces pasaba un año y había hecho dos canciones. Al pasar tanto tiempo, las canciones que componía cambiaban mucho de un año para otro. Entonces no podía hacer un disco como unidad. Yo escuchaba discos de Ruibal o Camarón, y me gustaba notar que esos discos se habían hecho en una época concreta. Pasó mucho tiempo hasta que apareció Diego Guerrero, que lleva una jam de jazz en Madrid que es una barbaridad. Decidimos grabar 9 canciones. Mientras lo grabábamos, apareció un señor iraní que lo quería pagar porque iba a montar una discográfica en España y tuvimos un poquito de promoción, de asesoramiento de manager, que yo nunca había tenido, y empezamos a currar con el disco de otra manera.

Por otro lado, aprender a cantar me costó mucho. Aquí [En la Tertulia] tocábamos a pelo y eso me ayudó bastante.

¿Es esta la idea que subyace al disco? ¿Que estuviste ensayando estilos hasta que encontraste el que gustaba?

Sí. Viene de una canción que se llamaba Ensayo y error. Luego como no teníamos título me fijé en la canción y vi que reflejaba muy bien el proceso del disco.

Ahora ya es distinto. Puedo hacer canciones más rápido. El disco siguiente tendrá ya unidad desde el principio porque lo he planteado de una manera concreta.

Durante Ensayo y error pudiste colaborar con otros artistas como Javier Ruibal, Miguel Ángel Márquez (Antílopez) y Jorge Pardo.  De Javier ya nos has hablado, pero ¿cómo surgieron las colaboraciones con Miguel Ángel y Jorge?

Ruibal siempre ha sido una mezcla de admiración con un poquito de amistad. Siempre ha estado ahí cuando me ha hecho falta. Jorge Pardo es la admiración sin más porque era un tipo que no conocía hasta que apareció por el estudio. Mi clarinetista, Joaquín Sánchez, sí había tocado con Jorge antes y se conocían de algunos talleres. Además, es muy amigo de Diego.

Cuando vino Jorge Pardo a grabar la flauta que hay en mi disco, estaba Diego haciéndole esos arreglos y lo hizo un poco de paso. Joaquín le enseñó la canción y le pidió que participara en ella y le pareció bien.

Miguel Ángel es un gran amigo que conocí en los concursos de cantautores y es el tío de mi quinta que más me gusta ahora haciendo canciones. Igual me pasa con su compi, Félix. Con todo el cariño que le tengo a la gente de mi edad, yo lo que estoy viendo es que los artistas de mi generación que han querido enfocar su música para ganar dinero han tenido que renunciar a una parte artística que todos tenían. Lo que les veo a los Antílopez es que siguen haciendo la misma cosa superinteligente que hacían y a la vez han sabido flirtear con la industria, con las televisiones y la radio.

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Pasemos ahora a hablar de algunas canciones del disco. En El viajero hablas del quejío del flamenco y su relación con el éxodo de los gitanos. ¿Qué más nos puedes contar sobre esta letra?

Lo del quejío lo decía Félix Grande, que era un poeta estupendo, y que escribió La memoria del flamenco, un libro que empieza intentando ser una obra rigurosa desde el punto de vista histórico y acaba siendo un ensayo poético maravilloso. Lo he regalado como 500 veces.

Por otro lado, hay un libro de Saramago que se llama Viaje a Portugal. Arranco la canción de esa manera porque en el primer capítulo de ese libro él empieza diciendo «El viajero que no sé qué no sé cuánto…, el viajero que…» contando la historia de lo que le ocurría a una persona que estaba viajando y era la primera vez que se enfrentaba a esa cultura.

Alrededor de un mes después cayó en mis manos el libro de Félix Grandes y a partir de su libro ya tenía un concepto la canción, no solo una forma de argumentar.

Probablemente la canción que más ha levantado al público esta noche ha sido Lola y Manuel. ¿Quiénes son?

No existen. Simplemente hubo una época en la que estaba escuchando mucho a Lole y Manuel y me apeteció hacerles un guiño. Si le hubiera puesto Lole quizá la gente habría pensado que esa era la historia de ellos.

Yo quería hablar en esta canción del tema de las vocaciones. Lo escribí aquí en Granada en una época en que sentía una incertidumbre constante. A mí lo que me gustaba era la música y a la vez estudiaba la carrera. No podía estudiar todas las asignaturas de la carrera porque tenía que salir a tocar todos los findes para pagar las cosas y quería escribir algo al respecto. De hecho, en el disco hay dos o tres canciones que son un reflejo de eso. Por ejemplo, en Por derecho. Aunque no es mi caso solo. Había más gente que estaba en las mismas.

También molaba ver que una ciudad tan señorial como Granada tenía —gracias a los estudiantes— una riqueza cultural que era la hostia. Merecía la pena estar aquí precisamente por eso.

Últimamente has estado de gira en Francia. ¿Habías tocado allí ya antes?

Había ido a hacer algunos conciertos. Me pilló por Barcelona y había un local en Andorra al que nos llamaban siempre, La fada ignorant. Tenía una amiga que estaba haciendo el erasmus en Lyon y me ofreció unos conciertillos hace dos o tres años, pero era como hilo musical de restaurantes que pagaban muy bien. Al estar en Andorra, irte al sur no suponía nada en nivel de gasto. Después, había allí un amigo mío argentino, Gastón Pose, que es un guitarrista de puta madre y se compró una Stratocaster que dijo que le molaba para mi rollo y empezamos a formar un dúo. Él, que vive ya allí, me ha sacado estos bolos. Íbamos con seis y acabamos haciendo nueve.

¿Qué recibimiento ha tenido tu música allí?

A mí me gustó porque siempre he pensado mi historia en un sitio donde se entienda el idioma, puesto que las letras tienen mucha importancia, y de repente me fui allí y vi que nadie entendía nada, pero les moló el rollo.

El único problema es que ellos creen que lo que yo hago es flamenco y a mí me daba vergüenza que lo anunciaran así, pero al final era más larga la explicación, a la que además había que sumarle la dificultad del idioma. Ten en cuenta que allí existe una tradición de «canción» brutal, así que resulta más llamativo venderlo como flamenco-fusión (para que yo no me enfade).

Hay una anécdota muy graciosa. Hicimos los nueve conciertos sin que nadie pusiera pegas. De hecho, vino una cantante de jazz a la que iba allí a escuchar y decía que lo mío era flamenco y no había quien la sacara de ahí, así que al cuarto concierto decidí relajarme y llamarlo flamenco. El último día en Tarbes, que es un pueblecito del Pirineo, la más borracha y loca del bar gritó en mitad del concierto: «Ce n’est pas flamenco; c’est merde» (eso no es flamenco; es una mierda), porque su idea de flamenco era un guitarrista y un cantaor con las venas hinchadas y yo me reí mucho porque era la que más razón tenía (risas).

¿Cuál ha sido tu concierto más especial?

Por importancia te podría decir que el día que presentamos en el Barnasants, un sitio supergrande al que yo no sabía si iba a ir alguien. Igual en Galileo, otra gran sala donde presenté el disco en Madrid.

Sin embargo, al final es como si te preguntan cuál es tu canción más especial: piensas en la última que has hecho. Hoy he tocado aquí estando presente mi familia, todos mis amigos de Granada, y es un concierto muy especial, así que la respuesta sería: hoy.

Llegaste a Madrid hace un par de años. ¿Son Madrid y Barcelona las Mecas a las que tienen que peregrinar los músicos por el gran peso que tiene allí la industria?

Yo con la industria no me llevo. Mi proyecto personal nunca le ha interesado a nadie. A mí no me afecta que haya más industria, que la hay. A mí me afecta que haya más gente. Aquí tocaba una vez al mes y no venía nadie porque la gente no podía, y allí toco todos los sábados y viene gente siempre. De lunes a viernes tengo los días libres para componer, vienen unos niños a que les dé clase y toco los findes.

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Pasamos ahora de la gran urbe que es Madrid al lugar donde naciste, Antequera. Me interesa saber qué piensas tú del movimiento cultural allí.

A mí me gusta mucho ir a Cambayá y escuchar a gente que tiene diez años menos que yo y que toca blues y me conocen todos y somos amigos. Son gente que ha tenido una escuela de música de puta madre, que ha podido estudiar el estilo que ha querido, con profes buenos. Hay movimiento. Joaquín Castro, por ejemplo, es quien ha hecho esa escuela.

Luego la gente joven es mucho más abierta culturalmente que mi generación a esa edad. Cuando yo tenía 18 años, a mí me gustaban muchas cosas, pero a la mayoría de mis amigos les gustaba o el flamenco o el heavy metal o el rockabilly, y se formaban unas pandillas y cada una iba a un local distinto y no se mezclaban. Ahora veo que hay un chaval al que le gusta la electrónica que se junta con alguien al que le gusta el blues.

Para ir culminando la entrevista, antes nos hablabas de un nuevo disco que estabas preparando. ¿Qué más nos puedes contar?

Quiero grabarlo con Diego Guerrero, el mismo chico que me grabó el primero. Me interesan otros músicos que he conocido. Por ejemplo, he tenido muy buen rollo con Nono GarcíaPablo Novoa, el fundador de Golpes Bajos, que han maquetado su disco Radio pesquera en mi casa. Lo que pasa es que estamos esperando a que Diego termine de grabar su disco.

¿Tienes ya las canciones entonces?

Sí. Tengo 11 canciones cerradas a nivel armónico y Diego me propondrá los arreglos para el resto de instrumentos. La idea es grabar más en directo. Invertir más tiempo en ensayo y menos en edición.

Próximos conciertos

  • Sábados 21 y 28 de mayo, Madrid, La Fídula, 20:30h.
  • Jueves 26 Cartagena, Mr Witt, 23:00h.
  • Jueves 16 de junio, Las Palmas.
  • Sábado 18 de junio, Maspalomas.
  • Miércoles 22 de junio, Barcelona, El Mediterráneo, 21:00h.
  • Viernes 24 de junio, Teruel
  • Sábado 25 de junio, Beceite, Teruel (festival Quema de artistas).
  • Sábado 13 de agosto, El Pelícano (Cádiz).
  • Martes 16 de agosto, Castillo de Fuengirola, homenaje a Carlos Cano.
  • Viernes 26 de agosto, Monachil, El Puntarrón.

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*Todas las fotos son cortesía de PH.OTO (Pedro Hidalgo).

@danisoler

Juanjo Álvarez: «Hoy muchos queremos ser trapecistas pero con red»

«Nunca es tarde si la dicha es buena», reza el refrán castellano. Juanjo Álvarez (1961) tuvo que peinar sus primeras canas para desenterrar su vocación por la escritura. La suya es una historia de migraciones y de un impulso por conservar en la memoria un pedacito de cada escenario de su vida. Nació en el pueblecito argentino de Cruz del Eje, donde pasó su infancia. En 1974, siguiendo el acertado olfato de su padre, emigraron a la aldea de Maside, en Ourense. Estudió Filología Inglesa en Santiago de Compostela entre 1979 y 1984. Finalmente, decidió asentarse en Antequera en 1988, donde formó una familia y da clase de inglés en el Colegio Nuestra Señora del Carmen.

En persona, Juanjo es la viva imagen de que las formas importan; tiene modales de gentleman inglés, se ríe humildemente cuando le halagan, habla con voz tranquila y está pendiente en todo momento de su interlocutor. Sin embargo, bajo su ropaje de hombre comedido, hay una persona con numerosas inquietudes. Antes de publicar libros, Juanjo ha sido locutor de radio, entrevistador, ha corrido en carreras de automovilismo y es un gran aficionado a la historia; todo ello lo ha combinado con las labores de profesor y padre de tres hijos. Hace tres años llegó la cosecha de tantos años de experiencia y publicó su primer libro, Cruz del Eje (2013), al que le siguieron Antequera Blues Express (2013) y el que ahora nos presenta, Habanera para un condecito (2015).

Me cita en su casa de Antequera para resguardarnos del frío que este año se ha hecho de rogar. Me ofrece un té y unos deliciosos dulces de leche que ha preparado su señora. Me habla de que la entrevista es un arte, de su admiración por Jesús Quintero en El loco de la colina, de sus recuerdos como locutor entrevistando a personajes como los Ketama, a Antonio Vega o Antonio Gala a caballo entre los 80 y los 90. Los giros de la vida lo colocan ahora al otro lado del micrófono.

Juanjo, naciste en Cruz del Eje, en la Córdoba argentina. ¿Cómo recuerdas la Argentina de los años 60 y 70?

Hay veces que lo veo en las películas. Es una mezcla de la Antequera de los años 60 y un pueblo americano. Esa mezcla de las dos cosas yo la tengo desde pequeñito. ¿A qué me refiero? Me refiero a ver una camioneta pick-up F100 o una Chevrolet, que forman parte de mi cultura como lo habrás visto luego en las novelas, pero también a mi padre, la música de la comunidad de gallegos… Toda esa mezcla se junta y es lo que me aflora en la escritura.

Políticamente, eran tiempos muy complicados porque nunca fue un país maduro en ese sentido. Eso traía una serie de problemas en diferentes aspectos como el campo, los sindicatos,  la economía, la educación, etc. Mi padre, cuando vio que en el año 74 las cosas no estaban tan claras, recuerdo que me dijo «Franco está a punto de morirse, así que nos volvemos para allá». Se ató la manta a la cabeza y decidió traernos a España. Fíjate, dos años después hubo en Argentina un golpe de estado.

La inmigración está muy presente en tus obras. Tienes sangre española, sirio-libanesa. ¿En qué momento llegan tus ascendientes a Argentina?

Mi abuela materna nació en un pueblo del Líbano actual, pero que entonces pertenecía todavía a Siria. Emigraron a Argentina cuando ella era pequeña. Era una familia muy afrancesada. De hecho, el segundo apellido de mi abuela, aparte de Abdallah, es Thomas. Mi abuela hablaba francés de manera cotidiana. Eran unas personas de una cultura muy distinta a la que la gente prevé hoy. Todos eran universitarios, incluida mi abuela. Fíjate que cuando hablas de Siria y el Líbano, uno piensa en la cultura musulmana machista. Mi abuela fue la primer mujer farmacéutica de Argentina. No era un entorno para nada machista. Yo recuerdo ver fotos de Siria y Líbano de los años 10, 20 y 30 del siglo XX. Las chicas llevaban tacones y fumaban en las terrazas de los bares, cosa que hoy me parece bastante complicada.

¿Tuviste vocación de escritor desde pequeño?

De pequeño me encantaba leer y ver las películas. Era capaz de seguir los diálogos con cierta fruición. Me imagino que con los años eso fue conformando un escritor in pectore. De hecho, yo quería ser periodista. Lo que ocurría es que en aquella época no se podía estudiar Periodismo en Santiago; me tenía que ir a Madrid o Barcelona, algo que no estaba al alcance de mi familia. En Santiago, estudié Filología Inglesa. Fíjate las ironías de la vida: justo el año en que yo me licencié, mi facultad se convirtió en la Facultad de Ciencias de la Información. Luego trabajé en la radio y me saqué de encima los caprichitos del periodismo.

Juanjo Álvarez

¿Llegasteis directamente a Santiago tras aterrizar en España?

En el 74 llegamos a un pueblo de Orense que se llama Maside. Aparece en alguna de las novelas. Era la aldea en la que había nacido mi padre. Regresamos allí y en muchos aspectos para mí fue como visitar la Edad Media: había matanzas en la calle, el año se dividía en el año agrícola; las patatas, el aceite, el vino, etc. se hacían para autoconsumo. Algunas cosas se hacían exactamente igual que hace 1000 años; tenía lo bueno y lo malo de entrar en un parque temático de la Edad Media.

¿Mentalidad medieval también?

Mi madre fue la que peor lo llevó. Se adaptó como pudo, pero lo llevó fatal. Mi madre fue una gran sacrificada por su familia.

Estudiaste Filología Inglesa desde el año 79 hasta el 84. Aparte de por no poder estudiar Periodismo en Santiago, ¿qué te terminó de empujar a estudiar esta carrera?

Cuando yo estaba haciendo segundo de BUP, estaba convencido de que iba a estudiar Medicina. Poco a poco me di cuenta de que tenía un encuentro contra las matemáticas, la física, la química que me haría inviable lo otro. Yo tenía un profesor que me dio Latín en tercero de BUP y COU, que fue el que me insinuó que lo mío realmente eran las Letras. Y yo creo que un poco gracias a él, estoy en este gremio ahora.

Tus libros se suelen ambientar en los primeros 50 años del siglo XX, cuando Argentina era un próspero país por construir que recibía miles de inmigrantes llegados de toda Europa. La segunda parte del siglo XX, sin embargo, no fue tan halagüeña. Copiando la fórmula de Vargas Llosa, ¿en qué momento se jodió la Argentina?

Yo creo que hay varios momentos. El primero fue en cierta forma cuando llegan las Cortes de Cádiz y Argentina decide organizar la independencia. Los próceres que se encargaron de la revolución argentina se encontraron con que tuvieron que tomar decisiones ellos mismos sin tener en cuenta al resto de la gente. El país estaba completamente vacío. Era una extensión enorme, muy prometedora y ambiciosa, porque esas llanuras podían cultivarse dos veces al año y hasta tres. Entonces los alemanes, los ingleses, etc. querían echar sus garras en aquello. Los próceres argentinos, que yo estudiaba en mi infancia como muy respetables, de repente cuando te haces mayor y los estudias con más detenimiento, te das cuenta de que tuvieron sobornos distintos y opciones muy distintas que provenían de sus intereses personales.

Otros quisieron corregir los errores primigenios pero por presiones, por la historia, las guerras, la economía, fueron condicionándose. Perón, por ejemplo, entró en su tarea política en un momento muy clave. Él podría haber hecho muchas cosas. De hecho, las hizo y todavía están marcando la historia del país, pero yo creo que cometió errores importantes, por ejemplo, casarse con Eva.

En numerosas ocasiones has manifestado que eres un escritor tardío. De hecho, tu primera novela no se publicó hasta los 52 años. ¿Llegaste a escribir algo durante todos estos años?

No. Había escrito en momentos nocturnos en los que coges la pluma y te pones a escribir pero a la mañana siguiente no te gusta y lo tiras. Yo debo decir que el ordenador entró en mi vida de una manera drástica y es el que me convirtió en escritor. El ordenador me permitía ver físicamente lo que había escrito de forma impresa y me daba otra respetabilidad. Me permitía guardar, almacenar, corregir sobre la marcha sin el tachón que la tinta provoca.

Habiendo estudiado una carrera como Filología, habrás tenido tiempo de leer bastante. ¿Qué escritores te han influenciado?

Posiblemente Faulkner fue uno de los que más. John Dos Passos me gustó muchísimo. Por supuesto, también Kurt Vonnegut, todos ellos americanos. De entre los ingleses, tengo un poquito más de distancia porque quizá me tomaba a los americanos con menos prejuicios. También hay libros como The Catcher in the Rye que son lecturas más adolescentes.

Comencemos con tu primera novela, Cruz del Eje (Exlibric, 2013), que en 2012 quedó finalista en un concurso de Bubok. Cruz del Eje es una novela histórica con ciertos tintes de misterio. En ella, un mercenario francés asesina al capitán español Fulgencio Colinas en plena guerra de Cuba en 1898. En 1917, Alfonso XIII envía al sobrino de Fulgencio, Gorgonio Colinas, a buscar a unos militares españoles que han marchado a Cruz del Eje para integrarlos en la modernización de España. Gorgonio se encuentra en Argentina con los misterios del pasado de su tío. ¿Cuál es el tema central de Cruz del Eje?

Creo que la venganza. Fulgencio es una persona que vive en la dicotomía entre ser un militar español y tabaquero en Cuba. Cuando Cuba se independiza, no le queda más remedio que tomar partido. Cuando Fulgencio muere, Gorgonio evidentemente desconoce esta parte de su familia. A él lo mandan a Argentina a otra historia totalmente distinta, pero conducido realmente por alguien que quería una venganza y no sabía afrontarla personalmente. Entonces le trasmite a Gorgonio el deseo de venganza. Gorgonio se da cuenta de que, como decía Shakespeare hace ya muchos años y mucho mejor que yo, la venganza nunca es fácil. Yo procuro decirle esto a mis niños en el cole. Cuando hablamos de Shakespeare en abril, les cuento la historia de Hamlet y les pongo el monólogo para que se den cuenta de que no es tan fácil reaccionar primitivamente ante el impulso de la venganza, que hay que comerse muchos marrones antes de tomar ciertas decisiones.

En este libro, y en el resto de tu obra, es constante la dialéctica entre Europa y América. A principios del siglo XX América era todavía un continente que estaba naciendo y Europa se encontraba en su madurez más esplendorosa. Ahora parece que Europa está viviendo los primeros años de su vejez, acusando las cicatrices del tiempo. ¿En qué estadio vital situarías al continente americano?

Ahora mismo yo creo que está en la adolescencia, causando problemas a los padres. En cierta forma, los padres tenemos que aprender de nuestros hijos adolescentes y creo que América tiene que ser escuchada, pero es muy difícil conciliar la voz de la veteranía, las raíces y los conocimientos cimentados con la energía y locura que da la juventud. Creo que es algo que se ve en algunos personajes que describo. Personajes mayores que son los que te inoculan la prudencia. Sin embargo, la juventud da energía y locura. Yo creo que tengo algo de ambas cosas. Yo soy un amante de la historia romana y me apena enormemente que se desperdicien estas raíces culturales tan profundas que tenemos en Europa. Deberíamos respetarlas mucho más. Ahora con la crisis económica, cuando se habló del famoso Grexit, había multitud de vídeos en los que  profesores de latín y griego hablaban de Grecia y Roma y el respeto hacia ellas. Creo que estamos ignorando peligrosamente nuestros orígenes. Lamentablemente, eso exige una gente culta, gente que lea y no sé si tenemos ahora mismo un público así.

En 1988 te afincaste en Antequera, a la que le dedicas tu segunda novela, Antequera Blues Express (Exlibric, 2013) , una novela negra en la época contemporánea. El playboy gitano Canales aparece muerto en la estación Santa Ana y el teniente Azpilcueta tiene que investigar lo sucedido. La investigación se desarrolla con numerosas regresiones a los años 30 y con una serie de intrigas alrededor de una herencia. ¿Tenías ganas de escribir una novela negra?

Sí. A mí siempre me gustó la novela negra, no me refiero a la novela negra americana en el sentido puro, sino traspasada por la novela histórica. En su origen, la novela negra se publicaba en aquella revista que se llamaba Black Mask, de ahí viene el nombre, pero eran historias muy simples. Eran historias en las que hablaban tipos con situaciones laborales o familiares muy concretas, tipos que se llevaban muy mal con la justicia o la familia, etc. Eran historias de consumo fácil. Pero esa historia negra se va complicando con las generaciones porque aparecen componentes nuevos como la política. Es una manera integral de ver la sociedad. A medida que van pasando generaciones, la novela negra también llega a Europa. Hay autores europeos como los suecos, que están de moda ahora, pero en España tuvimos a Juan Madrid o Vázquez Montalbán, que le dieron un sabor especial sin perder el componente principal, la fotografía social.

Hay un escritor inglés que se llama Robert Wilson que me gusta mucho. En España, se dio a conocer con una novela que se llama El ciego de Sevilla. Tiene un comienzo muy impactante. Hace un recorrido histórico y al mismo tiempo también por el presente y al final las dos historias acaban juntándose. Quizá eso me ha influido para hacer historias como Antequera Blues Express.

Has manifestado en muchas ocasiones que lo que te llevó en parte a escribir esta novela es que a ti te daba envidia que todas las novelas negras estuvieran ambientadas en Los Ángeles o Chicago y que ya era hora de que apareciera un ambiente local.

Hemingway decía en París era una fiesta que recomendaba escribir sobre una ciudad cuando no se estuviera en ella. Tú has escrito sobre una ciudad lejana, Cruz del Eje, la de tu infancia, y sobre Antequera, la ciudad en la que vives ahora. ¿Cómo valoras esta afirmación de Hemingway?

Pero yo no soy de Antequera, y eso es una forma de estar lejos de ella. También lo decía Michael Connelly. Él nació en Florida pero tuvo que irse a Los Ángeles para poder escribir algo interesante sobre Florida. También lo dice Vargas Llosa. Mantener la distancia te permite primero añorar y, si añoras, estás en el estado mental adecuado para escribir buenas historias sobre esas cosas.

Antequera, aparte de parecerme una sociedad muy interesante, tiene un pasado importante y a veces no muy conocido. Creo que he intentado reflejarlo en Antequera Blues Express con el efebo. Yo he hablado con gente que tenía en sus casas pequeños recuerdos arqueológicos de un valor importante como jarrones, monedas. Pero la aparición del efebo en una casa te da una pauta de qué otras cosas no han salido a la luz. Esa pregunta fue la que me llevó a ambientar una historia negra en la Antequera actual.

En todas tus novelas aparecen personajes ficticios y personajes reales, pero en Antequera Blues Express abundan más los segundos. ¿Has recibido algún reproche de un personaje real?

No, en absoluto. Yo he procurado pedir permiso. Un día vi por la calle al cantaor Luis Perdiguero, que fue alumno mío en el colegio, le invité a un café y le dije que lo iba a utilizarle como parte de un personaje, pero le iba a cambiar el segundo apellido y me dijo que no había ningún problema.

Por ejemplo, a Antonio Blanco, de Cambayá, no me atreví a utilizarle con su nombre. Él fue Concejal de Cultura durante un tiempo y no quería asociar el hecho de la aparición de efebos con la figura de Antonio. No obstante, le reflejé en el personaje de Matt.

Un detalle que me ha llamado mucho la atención de tus libros es que siempre pones la fecha al principio de cada capítulo. Sin embargo, en Antequera Blues Express, ambientada en la actualidad, aparece la fecha 200_, sin especificar el momento concreto. ¿Se debe a alguna razón en particular?

Quizá porque quería aproximarlo a la primera década del 2000 y que cada uno pusiera lo que le pareciera. Si te fijas, está ambientado justo antes de la crisis, un momento en el que Antequera estaba creciendo a un nivel desconocido y eso era lo que originaba la existencia de personajes como Canales, asociados al arte y la antigüedad, pero también a la promoción, la construcción, la ambición, y que podía ser un buen caldo de cultivo para una situación de novela negra.

De hecho, alguno de los personajes advierte de la que se nos iba a venir encima cuando reventara aquello.

Hablemos ahora de tu última novela, Habanera para un condecito, que apareció a finales del año 2015. Está ambientada en la Argentina de 1947, justo tras las Segunda Guerra Mundial. El presidente Perón le encarga a Gorgonio Colinas, ya conocido por tus lectores, que busque una lista de los 8000 nazis que se escondieron en Alemania. ¿Qué significa este título?

Hay dos cosas sobre la Habanera. Te habrás dado cuenta de que la música está muy presente en mi literatura. Yo necesito escribir con música. Me inspira mucho y me ayuda a que las cosas fluyan. Habanera porque cuando estudiaba en Santiago tenía una amigo que tenía las cintas del Deutsche Grammophon y me encantó un título que escuché al otro lado del bolero de Ravel, que se llamaba Pavana para una infanta difunta. Lo de pavana viene de Padua, en Italia, que es un tipo de danza muy lenta que había en aquel entonces. Ravel, aparte de tomar lo español también toma mucho de lo italiano, y creó la Pavana para la infanta difunta, un baile muy del siglo XVIII, pero a mí me sonaba mucho a «Habana». Y como yo tenía el personaje del condecito, adapté el título a Habanera para un condecito. Aparte, la habanera es un tipo de canción triste y que a los españoles siempre nos ha atraído. De hecho, tenemos en toda la costa de Levante festivales de habaneras. Es una canción muy marinera, de ida y vuelta. La habanera se canta allí y aquí y representa la tristeza de haber perdido aquello y, sin embargo, tenerlo todavía muy presente.

Paralelamente a esta historia, se desarrolla el premio de automovilismo GP de Argentina. Háblanos de tu pasión por los coches.

Mi abuelo Florián ocupó en cierta ocasión un puesto que se llamaba «Jefe político», una especie de delegado del gobierno. Entre las atribuciones que tenía ese puesto se encontraban ser responsable de la policía local, del ayuntamiento, y además servir de comisario deportivo cuando los grandes raids pasaban por la ciudad. Él estaba encargado de sellar el carné de ruta de cada competidor y nos arrastraba a la familia a ver todo aquello. Yo tengo un recuerdo muy potente de estar a hombros de alguien, seguramente mi abuelo con dos o tres años, y ver pasar a esos coches tan abollados y sucios y, sin embargo, yo sentía una emoción enorme. Desde aquel entonces sentí una pasión insostenible por el automovilismo. La verdad es que he hecho muchas cosas dentro del automovilismo: he sido desde banderita en una curva hasta tesorero en la Federación Gallega de Automovilismo. También he corrido. En Onda Cero, cubrí las tres ediciones del rally de Antequera. Cuando el Dakar pasó por Antequera, tuve la suerte de que me invitaran a hacer las entrevistas correspondientes. Y solo me faltaba tratar el tema como escritor.

En principio, este libro fue una especie de excusa para hacerle un homenaje al automovilista argentino Juan Manuel Fangio. ¿Podrías hablarnos un poco sobre él?

Fangio es una persona que percibió quizá antes que nadie lo que perciben los grandes campeones, como pudo haber sido un gran pianista o pudo haber descubierto algo en la pintura. Es un tipo que convirtió el dominio de las leyes físicas en algo tangible y que se podía conseguir. Enseñó a los demás conductores a cómo controlar el derrapaje, que el derrapaje no sea una consecuencia de un error, sino que es aprovechable para una mejor competitividad. Es algo que aprendió de manera totalmente intuitiva. Él fue un gran campeón y lo demostró con ser la primera persona y la última antes de Schumacher que consiguió cinco títulos de Fórmula Uno prácticamente consecutivos. Además, en todas las distintas facetas del automovilismo: en el rally, en el raid y en la Fórmula Uno.

Aparte de a Fangio, este libro es un homenaje a esos automovilistas que jugaban con la muerte conduciendo, por ejemplo, a 150 km por hora sin cinturón de seguridad. Cosas así son impensables en nuestra sociedad. ¿Crees que nos hemos vuelto más cobardes?

Sí, posiblemente. Lo que les hace héroes es precisamente eso, el vivir sin normas, sin cinturón de seguridad y ser trapecistas sin red. Hoy muchos queremos ser trapecistas pero queremos tener la red. Eso es lo que nos aleja de esa época y lo que a ellos los convierte en personajes más heroicos de lo que ya son. Lo cierto es que ellos no eran conscientes de esto. La aproximación a la muerte que tenía esta gente no la tenemos nosotros. Creemos que la muerte es algo inevitable evidentemente, pero si la podemos alejar, mejor. Ellos convivían con la muerte. Eran quizá las últimas personas que existieron con esa fatalidad que traemos desde la Edad Media, la fatalidad de decir «todos vamos a morir, voy a intentar morir lo más heroicamente posible». Hoy no queremos morir heroicamente. Hoy nos interesa morir en el salón de casa o en la cama, con la calefacción encendida y buena luz. Ellos eran personas criadas sin luz, sin calefacción, posiblemente con problemas de hambre, y se dieron cuenta de que la vida había que vivirla.

En el libro abordas la cuestión de los nazis en Argentina. ¿Tuviste algún tipo de recelo ante un tema tan manido en la literatura y cine como es el de los nazis?

Posiblemente. Yo intenté tocarlo desde una perspectiva un tanto novedosa, al menos desde este lado del charco. La presencia que tuvieron los alemanes allí tanto antes como después de la guerra. Hay estudios que dicen que Eva Perón es mencionada en cartas que había entre personal militar alemán en Argentina con la metrópolis. Había capitales alemanes desde los años 10 y 20. No es algo necesariamente asociado a la Segunda Guerra Mundial. Ya había familias muy potentes en Argentina. Lógicamente, cuando en el año 33 Hitler gana las elecciones, hay un gran apoyo por parte de las familias alemanas argentinas sobre la idea de un Führer en Alemania que les traspase una idea para construir un país nuevo. Hay militares alemanes en las academias militares de Argentina. Perón fue alumno de militares alemanes. Yo he hablado de von Faupel, que había sido embajador de Hitler en Madrid ante Franco, pero también había sido profesor de Perón en Argentina. Se menciona el papel de Eva antes ya de casarse con Perón como telonera de relaciones entre el nazismo y Argentina y eso no está muy bien estudiado. Obviamente, después de la guerra Perón tiene la presión de los poderes alemanes en Argentina. Hay historias de submarinos que llegan a Argentina para esconder capital, un capital que en los 50 y 60 regresa a Alemania para conformar parte de ese milagro alemán. Hay gente que sostiene que los grandes problemas económicos de Argentina en el siglo XX no sólo se corresponden a las empresas americanas, sino que también las empresas alemanas dejaron en la estacada a Argentina.

Las tres novelas que has escrito hasta ahora podrían clasificarse como históricas. Escribir sobre épocas que no se han vivido requiere un gran trabajo de investigación. ¿Cómo te documentas para tus libros?

Es un trabajo importante, pero me encanta leer historia, así que no me cuesta mucho trabajo. También está el riesgo de profundizar demasiado en la historia, cosa que puede llegar a cansar al lector. Una vez has construido al personaje y la historia apoyándote en datos históricos, tienes que intentar, como dice Reverte, desmontar el andamiaje porque, si no lo haces, se nota mucho y el público se cansa.

Todos los libros son, en cierta medida, autobiográficos. ¿Qué tienen Gorgonio Colinas y el teniente Azpilcueta de Juanjo Álvarez?

Posiblemente hay mucho. Yo creo que el militar es una persona que siente el uniforme como una limitación, como la sujeción a unas pautas que le obligan a mantener un punto de vista sobre la vida. Pero también somos personas y nos equivocamos. Admiro en cierta forma al militar en el sentido de que tiene una idea que respetar y tiene unas limitaciones como no dejarse llevar por el instinto. El arma que tiene un militar le ha sido otorgada al mismo tiempo que una gran responsabilidad sobre el uso que hace de ella. Eso es lo que admiro de los militares. En ese sentido, yo soy una persona que se atiene a las ideas.

¿Acabarán las nuevas tecnologías con el libro en papel?

Yo creo que no. Fíjate que cosa más llamativa está ocurriendo con el disco de vinilo. Había gente que lo daba por enterrado y, sin embargo, ha renacido. Sting acaba de publicar hace nada un disco suyo también en formato vinilo. No sé si pasa únicamente con los músicos que han vivido la historia del vinilo, pero si la industria ha dicho que sí al vinilo, quiere decir que le han visto posibilidades.

Yo creo que el papel sigue teniendo un sex appeal. Me gustaría pensar que va a permanecer.

Al terminar un libro ¿Sueles tener la sensación de vacío? ¿O inmediatamente se te ocurren nuevas ideas?

Tengo ideas, pero mi problema es que solo puedo trabajar en verano. El invierno me da tiempo para pensar en la próxima idea.

Tengo un par de ideas; hay quien me pide una segunda parte de Antequera Blues Express, que sería más bien una precuela de cuando Azpilcueta llega a Antequera por primera vez. Quizá vayan por ahí los tiros. También hay otra que me está dando vueltas en la cabeza: contar una historia en Compostela.

 @danisoler

Santa Marta Golden: «La letras surgen de las inquietudes poéticas y de la sensibilidad»

Santa Marta Golden, con un único y original estilo, hizo vibrar  la Sala Velvet Club (Málaga), envolviendo al público en una atmósfera de metal vanguardista. Aquí damos  a conocer con un poco de más detalle a este grupo de raíces granaínas.

¿Cómo nació S.M.G? ¿Los actuales componentes son los mismos que en los inicios del grupo?¿Hubo cambios dentro del grupo?

Afortunadamente coincidimos en el tiempo (2007) y en el espacio (Granada) en un momento dado  y parimos esta cosa que llamamos Santa Marta Golden. Inicialmente contábamos con otra persona a los mandos de la batería, siendo sustituido con el tiempo por José, que es el batería en la actualidad.

¿Cuál es vuestro estilo musical y en qué se basa? ¿Es el mismo estilo desde que surgió el grupo o hubo uno distinto anteriormente?

Nuestro estilo es la sinergia que se crea al enfrentar nuestros diferentes criterios influenciados por disciplinas tan diferentes como el jazz, la música clásica o el pop. Por supuesto, predomina el metal. Casi siempre a partir de  las composiciones de López. Nuestro estilo no ha cambiado en lo sustancial. Sí, quizá en los últimos tiempos hemos optado por un lenguaje más pesado, intentamos arrastrar las notas y rendir tributo al drone.

Vuestro primer disco El Fallo Humano. ¿Cómo fue el procedimiento de su composición y grabación? Hasta conseguir grabarlo, ¿os encontrasteis con muchas dificultades o recibisteis apoyo? Tras el lanzamiento de este disco, ¿estáis satisfechos con las ventas? ¿Os ha ayudado a que os conozca un mayor número de personas?

Nuestro primer disco se compuso a partir de múltiples sesiones de ensayo y grabado en los estudios Cabello, en Padul. Una cierta ilusión, reunir la pasta y grabar, en eso consistió el proceso.

En la actualidad no se venden discos, hay que partir de esa premisa. Además el formato CD cada vez está más desfasado. Sí, vale como carta de presentación, pero poco más. El presente y el futuro de la música están subordinados descaradamente a la red.

¿Sobre qué temas os basáis para escribir vuestras canciones? ¿Qué mensaje queréis enviar con ellas?

La letras surgen de las inquietudes poéticas y de la sensibilidad y el mundo interior de Mel, nuestra vocalista, que es  la que compone las letras.

 ¿Estáis pensando en sacar un segundo disco?

Estamos pensando en sacar un segundo disco, efectivamente. Somos unos románticos.

Contadme, ¿qué tal la experiencia en la Sala Velvet Club al tocar junto a Bull of Phalaris ¿Cómo calificáis el concierto en sí? ¿Sentisteis que el público conectó con vosotros?

Recordamos positivamente nuestro paso por la Velvet, aunque quizá no percibimos la acogida entusiasta que nos hubiese gustado encontrar.

Como grupo, ¿cuál es vuestra meta a conseguir? ¿Qué es lo más lejos a lo que habéis llegado?
Nuestro mejor logro es seguir funcionando “guapamente”. Acumulamos los años y mantenemos la ilusión. Me encanta decir esto.

 ¿Cómo definiríais a vuestro público objetivo?

Nuestro público objetivo tiene las orejas abiertas de par en par, es promiscuo y no descarta vivir nuevas y oscuras experiencias.

¿Cuál es vuestra opinión sobre la gente que se descarga música de manera ilegal desde internet?

Yo me descargo música ilegal de forma continuada así que no tengo autoridad moral para aportar nada a lo que se supone que es correcto decir en este caso.

@valy