Jacques Tardi y la memoria en viñetas de la Gran Guerra

Conocemos de sobra la Segunda Guerra Mundial. No en vano, Adolf Hitler es tan tristemente famoso que ha llegado a ser, irónicamente, un personaje “pop” cuyo bigote es más célebre que el del mismo Charles Chaplin (cosa que al humorista por cierto no le haría ninguna gracia). La conocemos tanto que a veces nos cansan los productos que se derivan de ella. “¿Otra de nazis? Puffff. Qué pesados: qué pereza”. ¿Cuántas veces hemos escuchado o dicho frases como ésta? En la ficción y en el documental, estamos bien nutridos de Segunda Guerra Mundial. En el cine, en las series, en la literatura, en el cómic, en los videojuegos. La hemos revisitado en el mismo frente, la hemos revisitado en los terribles campos de exterminio, la hemos revisitado en el propio búnker de Hitler, la hemos revisitado disparando en videojuegos, la hemos revisitado en versiones paródicas con zombies de por medio, la hemos revisitado en comedias más o menos irónicas. Pero, ¿qué sabemos de su antecesora, la Gran Guerra?

La Primera Guerra Mundial, a pesar de ser una de las grandes causas de la segunda y a pesar de haber cambiado nuestra historia para siempre, es una guerra que permanece, en comparación con su sucesora, bastante olvidada. La ficción no se libra de ello. ¿Cuántas películas conocen de la Gran Guerra? Sí, haberlas las hay. Pero, ¿las pueden contar con los dedos de las dos manos? ¿Y cuántas novelas? ¿Y cuántos videojuegos? ¿Y cuántos cómics? Sí, la Gran Guerra es una gran marginada en el mundo del arte. En líneas generales lo es. Y fue tan brutal, tan desgarradora y tan interminable como la que le siguió décadas después.

Por suerte, hay autores que no la han olvidado, que han escrito sobre ella para que la tengamos siempre en mente, para que las experiencias de los que murieron en las trincheras no sean olvidadas, para que las nuevas generaciones sepan que si alguien como el mencionado Hitler llegó al poder fue en parte porque antes hubo una contienda planetaria de la que salieron imperios desmembrados y varios pueblos humillados y que a él le vino de perlas.

Jacques Tardi
Jacques Tardi

Uno de estos autores es el francés Jacques Tardi. Es bien conocido por su serie “Las extraordinarias aventuras de Adèle Blanc-Sec” (todo un hito en su país), por la policíaca “Nestor Burma”, por la histórica “El grito del pueblo” o por sus dibujos para los guiones de otros autores (como por ejemplo, la genial comedia “Ici Meme” de Jean-Claude Forest). Es, además de ello, uno de los creadores de las viñetas que mejor y más ha retratado lo que fue esta Gran Guerra. Al igual que Art Spiegelman en “Maus”, Jacques Tardi se basó en el horror que vivió un familiar para escribir sobre la contienda: su abuelo era un superviviente de las trincheras que, traumatizado de por vida, rechazó en su lecho de muerte al sacerdote que le iba a administrar la extrema unción declarando que no creía 1laguerradetrincherasen Dios porque “si existiera, no permitiría las guerras”.

La Gran Guerra recorre un porcentaje bien alto de la obra de Tardi. Está ya presente en creaciones más cortas de sus inicios como “Adiós Brindavoine”, “La verdadera historia del soldado desconocido” o “El agujero del obús”, pero no es hasta “La guerra de las trincheras”, publicada en 1993, que es la protagonista absoluta. Tomando como punto de partida las experiencias de su mencionado abuelo, las charlas con historiadores especialistas, documentación de toda clase, fotografías e historias de hombres comunes que lucharon en el frente, el autor francés crea un álbum inmortal de la historia del cómic. Su dibujo es tan crudo como lo que cuenta. Blanco y negro brutal, elementos aislados en color y un toque naif bastante terrorífico configuran sin embargo un realismo sin concesiones. Van a encontrar en esta obra tristeza, frustración, depresión, violencia, terror, muerte, desesperación. Tati se centra especialmente en el soldado raso, en la persona aplastada por la Historia, en el peón que es arrojado contra las balas por el rey que ni siquiera le conoce en una guerra que a veces no llega ni a comprender del todo.

Sus personajes son carne de cañón en un retrato coral plagado de injusticias. Soldados que se suicidan, fusilamientos injustos, hombres que se vuelven locos, superiores que se transforman en auténticos psicópatas, patriotas majaderos que se sacrifican por nada. La guerra de las trincheras, con sus armas entonces novedosas, con sus gases nunca vistos, con sus máquinas de matar demenciales, es retratada en todo su esplendoroso horror. Una vez que se ha leído este cómic, nunca se olvida de que antes de la Segunda Guerra Mundial hubo una Primera.

Jacques Tardi no se quedó aquí, sin embargo, y por suerte. “El soldado Varlot”, de 1999, tiene un guión de Didier Daeninckx, pero él vuelve a dibujarlo, y vuelve a su escenario predilecto una vez más tras haberlo revisitado también con el propio Daeninckx, aunque en clave “noir”, en “La última guerra”, de 1997. Como se puede observar, esta contienda mundial planea sobre toda su obra, incluso sobre la que no es puramente bélica.

“¡Puta guerra!”, de 2008, viene a ser una continuación, por lo menos “espiritual”, de “La guerra de las trincheras”. El francés completa el monstruoso universo que ya desarrolló en aquella con más datos, con más historias, con más horrores, y lo acompaña de un dossier imprescindible de Jean Pierre Verney, historiador que le ha ayudado mucho a recrear todos los hechos de sus tramas.

Finalmente “El último asalto”, del cercano 2016, es un nuevo álbum sobre su época predilecta al que acompaña un material extra en CD con una colección de canciones sobre la Gran Guerra adaptadas e interpretadas por su mujer, la cantautora Dominique Granger, y su banda Accordzeam. Todo un maestro es Tati a la hora de abordar el mismo asunto pero dándole una vuelta de tuerca novedosa e inesperada que se sirve del baile con otros artes, de la fusión de formatos.

Nos dejamos en el tintero alguna obra más, pequeña ésta, relacionada con la Primera Guerra Mundial de este francés incombustible. Su “trilogía” queda comentada y recomendada. Es un buen momento este año 2018 que ya está tocando a su fin para recordar que la guerra es siempre algo terrible y monstruoso, y pocos artistas han hecho tanto para que no sea olvidada como Jacques Tardi.

‘La Vida en el Infierno’: el debut (olvidado) de Matt Groening

Ahora que la corrección política imperante ha conseguido que un personaje tan querido como Apu vaya a ser eliminado de “Los Simpson” y que la nueva serie de su creador, Matt Groening, llamada “(Des)encanto”, haya sido recibida con bastante frialdad en general, creo que es buena hora para hablar de una de sus mejores y, por desgracia, más olvidadas obras: “La vida en el Infierno”.

Cuenta el creador de la familia norteamericana animada más famosa de la historia que, cuando se mudó desde su Portland natal a Los Angeles para tratar de ser escritor, tuvo que realizar, para sobrevivir, una “serie de trabajos desagradables”. De estas experiencias nació, en 1977, su primera tira cómica, esta sátira social que retrataba, a través de diversos capítulos, cómo era la vida en la Norteamérica moderna: es decir, cómo era la vida en el Infierno.

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El mismo Groening dibujaba estos cómics a mano y los fotocopiaba para venderlos en diversos establecimientos de la ciudad o para distribuirlos entre sus amigos y conocidos. “La vida en el Infierno” satirizaba desde la infancia hasta la adolescencia pasando por el amor y el sexo, el mundo laboral (que era despiadadamente despellejado con todas sus miserias), la familia (también puesta especialmente a parir) o la vida cotidiana en todas sus facetas. El humor es el que ya conocemos de sobra por “Los Simpsons”: muy ácido, a veces brutal y terrible, políticamente incorrectísimo, pero con un toque de ternura y otro importante de amargura vital. “La infancia es el Infierno”, “El trabajo es el infierno”, “El amor es el Infierno”… Eran los títulos de las “secciones” en las que fueron agrupándose cada segmento de la serie.

Los protagonistas eran conejos antropomorfos en los que ya se reconocía el particular e inimitable estilo de Groening. Vivían toda clase de desventuras más bien desagradables en su búsqueda de la felicidad en el país de las oportunidades. Teníamos familias desestructuradas, niños solitarios, trabajadores explotados, homosexuales marginados, pringados que no encontraban su lugar en la gran ciudad, frustrados amorosos y sexuales de toda clase y condición. Todos nos podemos reconocer en algunos o en varios de ellos.

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Poco a poco, “La vida en el Infierno” fue haciéndose cada vez más popular y al final acabó llegando a estar nada más y nada menos que presente en doscientos periódicos de los Estados Unidos. Poco a poco, también, y en gran parte gracias a esta tira cómica, Matt Groening fue haciéndose un hueco como dibujante, guionista y humorista en diversos medios. Lo que viene después, cuando le ofrecieron hacer una serie animada basada en esta misma tira que él declinó para realizar otra inspirada en ciertos personajes de color amarillo que acababa de idear ya lo conocemos todos bastante bien.

Hoy, “La vida en el Infierno”, a pesar de haber sido publicada en infinidad de países tras el éxito de los mencionados “Los Simpson” o de “Futurama”, y a pesar de gozar de gran cantidad de merchandising, no es tan famosa como otras creaciones del autor, especialmente fuera de los USA. Creo que es una tira cómica que hay que reivindicar y que nos ofrece el interesante germen de lo que iba a ser la futura carrera de este sardónico creador que cambió la animación televisiva para siempre.

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José Torres Criado

Escritor. Lector omnívoro. Viajero de las viñetas. Melómano indisciplinado. Autor de la novela corta ‘Imagen corporativa’, publicada por Ediciones El Transbordador.

¿Quién es Lyman, el otro compañero humano de Garfield?

En las series, en los cómics, en la literatura, a veces, hay personajes que desaparecen sin ningún motivo claro. Simplemente, un día, ya no están. No suelen ser movimientos estratégicos (algunos están condicionados por la poca popularidad del personaje de marras) especialmente queridos por los fans, ya que, ciertamente, quitan seriedad a la trama y, al final, a veces, acaban incluso perjudicando a la historia central. Ha pasado con los queridos Launch y C-16 en Dragon Ball (los amantes de la serie siempre los echaron mucho menos), con la olvidadísima Carlota Braun en Peanuts (de ésta pocos se acuerdan en cambio) o con Lyman en Garfield, del que hoy hablamos.

El gato más vago y desencantado del mundo comenzó sus andaduras en las viñetas el 19 de junio de 1978 y, desde entonces, no hemos dejado de verlo en periódicos, recopilatorios, películas, merchandising de todo tipo. Su serie es una de las más longevas de la historia del cómic, y no tiene visos de terminar, ni de lejos. Personajes tan carismáticos como su dueño Jon o el perro Odie son reconocibles junto a él en todas partes. Pero, ¿quién diablos es Lyman? Y… ¿Por qué nadie se acuerda de él?

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Lyman, una suerte de Jon pero moreno y con bigote, era su mejor amigo y el dueño original de Odie. Vivía en casa de Garfield como compañero de piso y desapareció en 1983 de las tiras para reaparecer brevemente en una de 1988 que celebraba los diez años de la historia. Y fin. Aquí le perdemos la pista, aunque ha sido visto en algún que otro videojuego o producto de la franquicia, también con brevedad.

Jim Davis, el creador del gato y su mundo, explicó que Lyman tenía inicialmente un papel de “conversador” humano con Jon, y que dicho rol fue adoptado poco a poco por el propio Garfield, por lo cual el personaje de este señor bigotudo dejó de tener sentido y fue sacado de la trama de una forma bastante chapucera, todo sea dicho. El mismo Davis, preguntado varias veces por su destino final, hizo bromas sobre él diciendo que se había unido al Cuerpo de la Paz o instando a los lectores a que “no mirasen en el sótano de Jon”.

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Cachondeos aparte, Lyman volvió a la franquicia en un especial de 2012 de la serie animada de televisión Garfield Show, en el capítulo “Long Lost Lyman”, en el que se revelaba que se había convertido en un fotógrafo experto en vida salvaje y que se había marchado a vivir aventuras a Australia. Un pequeño homenaje, tal vez insuficiente pero homenaje por lo menos, a un personaje entrañable que podría haber dado mucho más juego del que dio y que se ha quedado como una nostálgica curiosidad para los fans del cómic.

 

José Torres Criado

Escritor. Lector omnívoro. Viajero de las viñetas. Melómano indisciplinado. Autor de la novela corta ‘Imagen corporativa’, publicada por Ediciones El Transbordador.

El descafeinado «Frankenstein» de Junji Ito

En los últimos años, y por méritos propios, el japonés Junji Ito se ha hecho con un podio básico en el cómic de terror moderno. Y no es para menos: no solamente sus historias son terriblemente perturbadoras, sino que su dibujo es una auténtica delicia, su recreación ambiental es soberbia y sus diseños de monstruos y seres extraños de toda clase ponen los pelos de punta. Sólo hay que catar obras como la espléndida Uzumaki o la escalofriante Gyo, amén de sus historias cortas, para comprobarlo.

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Hoy, sin embargo, voy a hablar de una de sus publicaciones menos conocidas, tal vez, pero más interesantes a la par que fallidas: la adaptación de Frankenstein de Mary Shelley. Con respecto al mítico monstruo ocurre algo parecido a lo que ocurre con el Drácula de Bram Stoker: sus adaptaciones, la mayoría de ellas, y son muchas para muchos medios, no siguen casi ninguna la historia de las novelas con fidelidad. Es algo de lo que los fans del terror siempre se han quejado. Junji Ito se plantea con su versión del resucitado una adaptación totalmente fiel. Cien por cien. ¿Es éste el Frankenstein que estábamos esperando? Pues desgraciadamente, no.

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El autor japonés, a pesar de tener algunos guiones algo deficientes (creo que funciona mucho mejor en la historia corta y como creador de monstruos y conceptos retorcidos y originales), es un genial retratista de ambientes enrarecidos, de atmósferas demenciales, de historias brutales y de imaginativas pesadillas que nos persiguen cuando nos vamos a la cama. Aquí, falla precisamente al coger letra por letra a la creación de Shelley. Nos hemos pasado décadas esperando un Frankenstein fiel y resulta que, cuando llega, es bastante lineal y deshumanizado. Porque Ito no tiene margen para experimentar, ni para darle su visión personal al mito. Se limita a calcar, y punto. Y aunque su dibujo es impecable, como siempre, el cuerpo carece de interés para cualquiera que quiera algo más que una fotocopia de un libro en viñetas.

Debate abierto: ¿Cómo deben ser las adaptaciones? ¿Cómo trasplantar algo, nunca mejor dicho en este caso, de un medio a otro manteniendo a la vez la esencia o aportando algo nuevo? ¿Cuál es la adaptación perfecta? ¿Sacrificamos el origen de los mitos para gustar a todos o para sorprender a toda costa? ¿O nos quedamos en la orilla segura sin arriesgar nada cuando trabajamos con la obra de otro autor?

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Junji Ito, el que posiblemente sea uno de los autores de comics más originales que ha dado su país en los últimos años, fracasa cuando se encorseta en un intento loable y respetuoso pero que finalmente queda totalmente maldito y empantanado en lo formal. Siendo digno y correcto, éste Frankenstein es también decepcionante y descafeinado.

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José Torres Criado.

Escritor. Lector omnívoro. Viajero de las viñetas. Melómano indisciplinado. Autor de la novela corta ‘Imagen corporativa’, publicada por Ediciones El Transbordador.

The Punisher Max: Garth Ennis revoluciona al castigador

Es un tópico extendido y muy injusto el que reza que Garth Ennis es solamente un autor de comedia. Es cierto que sus obras más conocidas, como por ejemplo Predicador o The Boys, pertenecen a este estrato (aunque, como toda buena comedia, son realmente más serias que muchos dramas). Pero es bien cierto también que otras permanecen, injustamente, en un segundo plano. Una de ellas es The Puniser MAX, en la que el autor irlandés coge a Frank Castle y le mete el turbo más turbio y brutal nunca imaginado, sin concesiones de ninguna clase.

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Ennis ya había escrito The Punisher entre 2002 y 2004 y ya le había dado a esta etapa del Castigador su toque personal: mucho humor negro y mucho comentario desprejuiciado y “bestia”. Sin embargo, en 2003, y hasta 2008, fue cuando desarrolló la serie que comentamos. El sello MAX de Marvel, dedicado a obras totalmente adultas en las que los autores se pueden desquitar con violencia, sexo y hasta con palabrotas, es todo un acierto dentro de la línea de la compañía: permite explorar facetas o versiones de muchos de sus personajes estrella que, en las líneas regulares, están obligados a encajar en un encorsetamiento a veces verdaderamente aburrido y estancado. The Punisher MAX está totalmente fuera de la continuidad y sitúa a Frank Castle en el mundo real: no hay superhéroes, no hay superpoderes, no hay amenazas a nivel mundial y sólo existe una cara famosa de los cómics de siempre que, aquí, y como excepción, viene como anillo al dedo: Nick Furia.

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Imagínense eso mismo: Punisher y Furia en nuestros días. El segundo coordinando, a veces presente, a veces ausente. El primero… Ya se imaginan haciendo qué. Castle comienza su andadura en la Guerra de Vietnam y llega hasta nuestros años mientras envejece (sí, envejece a lo largo de la serie, otro acierto total) y resuelve mil entuertos con sus métodos de siempre, pero ahora dibujados con carta libre total.

Garth Ennis no hace en esta ocasión coñas, ni chistes aberrantes, ni mete chascarrillos. Aparca el humor y se centra en el drama, y en un drama duro, crudo, de los que marcan. Ultraviolencia, sexo desbocado, personajes al límite, códigos del género negro más duro y sucio y, lo que es más importante, un maravilloso y agudísimo trasfondo político.

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Porque The Punisher MAX de Garth Ennis es pura crítica social y geopolítica: hace un repaso a toda la actualidad de este campo de las últimas décadas para mirar con una lupa desencantada y mordaz a los gobernantes, a los militares, a los mafiosos, a los corruptos. Es cínico y terrible, y se mea en el patriotismo norteamericano y hasta en el irlandés para dejar claro que en las guerras, en los chanchullos de las altas esferas, en las crisis, siempre pierde el mismo: el pueblo.

Repasamos la Guerra de Vietnam, los coletazos fatales de la caída de la Unión Soviética y de los últimos años de la Guerra Fría, las Guerras de Irak y de Afganistán, el terrorismo yihadista, la mafia, la trata de blancas, la corrupción, la podredumbre de los estamentos militares y la falsedad de la lucha armada en todo el triste asunto de Irlanda del Norte (que es su tierra natal). Y no deja títere con cabeza.

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Mención especial merecen los secundarios de la saga, tanto los amigos como los enemigos: mujeres fuertes con gran sentido de la justicia o agentes de la ley que se mantienen íntegros contra viento y marea se codean con los peores monstruos del hampa, con los espías más amorales, con los asesinos de élite más monstruosos o con los militares más deshumanizados. Una galería de caracteres inolvidable que nos dejó, además, a uno de los peores enemigos que tuvo nunca el Castigador: su “némesis” Barracuda, un hombre casi invencible como él que vino a revolucionar la serie en uno de sus mejores clímax.

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El dibujo, por cierto, es siempre una maravilla: oscuro, sórdido, con un entintado constantemente redondo que viene como anillo al dedo a la trama que se narra. Entre todos los dibujantes que han pasado por la etapa, destaco a Goran Parlov, que creo que es quien mejor capta la atmósfera idónea, y que además la capta con un trazo limpio y directo. Sin embargo, todos los que tocaron los lápices en la saga son igualmente magníficos, aunque nombre especialmente a éste.

The Punisher MAX se cerró en 2008 y, tras el paso de Greg Hurwitz, Duane Swierczynski y Víctor Glischer, tres buenos escritores que sin embargo no fueron capaces de mantener la serie en alto, acabó clausurándose del todo hasta que Jason Aaron la tomó para devolverla a la parrilla. Pero de su etapa hablaremos en otro momento. Ésta de Ennis ha sido editada por Panini Comics en la colección Marvel Saga, en un formato precioso, de lujo, con introducciones imprescindibles y galerías muy bellas. Extremadamente recomendable y reivindicativa del Ennis que se suele dejar en el olvido.

 

José Torres Criado

Escritor. Lector omnívoro. Viajero de las viñetas. Melómano indisciplinado. Autor de la novela corta ‘Imagen corporativa’, publicada por Ediciones El Transbordador.

El increíble Peter Parker

Esta entrada ha sido escrito tras leer la publicación de Spider-Man Homecoming: El superhéroe del pueblo escrita por Jose A.Moreno. En esta crítica el autor comparaba la película de Spider-Man con las anteriores, quisiera aportar un poco de más información a su fantástica publicación —soy un gran fan de dicho superhéroe—.

Spider-Man ha llegado a tener telas orgánicas expulsadas por orificios que le surgían en la piel tras una ligera transformación en una saga del susodicho héroe, Spider-Man: El Otro. No obstante , la idea no cuajó y volvió a los lanzarredes clásicos. Otra ocasión donde el héroe a podido generar redes orgánicas fue en los años ochenta cuando fue poseído por el simbionte negro —que luego daría origen a VENOM—, originalmente obtenido por error de Peter en la Secret Wars al confundirse de máquina para reparar su traje. Spider-Man Homecoming nos acerca al Spider-Man clásico donde hay más presencia del humano que porta la máscara, Peter Parker, que del héroe. No obstante, el héroe de la película tiene ligeras modificaciones como la ausencia de su famoso sentido arácnido —el cual avisa a nuestro arácnido favorito de todo posible peligro—, o un traje con tanto avances tecnológicos. Como punto a favor, hay que decir que Spider-Man ha perdido en más de una ocasión su sentido arácnido y también ha tenido trajes de altas sofisticaciones —como el último traje que generó las Industrias Parker en los cómics—. No obstante, si hay algo que define a Spider-Man es la humanidad, la responsabilidad y los problemas humanos que tiene que afrontar día tras día como Peter Parker. Quizás es por dicha característica por la que constantemente pierde toda modificación en su persona, si adquiere nuevos poderes…. a la larga los pierde, si adquiere grandes fortunas —como ha ocurrido con Industrias Parker— a la larga tiene que destruirla, si un supervillano se introduce en su mente y termina por controlar su cuerpo dándonos una versión distinta del héroe, Superior Spider-Man, finalmente Peter Parker vuelve a recuperar el control.

El caso es que Peter sea siempre nuestro afable héroe lleno de problemas cotidianos, facturas a pagar y prensa desfavorable que lo situará constantemente como una «amenaza arácnida».

Como añadidura final, si nos centramos en la creacción de superhéroes de su empresa, Marvel, respecto a la competidora DC, podemos apreciar como mientras que en los orígenes DC ha aportado una línea un tanto más oscura que Marvel, esta empresa ha concedido, en sus inicios, superhéroes que sobrepasaban los límites humanos, aviadores militares (Green Lantern), millonarios traumados (Batman) o extraterrestres superpoderosos (Superman). Marvel se ha centrado en héroes con problemas humanos, si bien Stan Lee hizo su versión de la Liga de la Justicia con Los Vengadores (es decir, tomar a los héroes más poderosos y hacerlos un grupo) y aún así, ya desde sus inicios, pudimos ver complejos problemas no relacionados con los puños y la caza del villano —recordemos que Hulk marcha de los vengadores originales pues su comportamiento y actitud dista mucho de sus compañeros—, con Spider-Man llegamos al héroe con problemas económicos , estudiante y trabajador parcial en el periódico, abusado por sus compañeros y siempre guiado por una fuerte voluntad de hacer lo correcto.

Spider-Man no es un héroe común que salga de sus problemas mediante los puños, es un humano que vence mediante el análisis y comprensión de la realidad, llegando a derrotar a villanos más fuertes que él mismo mediante el uso de su razón —Electro podría freírlo, entonces hizo un traje de goma para evitar la electricidad y lo cortocircuitó con agua, por ejemplo—.

 

Inio Asano: La fascinante y retorcida mente de un genio

Inio Asano contra la sociedad

Japón vive una terrible crisis, y no la provoca ni Godzilla ni un robot gigante venido del espacio exterior; la provocan unos acontecimientos reales mucho más aterradores. Continuar leyendo «Inio Asano: La fascinante y retorcida mente de un genio»

Descender – Estrellas de hojalata, de Jeff Lemire y Dustin Nguyen

Descender nos muestra una historia de ciencia ficción y ambientación futurista donde el universo está siendo atacado por unos seres titánicos de metal, que bien podrían recordar levemente a Galactus (devorador de planetas perteneciente a la compañía Marvel), y se ha prohibido la existencia de todos los autómatas.

En su historia podemos detectar momentos con cierto humor y momentos con un sobrecogimiento profundo como el despertar de Tim-21, un niño de cabello moreno, de quien no quisiera contar más por no arrancar la sorpresa que se nos muestra al poco de empezar el cómic respecto dicho personaje, en un mundo donde el resto de vivientes han perecido hace demasiado tiempo atrás.

El cómic nos muestra todo un universo profundo y complejo donde ciertamente parece descartarse el aspecto heroico por una personalidad algo más humana en tanto que cada sujeto tiene una perspectiva propia e intereses personales que desarrollar a lo largo de la trama.

En lo referente al dibujo de Dustin Nguyen, transmite a la perfección las escenas que representa envolviéndonos en un complejo cosmos muy metidos dentro del cyberpunk . En la historia encontraremos misteriosas tecnologías provenientes de una extraña antigüedad, ruinas, planetas gobernados por dictaduras monárquicas, fraudes científicos e incluso saqueadores intergalácticos. Si quieres disfrutar de una odisea cósmica busca “DESCENDER- HISTORIAS DE HOJALATA”.

@rafalasheras