Hablemos de terror

El terror de lo sublime, Edmund Burke, Dylan Thomas y Portishead — Germán Ortiz Sanguino

Edmund Burke, uno de los filósofos más influyentes tanto en la literatura como en la arquitectura victorianas, declaraba que lo sublime no se vinculaba con la belleza, sino con la pasión por el terror. Lo sublime deja a la persona a merced de la estupefacción y la indefensión por un objeto que le supera en facultades y entendimiento. Lo sublime para el sujeto se halla en lo que nos asombra subjetivamente, y que nos afecta al ser presas de su irresolución. La curiosidad por aquello que nos es fascinantemente desconocido.

26gSaturno devorando a su hijo, Francisco de Goya — Eugenio Morales Castillo
El mayor miedo del hombre, el tiempo, personificado —por falsa etimología, hay que decirlo— en un dios aterrador: Saturno, Crono, que se alimenta de su propia prole. El tiempo, que todo lo devora, devorando a su propio hijo, que nada puede hacer por no ser triturado entre los colmillos de su padre, por disolverse en la bilis de las horas, por perecer para convertirse en más tiempo, es la imagen del horror mismo que nos atenaza contando los soles que han caído y las lunas que caerán, cuántos astros más seremos capaces de ver
prae nox una perpetua dormire. Es imposible contemplar cara a cara al dios de Goya y no sentir, qué menos, un escalofrío, no percatarse de que el tiempo empezó a morder desde que nacimos y no se detendrá hasta digerirnos por completo.

El baile de los esqueletos, Walt Disney ─ Guillermo Ruiz Jurado (colaborador, corrector)

Quizás suponga una sorpresa para más de uno que aquí se mencione un cortometraje de Disney, pero lo cierto es que en sus inicios la compañía de Walt Disney produjo varios trabajos con ciertos toques tenebrosos y El baile de los esqueletos (1929) es una muestra de ello. Dirigido y guionizado por el propio Disney, el corto nos narra con música y sin diálogo una anécdota: varios esqueletos salen de sus tumbas para hacer una danza macabra. El baile de los esqueletos conjuga perfectamente la estética del terror, deudora del expresionismo alemán, con la comedia propia de un trabajo de Disney. Sin duda, un trabajo interesantísimo que demuestra que el terror no es exclusivamente para adultos.

El juego del atrayente terror con Kevin Francis Gray ─ Irana Frénjemi

07. Ghost Girl Marble (Kevin Francis Gray) 03La curiosidad siempre ha sido uno de los motores principales que mueven la vida del ser humano y nadie, hasta ahora, ha sabido jugar con ella de una forma tan ingeniosa y atrayente como el escultor Kevin Francis Gray. Este artista seduce al espectador con sus esculturas que, en la mayor parte de las ocasiones, aparecen veladas o cubiertas por mantos, invitando así a descubrir los perturbadores secretos que guardan. Pues, tras los bellos velos podemos encontrar rostros esqueléticos o cuerpos cubiertos por macabras heridas. De este modo, juego, interactividad, secreto, curiosidad y terror se unen en la obra de este artista.

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Una voz en la noche, William Hope Hodgson — M.E.F.P.

Un pequeño barco atravesando el norte del océano Pacífico, en una noche neblinosa y calma. Uno de los paisajes más solitarios imaginables, hasta que un bote se acerca entre la niebla, con un tripulante pidiendo provisiones. No se quiere acercar al barco para recogerlas, y pide que se las lancen, tampoco quiere mostrar su rostro, ni que lo iluminen siquiera. Intrigados, el protagonista y un compañero preguntan el motivo de ese extraño comportamiento. La historia que les cuenta el hombre del bote os pillará de sorpresa y, si la leéis solos, imaginando todo lo que se describe, sentiréis una mezcla peculiar de miedo y asco. Una historia escrita por un hombre que fue marinero durante años hasta que renunció diciendo que no quería volver a saber nada de ese oficio…

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Hablemos de vicios y obsesiones

Miembros de la redacción hemos querido hablar de nuestros vicios y obsesiones culturales ¿Cuáles son los tuyos?

Hablemos.

Move, Eat, Learn, Rick Mereki ― Alessandra Pilieri, redactor

Me miro sentada mientras espero en un aeropuerto vacío de ausencia, lleno de almas. Muchísima gente camina en mi entorno, miles de maletas, de pies, de vidas, un solo destino: un íntimo camino.

Creo que viajar es un vicio hacia un lugar desconocido, nuevo, distinto para volver con ojos llenos de mundo.

Viajar es la obsesión de quien busca un vestido para las emociones de la piel, para las visiones del alma; una obsesión buena que te deja una huella indeleble, una pieza más, o en este caso un souvenir.  El viaje recoge imágenes, olores, sensaciones de otras culturas y tradiciones.

Esto es la razón por la cual viajar es la obsesión que no daña, que deja solo vida detrás y por delante.

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A mil años luz, Sidonie ― José Antonio Moreno, coordinador de Ákrox

Como una jeringuilla inyectada en los oídos, mi vicio es la música psicodélica, esa que te transporta a mundos de ciencia ficción y te permiten huir de la realidad. Porque, seamos sinceros, gracias a la música psicodélica estoy a mil años luz de probar las drogas. Sidonie es uno de mis grupos favoritos en el ámbito hispano y la canción que he elegido define perfectamente lo que quiero transmitir: «Abandoné el mundo real, ataviado en mi traje espacial».

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La canción del croupier del Mississippi, Leopoldo María Panero ― Sandra Cobos, colaboradora

En este poema de Panero se desnuda un alma triste y atormentada. Podemos ver a un metafórico pirata. A un pirata que fuma y bebe demasiado. Un ser ya sin corazón, un alma llena de humo. Quizás sea el alcohol y el exceso, o el hedor que le rodea, que el poeta busca encontrarse y no se encuentra en su propia realidad. Solo hallamos una canción de autodestrucción. Una llamada de resignación ante una vida que no es vida, sino ausencia. Una ausencia consentida, una muerte esperada. Y es que… «es tan bella la ruina» que podemos verla y sentirla de todos los colores de mano de esta canción de un pirata que escribía en España.

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La persistencia de la memoria (Los relojes blandos) de Salvador Dalí ― Eugenio Morales Castillo, Community Manager de Ákrox

vicios-y-obsesiones-768x584El tiempo es la mayor obsesión del ser humano; cosa lógica, en cuanto a que escapa a su control —y nada es más obsesivo que un imposible. Nos engañamos diciéndonos que lo hemos enjaulado en una circunferencia y clavado a ella con agujas que lo retuercen inexorablemente, y que, así, lo hemos doblegado a nuestra voluntad. Ilusos. Solo hemos conseguido dejarnos domeñar más que nunca por el tiempo que todo lo arrasa, impasible, a su paso: nada escapa al tiempo. Y, en cuanto que todo está sujeto al tiempo, cualquier obsesión es, en última instancia, el tiempo mismo. El tiempo es, pues, mi obsesión, mi vicio: olvidarme de que el tiempo fluye, o de que existe incluso, y así poder vivir.

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Untitled + Vamos, Pixies (Surfer Rosa, 1988) ― Agustín González Perea, redactor

Una bronca unidireccional en la lejanía de la que solo escuchamos una amenaza (You fucking die!). Una mierda de español chapurreado. Un subidón de adrenalina. Virando en cualquier dirección antes de que le dé tiempo a explotar algo más lo que acaba de hacer. Imposible de predecir lo que va a pasar a continuación a menos que la hayas escuchado ya. Ideal para escribir, crear, tal vez para follar (la pruebo y os comento). Un auténtico bombón para esa obsesión por largarte lejos, muy lejos, sin moverte de donde estés.

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Las puertas de la percepción, Aldoux Huxley ― Pepi Infantes, editora

Encerrar en un ensayo ,medianamente escueto como este, la teoría de que la realidad se presenta sesgada para nuestro cerebro es una tarea que no está al alcance de todos. Huxley consigue (magistralmente, por cierto) determinar qué llaves pueden erradicar las puertas que se interponen en los caminos de la percepción. La obra se basa en sus propias experiencias con el consumo de mescalina y el título se debe a un verso de William Blake. Sirvió de inspiración para el nombre de la celebérrima banda The Doors, quienes no dudaron en dedicarle uno de sus más conocidos temas, Break on through.

* Ilustración de cabecera por cortesía de Mª Jesús Campos García

 

Hablemos de amor

Miembros de la redacción hemos querido hablar del amor en relación con obras de artes, literatura, películas o música con motivo de San Valentín. Desde  la locura al amor ciego. Hablemos.

Galatea de las esferas, Salvador DalíJosé Antonio Moreno, coordinador de Akrox.

Hace años que me volví loco, eso lo tengo claro, me llevó a la locura… Como poeta no he podido sentir mayor atracción por Galathea y no me he enamorado de ninguna estatua a diferencia de Pigmalión, pero sí estoy enamorado de la locura. Es por eso que «Galatea de las esferas» de Salvador Dalí es más que representativa de mi punto de vista.  Es una locura, pero al principio solo veía un montón de planetas y satélites orbitando, luego pude ver esa musa que volvió loco a Pigmalión.

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Eco y Narciso, John William Waterhouse Eugenio Morales Castillo, colaborador y Community Manager de Akrox.

eco_narcisoAl igual que Narciso se enamoró en tal grado de sí mismo que no podía apartar la vista de su propio reflejo, obviando el amor de la ninfa Eco, nosotros nos obcecamos en un único amor, lo que nos ciega: nos impide ver quién nos ama realmente, nos impide mirar más allá de lo que amamos, nos cierra las puertas a otros amores, nos ciega por completo, y nos arrastra  hacia un único amor. ¡Dichosos aquellos para los que ese amor es correspondido! Pero, los otros, ¡en funesta nave se han embarcado! Que Eros no os cierre los ojos, no vaya a ser que acabéis, como Narciso, ahogados y, una vez muertos, privados de la capacidad de amar.

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Adán y Eva, Jaime SabinesSara Solá Portillo, correctora.

¿Es que somos distintos? ¿No te hicieron, pues, de mi costado, no me dueles?

Cuando estoy en ti, cuando me hago pequeño y me abrazas y me envuelves y te cierras como la flor con el insecto, sé algo, sabemos algo. La hembra es siempre más grande, de algún modo.

Nosotros nos salvamos de la muerte. ¿Por qué? Todas las noches nos salvamos. Quedamos juntos, en nuestros brazos, y yo empiezo a crecer como el día.

Algo he de andar buscando en ti, algo mío que tú eres y que no has de darme nunca.

¿Por qué nos separaron? Me haces falta para andar, para ver, como un tercer ojo, como otro pie que solo yo sé que tuve.

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Las inquietudes del joven Werther, Johann Wolfgang Goethe M.E.F.P., redactor

Si cada uno de nosotros es un cosmos, el amor es un choque de galaxias. Así percibo yo su tremendo poder.

Basándome en esta premisa, para mí el aspecto del amor que más me ha impresionado es el no correspondido. Me resulta asombrosa la manera en la que podemos sufrir por amar a alguien que no nos ama.

Por ello considero esta obra de Goethe como la mejor expresión creada del poder del amor. La desgracia de sentir tan terrible necesidad e impulso que nos hace sufrir a nosotros y a los mismos que amamos. Algo tan subjetivo y tan poco práctico se impone a toda sensatez, y al mismo tiempo parece lo más sensato.

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Wish You Were Here, Pink FloydGermán Ortiz Sanguino, redactor

Esta canción ha emocionado a hombres hechos y derechos de todo el mundo y de todas las edades desde que se compuso. Camioneros, trabajadores de la siderurgia, levantadores de halterofilia, y por supuesto a Spielberg… pero él no cuenta, ese tio se emociona con cualquier cosilla. Y es curioso, pues esta canción no estaba ideada para enamorar a ninguna damisela. Es un réquiem en vida. Syd Barrett fue uno de los fundadores de Pink Floyd, pero sufría de graves problemas mentales. La banda le dedicó esta canción; pues echaban de menos como él era antes de sus trastornos.

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Demasiado humanos ─  Pepi Infantes, editora

Cerró sus ojos ante la postrera sombra aquel Quevedo cuyas cenizas tenían sentido;  la Dido de Virgilio precipitó el puñal hacia su pecho;  el desconsolado Apolo regó con lágrimas los pies de aquella Dafne que, en Garcilaso, en torcidas raíces se volvían. Y toda la alcoba sufrió el deseo lorquiano de un Amnón perturbado por su hermana.

No podría elegir un poema o un relato, ni siquiera un ínfimo fragmento. Para mí no hay más  amor o desamor que la pasión misma, algo que se deriva de quienes alguna vez, como en Góngora, se sintieron un ángel fieramente humano.

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Los amantes II, René Magritte Belén Extremera, correctora

Nadie sabe –o quiere saber– lo que significa el amor, hacerlo supondría dejarse “liar al cuello” la venda de ciegos. Viejo tópico el del amor de ciegos. Pero a lo que me refiero es a la negación, como esos que se encierran en el velo tupido y ya no son ella ni él, sino ellos, los amantes.  Obsesionado con la (falsa) realidad, Magritte aísla a estos amantes del mundo y de sí mismos –cada uno se oculta en su propio velo, en su propia idea–. Nada tentador así el amor.

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¡Olvídate de mí!, Michel GondryGuillermo Ruiz, colaborador

Sin duda, el amor siempre ha sido uno de los mayores alicientes en el mundo cinematográfico: retratado infinidad de veces y de numerosas maneras. Entonces, ¿por qué ¡Olvídate de mí!? Imagina que un día descubres que tu pareja ha decidido borrarte de su mente. Bajo esta interesante premisa se nos presenta la fábula romántica entre Joel y Clementine. El amor, como la memoria, es cambiante, subjetivo y tremendamente destructivo. Esta película refleja la cara más dura y melancólica del amor desde una visión esperanzadora e inspiradora. Puede que el amor no sea perfecto, pero quizás sea buena idea disfrutar de lo que nos ofrece.

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Romeo y Julieta, William Shakespeare Nereida Sologuren, coordinadora de redes sociales y corrección

Aunque sea la obra típica de la que se habla en estas fechas, Romeo y Julieta tiene muchos más matices de los que aparenta. ¿Creemos que el amor entre los protagonistas es idílico, maravilloso e incomparable? Es todo menos eso. Un amor idílico, sí, porque permanece en los sueños futuros de ambos personajes; un amor maravilloso, sí, pero fugaz a la vez; un amor incomparable, pues la intensidad con la que lo vivieron fue demasiada. Un amor que nos hace ver que no todo tiene que ser color de rosa, o que las demostraciones de amor no tienen que ser exageradas. Un amor que nos hace darnos cuenta de que lo mejor en una relación son los nimios detalles, las respuestas inesperadas, los momentos de silencio y, sobre todo, los instantes junto a la persona amada.

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Lover, You Should’ve Come Over, Jeff Buckley Carmen Fortes, coordinadora de redacción y editora    

Un canto a la desesperación solipsista que emana de la combustión original, aquella en la que la conceptualización del ser amado se convierte en una fuerza destructora por su poder de idealización. Ay, el primer amor.

Así, Jeff es consciente del error inexorable, necesario («maybe I’m too young to keep good love from going wrong») pero no se va, no puede. Su parálisis es tan peligrosa como la de Aleixandre en El último adiós: atado a una silla, a oscuras, y con la puerta abierta, por si la amante decide volver.

Al otro lado del precipicio, seguramente, haya un espejo reflejando la misma escena en la habitación de la amante. Sin embargo, esto no es un asunto de dos; no el desamor, no el primero.

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Somebody to Love, Jefferson Airplane  ─  Daniel Soler, editor

Don’t you need somebody to love? Siempre he concebido el amor como un espíritu esencialmente neutro, bailando hasta el infinito entre los cielos del amor correspondido y el infierno del despecho y el desengaño. Amor y odio van siempre de la mano. Lo contrario de estos dos sentimientos es la indiferencia. Lo cierto es que los años 60 nos trajeron los festivales del amor, los cuerpos desnudos y el regreso a los impulsos de comunión, pero también nos mostraron las imágenes del napalm lloviendo sobre civiles vietnamitas.

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Lector ¿Qué es el amor?

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