La casa de los espíritus, Isabel Allende

En este artículo quiero presentar la muy conocida novela de Isabel Allende: La casa de los espíritus. Una novela histórica y, según ciertos estudios, autobiográfica, que me ha resultado absolutamente maravillosa.

Pero, para comenzar, qué mejor que presentar a la renombrada autora: Isabel Allende. Todos la conoceréis por sus novelas superventas, las cuales han estado muy al día en los últimos años. Con doble nacionalidad: la chilena (de nacimiento) y la estadounidense, Allende, de 72 años, se ha convertido en una de las autoras de pluma hispana más leídas.

Tras haber trabajado como periodista en la revista Paula, Allende se adentró en el mundo de la novela. La casa de los espíritus es una de sus primeras obras y, además, la que le otorgó reconocimiento mundial tanto por parte del público como de la crítica. Otros títulos de la autora son: De amor y sombra (1984), Cuentos de Eva Luna (1990), Inés del alma mía (2006), La isla bajo el mar (2009) o El juego de Ripper (2014).

1.Isabel Allende

Pese a la constante y fiel acogida por parte del público a cualquiera de sus nuevas obras, Allende se presenta como una autora controvertida en el terreno de la crítica, que ha sido acusada de aprovecharse de los fenómenos comerciales, de no atreverse a arriesgar y de repetir temas. A pesar de ello, Allende está considerada una autora verdaderamente creativa y, además, con una portentosa capacidad a la hora de ambientar e insertar sus historias en un contexto determinado, como es el caso de La casa de los espíritus u otras de sus obras, tales como La isla bajo el mar o El cuaderno de Maya, por lo que ha sido galardonada con el Premio Nacional de literatura de su Chile.

La casa de los espíritus es una novela publicada en 1982 que narra los sucesos y vivencias acaecidas a lo largo de cuatro generaciones en las familias Trueba, del Valle y García. La obra, que ha sido incorporada a la corriente del realismo mágico, está ambientada en un contexto social e histórico marcado por los cambios políticos, sociales, económicos y culturales de la época post-colonial chilena. Este cóctel, que ya de entrada parece tener todos los ingredientes necesarios para convertirse en una novela, cuanto menos, entretenida, alcanza su culminación creativa con el toque fresco, mágico y curioso que le aporta la incorporación de sucesos, ideas y personajes fuera de lo normal o lo natural.

Empleando a los personajes como caballo de batalla, Allende nos muestra la evolución social y cultural que se está desarrollando en el país a través del comportamiento, la actitud y los actos de los personajes. Posiblemente, el mayor logro de La casa de los espíritus es la exhaustiva y detallada descripción tanto física como psicológica de los personajes, la cual permite al lector reafirmar el lazo de cercanía que ya de por sí muestra esta historia familiar.

Los personajes, que sin duda representan los papeles más importantes de toda la obra son Clara del Valle y su marido Esteban Trueba. En Clara del Valle se vuelca con el poder de la clarividencia, la telequinesia (capacidad de mover objetos psicológicamente) y la ferviente labor de apuntar cualquier cosa que considerara importante en sus «cuadernos de vida». Clara, que en términos generales llega a ser el personaje que menos evolución sufre con el paso de los años es, al mismo tiempo, el personaje que encarna el ya mencionado «realismo mágico» con su serenidad, sabiduría, filantropía y espiritualidad.

Por contrapartida, Esteban Trueba encarna la cara más social y realista de la novela. Sufriendo una evolución tanto psicológica como social apabullante, el austero, pobre, hostil y enamorado muchacho pasará a convertirse en patrón de la mejor hacienda de todo Chile (Las Tres Marías), para luego, ya de viejo, volcarse en la política y llegar a senador del país. Mediante este personaje, Allende expone el hambre, la superación, la suerte, la contraria vida del patrón y del colono, el ascenso social, la violencia, la ira, la tenacidad, los ideales conservadores y, por último, la rendición, agotamiento e incluso la flexibilidad en sus ideas y carácter.

Cada uno de los personajes representa un ideal de la sociedad chilena, desde la encarnación de lo conservador en el senador Trueba, el carácter rebelde y espiritual de su hijo Nicolás, la filantropía de su otro hijo Jaime, la tradición y devoción cristiana de Férula Trueba, la fuerza liberal y revolucionaria de Pedro Tercero García (personaje que representa al cantante chileno Víctor Jara, asesinado por la dictadura de Pinochet), así como la sensualidad, inteligencia y el atisbo que sirve de precedente a futuros movimientos feministas de la prostituta Tránsito Soto. Cabe destacar la representación del máximo exponente literario del país chileno en el personaje de «El Poeta», el gran Pablo Neruda, a cuya obra Veinte poemas de amor y una canción desesperada se hace alusión.

3.Pablo Neruda.jpg

Con respecto a la narración, al tratarse de una novela compuesta a base de notas de Clara, escritos de Esteban Trueba y anotaciones de Alba, el foco de la narración irá variando constantemente a lo largo de la novela sin previo aviso. Sin embargo, esto no provoca que el lector pierda el hilo en ningún momento, sino que refuerza la originalidad narrativa de la obra.

Finalmente, también hay que destacar que el éxito de la obra desembocó en una adaptación en el séptimo arte en 1993 que cuenta con un reparto verdaderamente sustancioso, con actores como Jeremy Irons, Meryl Streep, Glenn Close, Winona Ryder o Antonio Banderas. Sin embargo, como suele ocurrir en la mayoría de los casos la película no llega a hacerle sombra a un libro tan extenso y de tal maestría.

Pese a las dos horas y veinte minutos de la película, factores tan significativos del libro como los cambios de narración, la descripción psicológica de los personajes o la inserción del contexto político y social chileno no quedan fielmente reflejados en una película a la que parece faltarle tiempo para enseñar todo lo que el libro cuenta, dando lugar a una sucesión de escenas cortas y rápidas que parecen, sobre todo al principio, atropellarse las unas a las otras. Si bien es cierto que el espectador logra coger el hilo conforme transcurre la película, considero que, de no haber leído antes el libro, esa tarea se habría hecho mucho más difícil.

Por otra parte, hay que destacar la siempre maravillosa actuación de Meryl Streep, que representa casi a la perfección al personaje principal de la novela, Clara del Valle; del mismo modo que ha de ser destacado la caracterización de Esteban Trueba de manos de Jeremy Irons. En conclusión, no dejamos de estar ante la adaptación de una novela que, por su temática histórica, romántica, familiar, e incluso sobrenatural, se presenta como una opción más que apetecible para pasar una tarde de domingo. Os dejo aquí el trailer de la película:

En resumidas cuentas, y a pesar de las numerosas similitudes con Cien años de soledad de Gabriel García Márquez, es del todo probable que todo aquel que disfrute con una buena novela de historia, amor y sublevaciones, encuentre en esta obra una fuente de entretenimiento verdaderamente gratificante.

Por Antonio José Díaz
Publicado originalmente en Ákrox

Eneida: El eterno viaje de no claudicar

En este tremendo drama griego que es la vida, en este constante torrente de sinsabores e infortunios que nos sobrevienen continuamente no debemos, por más que nos cueste, ofrecer nuestra rendición sin antes ─¡qué menos!─ haber desenvainado nuestra espada.

Hay obras literarias que son ciertamente eternas; son muchas y de diversas clases. Pero lo realmente valioso que podemos extraer de un buen libro no es la maestría del autor o la belleza con la que exhibe las historias que ha conseguido entretejer. Nada más alejado. Existe, creo, algo que hace vitales a ciertas obras literarias que es, ni más ni menos, su mensaje. Realmente parece algo baladí, pero es una cuestión en la que no reparamos con el debido detenimiento. Una de estas maravillosas obras selectas que encontramos es la Eneida de Virgilio, la misma que escribió ese hombre áspero de carácter que lograba plasmar en sus palabras un sentimentalismo totalmente ajeno a su personalidad. Grosso modo, la Eneida narra la historia de la caída de Troya, el arduo camino que debieron recorrer los supervivientes de aquella guerra y, más concretamente, todas las vicisitudes a las que se tuvo que enfrentar Eneas, quien, a la postre, se convertiría en el fundador de lo que más tarde se conocería como Roma.

Hay un pasaje cuya cita, desde que leí la obra, retumba en mi cabeza incesantemente sin pedir perdón ni permiso: «La única salvación para los vencidos es no esperar salvación alguna.» Palabras de Eneas, que resonaron entre los jóvenes troyanos dispuestos a convertirse en el último bastión y reducto de esperanza de una incendiada y prácticamente derruida Troya. Si bien no conseguirían salvarla de las armas griegas, al menos morirían con orgullo habiendo defendido, hasta el último aliento, lo que para ellos era lo más preciado. Su ciudad. Su honor. Su vida.

Más allá de lo épico de la historia, dicha sentencia tiene un mensaje que se convierte en trascendental para nuestra propia vida, para nuestro propio día a día. La vida no se encuentra dispuesta en una amplia mesa de salón sobre un fino mantel donde podamos elegir los manjares que más satisfactoriamente sacien nuestro apetito. Cierto es que esto no funciona así. La vida es un tremendo viaje en el que nos vemos asaltados con demasiada frecuencia por diferentes peligros y obstáculos que pretenden enmudecernos y privarnos de aquello que consideramos como una buena vida buena. Y, al igual que pronunciaba Eneas, no debemos ni por un instante esperar a que alguien venga a socorrernos de nuestros abismos ni que espanten los fantasmas de nuestro pasado, porque esta es única y exclusivamente una misión que hemos de afrontar nosotros mismos. Nosotros, cada uno de nosotros, somos quienes tenemos la potestad y el poder de conferirle sentido a nuestras vidas. Cada cual es actor principal de su propia obra, cada cual puede hacer que el teatro retumbe en vítores y aplausos o que enmudezca de aburrimiento por una obra ─¡y una vida!─ que cualquiera podría haber protagonizado. Nosotros, y solo nosotros, podemos cambiar el rumbo de nuestras vidas y hacer que cada golpe y cada caída sirvan para ser un poco mejores y alcanzar, finalmente, esa esperada vida buena que tanto anhelamos.

Busquemos en nosotros mismos. Hallemos el papel de nuestras vidas.

José Manuel Gragera Junco