Merlí: Sapere aude. Amor y muerte.

Hace un mes que se estrenó Merlí: Sapere aude, spin-off y secuela de Merlí, pero con la notable diferencia de que el personaje principal, el que le da título a la serie no es el centro de la trama. En esta nueva serie, todo girará en torno a Pol Rubio, quien ha decidido estudiar la carrera de Filosofía, la famosa carrera sin salidas.

Si no habéis visto Merlí, no sigais leyendo y echadle un ojo a las tres temporadas.

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Nuestro Be(r)so

Sé de sobra que beso es con «B» y verso con «V»,
pero igual de bien se funden unos labios o unas letMiretyras.
Quiero expresar en estas líneas todo lo que tuve,
y decirte al oído lo que siento cuando me besas.

Sonríe una vez más, que preciso de tu medicina.
No te escondas, ven aquí… Te necesito.
Tu mirada desde lejos, me domina,
y con cada caricia yo siento que levito.

Maldita distancia que se coló entre nosotros,
y nos hizo mirar al cielo en noches plateadas.
Maldito viento que se lleva los recuerdos,
provocando tempestades a nuestras espaldas.

Yo te siento aquí conmigo, amor;
a cada hora del día.
Pero no es lo mismo sin tu calor;
Te extraño mucho, vida mía.

Mireya Moreno

Este artículo fue publicado originalmente en Akrox.com

Orillas del tiempo en devenir

Todo tan súbito…
Mis labios bailan
en sus labios, mudos
sin sosiego o calma.

Destila la pasión a besos,
a besos que sangran al alma,
a besos que curan heridas
a besos que saben a nada.

¿Quién pudiera ser el mar,
el mar que entre dos playas
juega en arenas del tiempo
bajo el viento y la barca?

Teje el aire sus olas,
tejida su ola con agua,
cosida en aguja de soplo
deshecha en orilla sin pausa.

Besos dormidos en labios que sueñan mientras el mundo se agita…
TODO CAMBIA.

Autor: @rafalasheras
Revisión: @jamoreno

Sólo para nosotros

Todo acaba de desaparecer,
se deshacen en pedazos atardeceres.
Realidad y sueños en mente
ahora parecen lo mismo.

Por que no existiera muerte
no hubo más vida.
No más alegría
para la ausencia del llanto.

Mientras corazón late raudo
corre veloz en el viento.
Furia, ardor en el fuego
de sentimiento. Avanzo:

Los dedos posan en cuello,
dos labios… tan suaves.
No hay mentiras o verdades
pues sobran palabras.

Solo para los dos, solo para nosotros.
El tiempo y el espacio se ha detenido
y el viento no silva, nadie molesta.
Hoy solo para nosotros mismos.

Pienso en tus labios, acariciarlos quiero.
Posar mis manos en tu rostro, solo los dos,
juntos en un instante que ojalá eterno
pues luego quedé falto tras tu marcha.

Templemos las almas como templa el agua
que sale del grifo en este cuarto,
que durante un instante se torna universo
donde solo nosotros, beso y abrazo.

Busquemos la noche, subamos,
que hoy, solemne, nos acoge
donde no más visitantes
que nosotros en tu cuarto.

Pero confabulan…

Mente y cuerpo se distancian
y dialogan por dentro, venas
que transportan fuego, quema
y me vuelve cenizas.

Sea la ceniza,
sean dos cuerpos,
seamos nosotros.
Seamos la manzana
que ardiente muestra el rojo
de la tez antes pálida.

Sea la manzana,
sean dos cuerpos,
seamos nosotros.

Sea tu lengua puñal
o cuchillo afilado,
pues corta razón rápido
y queda solo instinto.

Y si fuéramos cuchillos
todo cual primera sangre
pero solo sudor que se abre
al mar del llamado instinto.

Sin prisa ni marca, nada
que nos llame, sin nombres.
Pues nombre es disfraz en llama
de la máscara que arrojamos.

No nombres, no mentira,
no verdad, no palabras.
Sólo nosotros mismos,
solo dos cuerpos, dos almas.

Belleza en pupilas dilatadas,
la guerra es amor, la furia trae calma.
Tempestades vacías, melancolías que ciertas
parecen mentiras cuando se cuentan.

Hoy no hay nada.

Sentimientos se volvieron prestos,
es instinto.
Pues el eros gobierna
impulsivo.

Quien hace el amor con personas,
quien hace el amor con las sombras.
Nada llena, nada sacia.
Ni tú, ni sombras… Nada.

Amanece… todo son recuerdos
mientras la hoja queda húmeda
por el rocío de la mañana.

«Sunset kiss» de Sussane Nilson

 

La casa de los espíritus, Isabel Allende

En este artículo quiero presentar la muy conocida novela de Isabel Allende: La casa de los espíritus. Una novela histórica y, según ciertos estudios, autobiográfica, que me ha resultado absolutamente maravillosa.

Pero, para comenzar, qué mejor que presentar a la renombrada autora: Isabel Allende. Todos la conoceréis por sus novelas superventas, las cuales han estado muy al día en los últimos años. Con doble nacionalidad: la chilena (de nacimiento) y la estadounidense, Allende, de 72 años, se ha convertido en una de las autoras de pluma hispana más leídas.

Tras haber trabajado como periodista en la revista Paula, Allende se adentró en el mundo de la novela. La casa de los espíritus es una de sus primeras obras y, además, la que le otorgó reconocimiento mundial tanto por parte del público como de la crítica. Otros títulos de la autora son: De amor y sombra (1984), Cuentos de Eva Luna (1990), Inés del alma mía (2006), La isla bajo el mar (2009) o El juego de Ripper (2014).

1.Isabel Allende

Pese a la constante y fiel acogida por parte del público a cualquiera de sus nuevas obras, Allende se presenta como una autora controvertida en el terreno de la crítica, que ha sido acusada de aprovecharse de los fenómenos comerciales, de no atreverse a arriesgar y de repetir temas. A pesar de ello, Allende está considerada una autora verdaderamente creativa y, además, con una portentosa capacidad a la hora de ambientar e insertar sus historias en un contexto determinado, como es el caso de La casa de los espíritus u otras de sus obras, tales como La isla bajo el mar o El cuaderno de Maya, por lo que ha sido galardonada con el Premio Nacional de literatura de su Chile.

La casa de los espíritus es una novela publicada en 1982 que narra los sucesos y vivencias acaecidas a lo largo de cuatro generaciones en las familias Trueba, del Valle y García. La obra, que ha sido incorporada a la corriente del realismo mágico, está ambientada en un contexto social e histórico marcado por los cambios políticos, sociales, económicos y culturales de la época post-colonial chilena. Este cóctel, que ya de entrada parece tener todos los ingredientes necesarios para convertirse en una novela, cuanto menos, entretenida, alcanza su culminación creativa con el toque fresco, mágico y curioso que le aporta la incorporación de sucesos, ideas y personajes fuera de lo normal o lo natural.

Empleando a los personajes como caballo de batalla, Allende nos muestra la evolución social y cultural que se está desarrollando en el país a través del comportamiento, la actitud y los actos de los personajes. Posiblemente, el mayor logro de La casa de los espíritus es la exhaustiva y detallada descripción tanto física como psicológica de los personajes, la cual permite al lector reafirmar el lazo de cercanía que ya de por sí muestra esta historia familiar.

Los personajes, que sin duda representan los papeles más importantes de toda la obra son Clara del Valle y su marido Esteban Trueba. En Clara del Valle se vuelca con el poder de la clarividencia, la telequinesia (capacidad de mover objetos psicológicamente) y la ferviente labor de apuntar cualquier cosa que considerara importante en sus «cuadernos de vida». Clara, que en términos generales llega a ser el personaje que menos evolución sufre con el paso de los años es, al mismo tiempo, el personaje que encarna el ya mencionado «realismo mágico» con su serenidad, sabiduría, filantropía y espiritualidad.

Por contrapartida, Esteban Trueba encarna la cara más social y realista de la novela. Sufriendo una evolución tanto psicológica como social apabullante, el austero, pobre, hostil y enamorado muchacho pasará a convertirse en patrón de la mejor hacienda de todo Chile (Las Tres Marías), para luego, ya de viejo, volcarse en la política y llegar a senador del país. Mediante este personaje, Allende expone el hambre, la superación, la suerte, la contraria vida del patrón y del colono, el ascenso social, la violencia, la ira, la tenacidad, los ideales conservadores y, por último, la rendición, agotamiento e incluso la flexibilidad en sus ideas y carácter.

Cada uno de los personajes representa un ideal de la sociedad chilena, desde la encarnación de lo conservador en el senador Trueba, el carácter rebelde y espiritual de su hijo Nicolás, la filantropía de su otro hijo Jaime, la tradición y devoción cristiana de Férula Trueba, la fuerza liberal y revolucionaria de Pedro Tercero García (personaje que representa al cantante chileno Víctor Jara, asesinado por la dictadura de Pinochet), así como la sensualidad, inteligencia y el atisbo que sirve de precedente a futuros movimientos feministas de la prostituta Tránsito Soto. Cabe destacar la representación del máximo exponente literario del país chileno en el personaje de «El Poeta», el gran Pablo Neruda, a cuya obra Veinte poemas de amor y una canción desesperada se hace alusión.

3.Pablo Neruda.jpg

Con respecto a la narración, al tratarse de una novela compuesta a base de notas de Clara, escritos de Esteban Trueba y anotaciones de Alba, el foco de la narración irá variando constantemente a lo largo de la novela sin previo aviso. Sin embargo, esto no provoca que el lector pierda el hilo en ningún momento, sino que refuerza la originalidad narrativa de la obra.

Finalmente, también hay que destacar que el éxito de la obra desembocó en una adaptación en el séptimo arte en 1993 que cuenta con un reparto verdaderamente sustancioso, con actores como Jeremy Irons, Meryl Streep, Glenn Close, Winona Ryder o Antonio Banderas. Sin embargo, como suele ocurrir en la mayoría de los casos la película no llega a hacerle sombra a un libro tan extenso y de tal maestría.

Pese a las dos horas y veinte minutos de la película, factores tan significativos del libro como los cambios de narración, la descripción psicológica de los personajes o la inserción del contexto político y social chileno no quedan fielmente reflejados en una película a la que parece faltarle tiempo para enseñar todo lo que el libro cuenta, dando lugar a una sucesión de escenas cortas y rápidas que parecen, sobre todo al principio, atropellarse las unas a las otras. Si bien es cierto que el espectador logra coger el hilo conforme transcurre la película, considero que, de no haber leído antes el libro, esa tarea se habría hecho mucho más difícil.

Por otra parte, hay que destacar la siempre maravillosa actuación de Meryl Streep, que representa casi a la perfección al personaje principal de la novela, Clara del Valle; del mismo modo que ha de ser destacado la caracterización de Esteban Trueba de manos de Jeremy Irons. En conclusión, no dejamos de estar ante la adaptación de una novela que, por su temática histórica, romántica, familiar, e incluso sobrenatural, se presenta como una opción más que apetecible para pasar una tarde de domingo. Os dejo aquí el trailer de la película:

En resumidas cuentas, y a pesar de las numerosas similitudes con Cien años de soledad de Gabriel García Márquez, es del todo probable que todo aquel que disfrute con una buena novela de historia, amor y sublevaciones, encuentre en esta obra una fuente de entretenimiento verdaderamente gratificante.

Por Antonio José Díaz
Publicado originalmente en Ákrox

Bridgend

p-bridgendAunque Bridgend puede parecer, en un principio, bastante interesante, el desarrollo de la misma resulta algo confuso. En el transcurso de la película no se dan explicaciones de las vidas de los personajes ni de las situaciones que se viven. Como excepción, se centra en la vida de la protagonista, interpretada por Hannah Murray, a la que se ve cómo empieza a cambiar su personalidad a lo largo de la película, en parte causado por pasar tiempo con un grupo de chicos.

Esta historia está basada en hechos reales y es que en el periodo de diciembre de 2007 a enero de 2012 se cometieron, oficialmente, 79 suicidios en Bridgend, el condado en el que vivía la familia de la protagonista. Además, al final de la película se explica que siguen habiendo suicidios siguiendo la oleada de 2007 a 2012; sin embargo, eso tampoco se sabe a ciencia cierta, ya que puede ser un recurso del director para ponerle un broche misterioso al filme, o utilizarlo como excusa para el final cortante de la película. Además, hay situaciones en Bridgend que no aparentan tener sentido, pues los adultos que intervienen en ella achacan los numerosos suicidios de los adolescentes a la edad.

1-bridgend

Un escenario que toma gran relevancia en la película es el de un lago, que parece ser que una de las causas de esos suicidios. Puede atribuirse en parte al agua que sale de allí, ya que como vemos en el cartel oficial del filme, aparecen los cuerpos de los jóvenes flotando inertes.

Esta película se puede ver como una representación de los cambios de humor que pueden sentir los adolescentes: por un lado pueden estar felices y animados, mientras que por otro sus ánimos pueden estar por los suelos. Este desequilibrio se ve bastante claramente en el grupo de jóvenes que se forma, en el que siempre hay alguien que ejerce como líder y el resto sigue sus instrucciones, incluso cuando alguno de ellos no comparte esa visión se le hace pagar, como si fuera una dictadura.

2-bridgendTambién se ve cómo Sara, la protagonista, empieza a descubrir sensaciones de la vida, al encontrar en Jamie uno de los sentimientos más profundos que se pueden sentir: el amor y la pérdida del mismo. El mayor cambio que vemos en Sara se encuentra cuando su padre intenta ejercer de policía, prohibiéndole ver al chico del que se ha enamorado. Ella no consigue cumplir lo que su padre le ordena y rompe con todo el pasado antes de su llegada al pueblo.

Esta actitud la podemos considerar como un intento de encajar con los jóvenes de la zona, dejando de lado las cosas que le gustaban y apartando todos los recuerdos que tenía de su antigua ciudad, Bristol, actuando de manera reservada para que los demás no vean la sobreprotección a la que está sometida por su padre.

La siguiente cita de Gabriel Rolón resume perfectamente la filosofía que la película nos intente transmitir:

«Hay una diferencia entre el que hace el intento y el que es suicida. No todo aquel que hace un intento de suicidio es un suicida. Hay gente que hace el intento porque en su mente cree que no lo va a lograr. A veces le sale mal y le pasa».

Finalmente, los adolescentes del condado se dieron por vencidos antes de tiempo, antes de seguir luchando, Sara perdió su rumbo, olvidó su pasado y se dejó llevar por la moda, lo que la lleva por el oscuro y trágico camino que constituye Bridgend.

@andreagonzalez

Fin

Siempre están cantando
sobre amor,
o amantes llorando.

¿Pero quién cantará pues
sin más dolor
el fin del bloqueo cruel?

No es ardiente amor,
ni frío odio:
es paz en el corazón.

Yo pido a tu rostro
gesto sobrio
perdón para el otro.

No quiero más trágicos
ni tampoco
más tristes elegíacos.

La Stoa lo dejó claro:
del cielo
mesura es regalo.

Mors septima: in tempo retento

Su figura se recorta, a lo lejos, bajo el manto de una lluvia tenue, oscura, lagrimeada por un cielo repleto de azabache en rojo teñido, avanzando lentamente, huyendo de mí, y yo le observo irse mientras las gotas calan suavemente por mi ropa, atraviesan mi piel y hielan mi corazón. El aullido en la lejanía de un lobo distorsiona levemente el transcurrir del tiempo. Un segundo, una gota: un paso.

Se aleja paulatinamente perdiéndose entre la niebla, y la niebla acababa por reinar entre nosotros. Lo veo tan distante y, segundos antes, hace apenas unas gotas, sus ojos claros, ese mar bruno de olas voraginosas que te golpean, sin maldad pero con fiereza, tratando de retenerte en sus aguas, de ahogarte, de imitar un canto de sirenas que suena tan bellísimamente a muerte, los mismos ojos que iluminan mi noche, miraban fijamente los míos.

No había distancia entre ellos, y menor era el espacio entre nuestros labios, sumidos en el efímero roce que sabe a ambrosía, a infinito. Sus labios rozaban los míos; habían buscado los míos y, una vez encontrados, los habían acariciado, sentido, querido, saboreado… Envenenado. Esos labios tan deseados no podían estar emponzoñados, y, sin embargo, el dulce sabor del veneno ponzoña bendita a la vez que maldita quedaba en mi boca como una huella: ardió la boca al romperse el beso, ardió el cuerpo al separarnos, pero más ardió el corazón al verle partir. Y, luego, frío. Muerte.

Él me estaba buscando, y yo trataba de encontrarme bajo la lluvia, que mojaba mi pelo y enfriaba mis huesos, los congelaba, los conducía hacia el falso calor del Averno. A mí venía Hades a raptarme camuflado de Eros o quizá Cupido engalanado de Tánatos, y yo iba en su busca. Me vio tardar y mandó al psicopompo disfrazado de Adonis, de mi Adonis, que se acercaba. Su apolínea figura, resguardada bajo el paraguas, rasgando la cortina de agua, mirando al infinito, buscaba, desesperado, como un lobo hambriento que no encuentra presa. Pero aquel lobo me encontró. Una leve mirada en el espacio y se detuvo el tiempo.

Verme, ahogarse, palpitar su corazón desenfrenadamente, acudir a mí bajo la lluvia, dejar el paraguas a merced del viento, abrazarme pálpito, besarme pálpito desenfrenado, amarme: eso fue todo un mismo tiempo, la promesa vacua de un infinito, de un mundo sin fin. Una mera ilusión fugaz, y la fugacidad pudo haber durado milésimas u horas, pues el tiempo había perdido el ritmo y andaba, primero, a síncopas in andante, luego sonó cual corcheas que pretendían volver a tempo y que se dejaron al fin interpretar ad libitum, y se metamorfoseaban, ora en fusas, ora en negras, ora en difusas semifusas in scherzo, più retardando et, subito, molto allegretto. Ya nada importaba: solo sus labios sedientos, solo su cuerpo ardiendo, solo sus ojos encendidos, solo las palabras que tomaron alas desde su boca hasta mis oídos y de ellos hacia el Universo tras morir el tiempo:

‒Te amo –en un susurro–. Pero esto no puede ser.

Me faltó entonces el aliento, y volvió a faltarme cuando eso no pudo ser: la ilusión se rompía en ese mismo momento: la calígine la devoraba con brumosos colmillos. Me había buscado, me había necesitado, abrazado, sentido, besado, amado; todo dentro de una misma ilusión: mi locura. Caminaba hacia la muerte y solo puedo encontrar muerte, pues el amor ya me ha dado la espalda con esas palabras. No sé si oí o, simplemente, quise oírle susurrando de nuevo que me amaba, pero, en ese momento, sin yo saber si me amaba aunque me hubiera amado, el amor se me había escabullido de entre los brazos. La parálisis del tiempo se hizo aún más evidente, se tornó hielo; el agua se convertía en escarcha sobre mi pelo, pero seguía hermosa resbalando por su rostro como una lágrima hasta la comisura de sus labios en media luna.

Sonreía. Se iba, pero sonreía, o lo hizo al menos en ese momento, pues luego solo pude verle la espalda: comenzó a alejarse, mojándose, dejando atrás su ponzoña, dejando atrás un corazón que no sabía si arder de amor o congelarse de muerte.

Y se aleja entre las brumas. De pronto, se detiene aún se sigue oyendo al lobo aunque yo solo oiga sus pasos, mis segundos, mis gotas y se gira levemente. Me mira, y ha debido espantarse al verme solo, bajo la lluvia, siendo mordido por el viento, amándole, llorándole; los brazos de la muerte posándose sobre mi pecho, rodeándome, acariciándome dedo a dedo, mostrándose victoriosa en todo su negro esplendor. Veo el brillo de su guadaña, plata que reluce bajo un tenue haz de plata, la majestuosidad de la oscuridad de sus alas, lo blanquecino de su rostro, y, entonces, su mar bruno salpica una cristalina lágrima entre celestes lágrimas. Sin embargo, vuelve a darme la espalda esto no puede ser y se marcha: las brumas lo trituran, la calígine se lo traga.

No es ya más que una sombra en la niebla, bajo la luz de las farolas la plata huyéndole, tras la cortina de agua las lágrimas evadiéndole, tras el reino de la calígine la bruma abrazándole. Y yo no soy ya más que muerto en manos del Ángel Negro. Queda mi rostro inexpresivo te amo y me vuelvo, poco a poco, etéreo esto no puede ser en el óseo abrazo de todos los muertos.

Te amo. Esto no puede ser. ‒Te amo, y su rostro a contraluz, hermoso como una flor que sonríe por vez primera al sentir en sus pétalos la lluvia, amalgama en una única expresión todo cuanto es amable y bello, todo cuanto es Cupido, con todo cuanto es triste y nostálgico, con todo cuanto es Eros: eso es lo que mi corazón logra en mis últimas gotas de vida. Solo a un par de gotas de la muerte y solo veo eso. El Ángel Caído me susurra al oído, el lobo sigue en su aullido, la lluvia golpea el suelo cada vez con más fuerza, luchando ambos por imponer un ritmo al tiempo paralizado, helado, muerto; pero yo no los oigo; no oigo nada, solo lo escucho a él.

Y, finalmente, escucho, en mi último instante, en mi última gota, la voz fría, tenebrosamente melódica de la muerte, mientras siento sus carcomidos labios junto a mi oído, su aliento nauseabundo condensado en la neblina, y no sé si sus palabras afirman o, simplemente, he decidido omitir una palabra para morir en paz. Pero, aun así, queda ahí su rostro mientras quiero oír u oigo: te ama…

Le amo, te amo…

Muero.

A media distancia

Perfila una sonrisa con su boca,
si beso su mejilla mientras sueña,
entre mis brazos, un rubor se adueña
de todo cuanto mi corazón toca;

comienza acelerado por el cuello,
desciende por el pecho a la cintura,
la espalda le devuelve la mesura
y termina enredado en su cabello.

A nada se asemeja de su entorno,
desnuda bajo el rayo de la Luna;
aparece sereno su contorno,

de lado y con el rostro en la almohada
el hueco de su cuerpo es mi morada
y el brillo de sus ojos mi fortuna.

 Francisco Gómez Cano