Blair Witch. Un calco descarado, cutre y tardío de la primera entrega

«Blair Witch» fue la tercera y horrenda entrega de la saga que empezó con aquella revolucionaria en su día (en método de producción y de comercialización por lo menos) «The Blair Witch Project». 

La película ignora la secuela del año 2000 de la mencionada saga, «El libro de las sombras», que era también despreciable, para intentar salvar los platos rotos (lo cual no consigue). Es más, es que por llegar ni llega a proponer algo. 

Guillermo del Toro: «el defecto es una virtud mal mirada»

El pasado sábado 14 de abril, en el marco de actividades del Festival de cine de Málaga, a las 16.00 de la tarde en el Palacio de Ferias y Congresos, Guillermo del Toro presentaba su masterclass. Para poder asistir era necesario recoger en la Plaza de la Merced la entrada. En realidad, el único requisito fue esperar bajo la lluvia la larga cola que doblaba la plaza. De haber desistido o pospuesto la recogida, habrías perdido tu entrada pues se agotaron en media hora. Habíamos llegado allí bajo el reclamo de «Guillermo del Toro» y «masterclass». Solo con estas premisas, en el fondo, íbamos ya preparados para recibir una exposición de conocimientos técnicos sobre el cine —que los estudiantes de cualquier rama de audiovisuales hubieran agradecido  mucho— pero que el espectador medio amante del cine —como yo— no hubiera entendido muy bien. Incluso si ese hubiera sido el caso, todos estábamos dispuestos a soportar el tedio a cambio de ver de cerca a un creador de mundos.

Guillermo del Toro ocupaba su asiento ante un público numeroso rodeado a un lado por Juan Antonio Vigar, director del Festival y Antonio Trashorras, guionista que conoce de cerca el trabajo del director mexicano —participó en el guion de El espinazo del diablo— y que recientemente ha publicado una recopilación de entrevistas y vivencias en Del Toro por Del Toro.

MASTERCLASS_GUILLERMO_TORO_ALEX_ZEA_03.jpeg

Ante un público tan heterogéneo, se nos advirtió de que no se realizaría una sección de ruegos y preguntas, pero se nos prometió quedar satisfechos después de todas las preguntas que le realizaría Trashorras, y así fue.

Mi intención en las siguientes líneas es la de compartir con vosotros, de la manera más fidedigna y exacta posible, las ideas que el director mexicano expuso, respetando su registro coloquial y afable que consiguió ganarse totalmente la atención de un público, que  absorto tras una hora y media sentado, pedía más —los que necesitaron una pausa para ir al baño, contra todo pronóstico, volvieron—.

Desmitificando al director

Uno de los ejes principales de la entrevista fue la de desmitificar la figura del director de cine. Es una idea muy extendida la de que el director es un ser brillante y talentoso que cosecha éxitos. Nada más lejos de la realidad para Del Toro. Aunque se ponga el foco en sus éxitos no olvida sus precarios orígenes, que incluyen la venta de su coche para poder terminar su primera película Cronos. En ella aparece una máquina con unos engranajes muy específicos del siglo XIX que rescató para el rodaje antes de entregar su coche. Mientras volvía conduciendo con la gasolina justa —«iba a entregar mi coche, no lo iba a dar con gasolina»— se saltó un «alto» delante de un policía. Sin pensarlo, se fugó como «una rata» y escapó en una persecución muy a la mexicana: «un policía corriendo a pie detrás de un gordo cabrón». Su carrera comienza con éxitos y con fracasos.

Tampoco todos los proyectos —con el esfuerzo y el tiempo que suponen— salen adelante. Aproximadamente quince guiones no fueron llevados a la pantalla. Nadie relata los cinco años de transición entre Cronos y Mimic en el que él mismo se recuerda como un «soplapollas desesperado» escribiendo guiones que quedarían en nada. Sin embargo, la conclusión es alentadora: «Como dice un dicho zen en el obstáculo está el camino. Si temes lo ridículo jamás conocerás lo sublime».

Guillermo del Toro reivindica el inconformismo y a los directores indomables, que luchan por sus ideas dentro de unos límites de tiempo y presupuesto que valga la redundancia, más que limitar, estructuran. Contar con una cantidad ilimitada de tiempo o de dinero en el cine sería un auténtico desastre, pero en el otro extremo, ser un «director domesticado» es comparable a la soledad y a la triste existencia de Copito de Nieve enjaulado:

Me encanta George Miller mucho porque es indomesticable, cuando estábamos haciendo «Pacific Rim» estaba George Miller rodando «Mad Max», ¿cómo se llama en España? —«Furia en la carretera»— (risas) estaba rodando en Namibia, yo estaba trabajando con una productora, y la mandaron como al Congo Belga en el Corazón de la Oscuridad de Joseph Conrad a domesticar a George Miller, y luego mandaron a otro y a otro y a otro, y George Miller como el Coronel no le importó nada, y seguía adelante con la película. Luego lo vi en un festival y le digo «¿qué pasó?» y dice «No, nada…si te pones terco y sigues, al final todo el mundo se acuerda de que te apoyó» (el auditorio estalla en aplausos).

MASTERCLASS_GUILLERMO_TORO_ALEX_ZEA_04.jpeg

Sobre adjetivación y verbo en el cine: «proteína visual, no golosina visual»

«Nada en mi opinión en la elección formal de narrar una historia, es gratuito. No es golosina visual, es proteína visual», sentenció. Además de poseer un gran sentido del humor —«el nombre de este filtro no lo puedo decir en España…se llama paja… usamos los filtros chocolate, paja y tabaco, suena a domingo»—, pudimos constatar su conocimiento casi enciclopédico, no solo de cine, sino también de la pintura y de la literatura: «igual que la adjetivación y el verbo en la literatura tienen que ser precisos, como decía Mark Twain: «la diferencia entre la palabra adecuada y la casi adecuada la diferencia entre el relámpago y la luciérnaga»; lo mismo sucede en cine».

Como citaba Trashorras, para Del Toro un buen director de cine necesitaba ser experto en un área pero conocer un poco de todas. Guillermo Del Toro nos animó  a desmenuzar las escenas de nuestras películas favoritas, ya que todo espectador comprende perfectamente los mensajes de la gran pantalla y puede decodificarlos atendiendo al plano, la velocidad, la luz, la música, etc. La clave está en analizar cómo se transmite la sensación que se quiere provocar en el espectador, empezando por ejemplo, por las decisiones de vestuario:

Aunque no las puedas articular las entiendes.  Cuando nos comunicamos, el 90 por ciento de lo que entendemos es comunicación no verbal, cuando uno decide vestirse por la mañana, lo pienses o no, estás mandado un mensaje de quién eres… cómo te queda la camisa, si la chaqueta es nuevecita o no, los zapatos son como de enfermero, nos comunicamos: el personaje también. La misma camisa de lino blanca en diferentes personajes, cómo les quede, está contando cosas diferentes.

En cuanto a la  gestación de sus guiones, en el que dota a sus personajes de una biografía y personalidad detallada, como citaba anteriormente, para el director mexicano nada es gratuito en la elección formal de la narración de una historia:

Piensas en las líneas generales, pero luego  lo que hago yo es escribir una biografía de ocho páginas donde defino: signo zodiacal, año de nacimiento, que le gusta comer, que no le gusta comer, que han leído, que no han leído, que música escuchan, un secreto que nadie sabe, cómo se perciben a sí mismos, cómo los perciben los demás. Y la historia desde el nacimiento hasta el momento en el que la película empieza; se la doy a los actores y luego se la doy al vestuarista y al diseñador de producción, y digo: ahora, ¿cómo vamos a probar esto en la película?

A continuación transcribo una de las explicaciones de una escena de La forma del agua en la que  el director sintetiza todas las ideas sobre adjetivación en el cine:

La escena del baño Eva: va a quitarse la ropa y a entrar en la tina […] la manera de rodarla —nada más un par de planos, no una secuencia larga— en una película donde el tiempo era muy apretado le dedicamos más tiempo básicamente que a ninguna otra escena porque yo sabía que ella tenía que estar en silueta por detrás, pero no debería ser una imagen bella o con un manierismo, debería ser muy naturalista, cuando vas hacia al frente que ella está tomando la decisión, yo sabía que tenía que tener un poco de luz en la cara, pero si había mucha luz, te ibas a reír, porque ibas a ver la decisión clara y tampoco podía estar a oscuras, el graduar eso es adjetivar con la cámara y el sonido el momento, por ejemplo David Lynch adjetiva hermosamente momentos tensos con una frecuencia baja a la que respondemos normalmente, los mamíferos, con miedo. Es adjetivar, es decir: ahí hay peligro. Adjetivo con el Capitán del «Laberinto del fauno», cuando estamos enseñándolo cada vez que el capitán se mueve, teníamos un cuero que estirábamos para que se oyera un crujido de cuero, con los guantes, las botas y él que está completamente tenso. La ropa de Michael Shannon en «La forma del agua», él se encabronó porque le probamos los trajes 30 veces, pero yo quería que se vistiera como el héroe de la película de los 50, que le quedara apretadísimo, porque ese es el personaje. Entonces nosotros no podemos escribir en un guión nada que no podamos probar en adjetivos de luz, color, posición y diseño de audio. No hay un adjetivo que exista en la página que no sea comprobable visualmente. Por eso, en cine hay ciertas cosas imposibles de traducir a autores como Brandbury o Lovecraft porque la ambigüedad de la palabra… puedes crear ambigüedad, pero en la decisión no hay ambigüedad.

La muerte del amor romántico. «Te tienen que querer comiéndote al gato»

La forma del agua es una hermosísima historia de amor sin precedentes. Podemos buscar sus fuentes, pero lo cierto es que es una historia rara. Uno de los mensajes que esconde es el de querer a alguien con sus virtudes, pero sobre todo con sus defectos. Para Del Toro era obligatorio que la escena sexual entre el semidios anfibio y la protagonista fuese después de que la criatura se comiera a uno de los gatos. Para él, el amor está en la aceptación, cuanto antes conozcas los defectos y la parte oscura de tu amante, mejor: «el defecto es una virtud mal mirada, al fin y al cabo tu voz es lo único que puedes entregar al mundo». Un cantante con una voz perfecta, en sus palabras, resulta aburridísimo; mientras que una voz rara, atrae. ¿Qué importa que no le guste a todos?

Sucede como en un cuento en el que tres hermanos pretendían el amor de una princesa. «El primero hace una demostración de fuerza y le cortan la cabeza, el segundo hace una demostración de matemáticas y le cortan la cabeza» y el tercero, que se entretuvo recogiendo cosas inútiles como pajarillos muertos, botones, etc. «le muestra un abejaruco y la princesa dice: ¿qué es eso?… Creo que el director es esto, alguien que recoge cosas inútiles, sin sentido, para poder contar una historia. Porque lo que hacemos es mentir con detalle».

Finalmente, está la humanidad de sus villanos. Hablando de ellos, Del Toro, nos habla de la muerte. Los últimos tres minutos antes de morir, la gente se enfrenta a las decisiones que ha tomado en su vida. Estas te hacen morir con absoluta paz o con una mueca de terror. Para conseguir esa paz, nada mejor que amar lo que haces. Última y valiosa lección. Y con esto, se despide, habiéndonos dado una masterclass más que de cine, de vida.

Escrito por Delia María García
Imágenes: Festival de Cine de Málaga

«Free and easy»

Cuando te gusta mucho una película es fácil recomendarla. Parque Jurásico, El Padrino o Cadena Perpetua, por mencionar tres, son éxitos asegurados que están en casi todas esas odiosas listas clickbaiteras.

Pero ¿cómo recomiendas esa película que sabes que muy probablemente no va a gustar? No lo haces, directamente. ¿Para qué pasar el mal trago? Te lo ahorras y ya. Tu tía del pueblo puede disfrutar largamente con otras. Siempre habrá comedias románticas con Audrey Tatou en la portada para ella.

Para aquellos que piden algo más que comer palomitas va dirigida esta crítica. No se la recomendaría a todo el mundo, sólo a aquellos, valientes, que se atrevan a razonar algo que puede ser un desafío.

Free and Easy es un cuento. Una fábula moral dónde unos timadores que buscan sobrevivir en una china rural y desolada.

Mediante escenas ligeramente inconexas van presentado a los personajes. Timadores, tontos o muertos de hambre, que viven entre la apatía y el aburrimiento en un pueblo muerto en el que no pasa nada.

La sombra de David Lynch es alargada: los personajes extraños encontrándose en lugares extraños también aparecen aquí. Llenando de símbolos un subtexto que se me antoja muy político, como cuando todos se plantean hacerse funcionarios. La única que se salva de todo esta estupidez es la mujer. ¿Quizás la única que no está muerta por dentro?

Aviso a navegantes: no es fácil de ver. Como buen cine oriental tiene planos muy largos de caras de gente particular. Y puedes salir de verla perfectamente sin haber entendido nada. Nosotros mismos le hemos dado vueltas durante varios días. Una digestión lenta, pero gratificante digna de la ironía de un koan budista.

Nuestro Be(r)so

Sé de sobra que beso es con «B» y verso con «V»,
pero igual de bien se funden unos labios o unas letMiretyras.
Quiero expresar en estas líneas todo lo que tuve,
y decirte al oído lo que siento cuando me besas.

Sonríe una vez más, que preciso de tu medicina.
No te escondas, ven aquí… Te necesito.
Tu mirada desde lejos, me domina,
y con cada caricia yo siento que levito.

Maldita distancia que se coló entre nosotros,
y nos hizo mirar al cielo en noches plateadas.
Maldito viento que se lleva los recuerdos,
provocando tempestades a nuestras espaldas.

Yo te siento aquí conmigo, amor;
a cada hora del día.
Pero no es lo mismo sin tu calor;
Te extraño mucho, vida mía.

Mireya Moreno

Este artículo fue publicado originalmente en Akrox.com

Un obituario para Cohen

Desde que el pasado jueves diez de noviembre nos despertara la trágica noticia de la muerte de Leonard Cohen, sentí la necesidad de sentarme a hacer lo que desde hace mucho tiempo, por razones obvias de la edad, no hacía; escribir unas breves líneas a quien tanto ha contribuido a moldear la persona que hoy día soy. Ya desde muy temprano, en el metro camino hacia el trabajo, garabateé algunos versos [1] de homenaje al maestro Cohen pero aún no era el momento de sacarlos a la luz. Los muertos nunca deberían ser reclamos publicitarios para vender más libros o, en este caso también, discos de un difunto aún caliente; no pensaba contribuir a eso. Hoy, casi dos semanas después, mientras de fondo suena Everybody Knows y mientras los cohenitas nos vamos haciendo la idea de que nunca más volveremos a tener canciones nuevas de nuestro maestro es el momento de rendirle un merecido homenaje.

Mi relación con Leonard Cohen viene a través de otro maestro, en este caso, Joaquín Sabina. Si algo he que agradecer eternamente a Joaquín es su libro Ciento volando, de catorce que, aunque de limitada calidad poética, sirvió y sirve hoy día para poner en contacto a las generaciones jóvenes y no tan jóvenes con tantos y diversos poetas como Leonard Cohen, Bob Dylan, Lord Byron, Francisco de Quevedo, Ángel González, Jaime Gil de Biedma etc…

hitler3El descubrimiento de Leonard Cohen para un adolescente que comienza su andadura en la poesía es uno de los primeros impactos con los que se encuentra en el camino. Precisamente, con sus canciones, empiezan las primeras preguntas acerca de la estética de la poesía, de eso que tan en el candelero está desde el recién nombrado Nobel de Literatura, Bob Dylan: ¿Es la canción de autor una composición poética asimilable a un soneto o un romance?

Hablar de Leonard Cohen es hablar de la vida de un anacoreta que buscándose a sí mismo, un día y por casualidad, se encuentra con la popularidad y la aprovecha para hacer llegar su obra, mediante la canción, a aquellos que no hubiesen tenido acceso a ella si para conocerla hubieran tenido que acudir a sus poemas o novelas. Hemos de agradecerle a Cohen la capacidad de adaptar toda su obra a un formato accesible al gran público, cuando pasando la treintena y con varios poemarios y novelas a sus espaldas decide abrirse paso en el mundo de la música con las limitaciones musicales que él mismo reconocía tener.

Cohen es uno de esos autores que, como Antonio Machado o Gustavo Adolfo Bécquer, cede sus versos a la cultura popular y, un día, todo el mundo los conoce de memoria o, al menos, alguna vez los ha escuchado. Hito que solo está al alcance de quienes tratan de forma genuina los temas fundamentales que afectan al ser humano.

Analizar minuciosamente la obra de Leonard Cohen es una tarea que no corresponde a un homenaje como el que con este artículo se pretende, pero no puedo pasar por alto comentar la introducción de un poemario publicado por nuestro protagonista allá por 1964, Flores para Hitler.

«A while ago this book would have been called SUNSHINE FOR NAPOLEON, and earlier still it would have been called WALLS FOR GENGHIS KHAN»

Un judío como Leonard Cohen reflexiona una vez más sobre las cuestiones más fundamentales de la historia de la humanidad con algo tan sencillo como es el título de un poemario. El bien y el mal, una frontera difusa que se mueve según el observador y la época histórica desde la que se juzgue.

Muchos son los que aprovechando el tirón de su muerte, llenaron las cadenas musicales de sus canciones más conocidas o los que aprovecharon para enarbolar la bandera de la cultura y ocuparon su primera página con una foto a todo color de nuestro anciano literato con ademán de despedida. Como él mismo se encargó de retratar en su conocido Everybody Knows Everybody knows the fight was fixed. En nuestra caótica época de usar y tirar, es posible, que apenas semana y media después del anuncio de su muerte nadie recuerde a Leonard Cohen, es por ello por lo que ahora es el momento de recordarlo; a él y sobre todo, su legado. Hallelujah.

[1]

Nunca fuiste Federico,
Montreal, en aquel tiempo,
era solo una palabra
muy distante de Granada.
Sin embargo tus poemas
se impregnaron de misterio:
El amor, la religión,
y más tarde, la vejez
y el acecho de la muerte.
¿Qué veías en todo aquello?
¿Es el mundo lo que piensa
el común de los mortales?

Mi poema nació muerto,
desgarrado de dolor,
lo escribo;
porque fuiste y serás siempre
mi maestro.
Un pedazo de mi alma,
se va contigo.

Por Francisco Gómez
Publicado originalmente en la revista Ákrox

Serenidad

La más sencilla melodía deja escapar las emociones entre las cuerdas de una guitarra. Notas que vienen y van, como la brisa de aquella tarde de septiembre, junto a la orilla del mar. Aquí no hay pentagrama que valga, ni público que se resista.

Dejaste un “te quiero” colgado en mi ventana, y allí se murió esperando… No se me había cerrado aún la puerta, para que se abriera la ventana y poder así corresponderte. Siempre quise tenerte a mi lado, y fue una pena perderte por no haberlo nunca intentado.

El destino es enemigo de los hombres y a veces, por mucho que siembras, nada recoges. La tierra se vuelve baldía a tu alrededor… Todo está seco. Todo está muerto… Y a pesar de eso tú sigues respirando.

Un día voy a gritarle al olvido, lo mucho que me acuerdo de él. Brindaré con la soledad, por tantos años de amistad. Cantaré con la tristeza, nuestros males compartidos…

Y después de eso no quedará nada…

Pero la vida me ha enseñado a apreciar el silencio, en un mundo lleno de ruido.

Autor: @mireyamoreno
Edición: 
@jamoreno

Cambayá (parte II): «Jamás traemos al Festival a nadie que no hayamos visto en directo »

No te pierdas la primera parte de esta entrevista

[vc_row][vc_column][td_block_21 post_ids=»614″][vc_column_text]


Pasemos ahora a vuestra faceta como sello discográfico y sala de conciertos. En 1981 comenzasteis a publicar discos. ¿Cómo era la industria en los años 80?

N: Aquella época estaba muy clara: estaba la gran hegemonía de las multinacionales, que eran las que controlaban todos los medios de comunicación, las emisoras de radio y las grandes revistas. Lo que pasó fue que hubo movimientos emergentes muy pequeñitos por todos los sitios de España; fue por donde empezó el movimiento de las compañías discográficas independientes. Yo creo que el medio de conexión de todas ellas era Radio 3. Entonces fue cuando creamos una especie de asociación sin nada escrito de las pequeñas discográficas y funcionábamos de la siguiente forma: si nosotros editábamos 500 discos de Los García, seguramente no los íbamos a vender todos, pero sí podíamos vender 50 discos de Los García, 50 de la Polla Récords, otros 50 de Los Suaves… Nos cambiábamos los discos y así los vendíamos.

Luego ese movimiento dependiente comenzó a derivar en grandes compañías como DRO.

A.B.: Todas estas compañías vivíamos de forma muy precaria. Lo que ocurría es que en el momento que alguna destacaba, llegaban las grandes compañías y las compraban, como fue el caso de DRO. El que ahora mismo es director de DRO era un directivo de una compañía independiente. Toda esta situación destrozó la idea original.

Por ejemplo, el primer disco de La Guardia lo grabamos nosotros y en el momento en que empezó a funcionar, los cogieron y los hicieron famosos, afortunadamente para ellos, porque con nosotros hubieran estado muy felices pero sin un duro.

¿Cómo ha cambiado la industria musical estos 40 años?

A.B.: No es muy distinta. Lo que han cambiado son los formatos, pero el sistema es el mismo. Ahora las compañías son más restrictivas. Por ejemplo, imagínate que se  venden 100 discos, por poner una cantidad. Si se hace con ocho artistas va a costar tanto dinero, y si se hace con cuatro y se venden los mismos discos, se decide entonces trabajar solo con cuatro. Eso no ha cambiado para nada. Sigue habiendo los mismos problemas de distribución…

N: Y los medios de comunicación siguen estando controlados por las multinacionales; también los medios públicos.

En cambio el consumo sí que ha cambiado porque hay mucha gente que se crió en los 80 que me dice que de pequeños sus padres les iban dando una paga y ahorraban seis meses hasta que podían comprarse un vinilo. Al no haber otra cosa, el disco les tenía que gustar sí o sí. En la actualidad, uno puede acceder a infinidad de grupos.

Sin embargo, en los últimos años estamos viendo cómo las bandas vuelven a sacar sus trabajos en vinilo. ¿Ha renacido el formato?

N: Yo creo que lo del vinilo es meramente un capricho. No va a resurgir y se van a volver a vender más vinilos que CDs. ¿Quién hace vinilos? Las grandes estrellas o la moda que ha entrado ahora en la música indie, pero creo que va a ser una mera anécdota.

A.B.: Yo creo que también depende del sector. En el blues está entrando un poquito, pero en el rockabilly ha entrado más fuerte. Sacan los vinilos de siete pulgadas pero en pequeñas cantidades, porque afortunadamente ahora pueden sacarse aunque sean algo más caras, pero van orientadas a un sector muy concreto de público.

Nosotros hemos intentado sacar algún vinilo, pero la distribución no está preparada para eso. Es algo que se acabó. Las fábricas en España cerraron. Actualmente, te tienes que ir a Checoslovaquia. Yo he estado en fábricas de vinilos y es un proceso muy complejo. De todas maneras, en el momento en el que vean que se venden vinilos, se lanzarán a por ello, por supuesto.

Yo creo que se va a quedar para sibaritas que prefieran escuchar en vinilo, que, por cierto, se escucha mucho mejor, y también va a haber un mercado que está creciendo a marchas agigantadas. Nosotros lo sabemos por las liquidaciones trimestrales; lo que pasa es que todavía los beneficios son muy bajos para compañías tan pequeñas.

Al margen de que se hayan interesado las grandes estrellas, Los Roxanes, por ejemplo, acaban de sacar su EP en vinilo. Quizá en Alemania se lleve más la cultura del vinilo, pero ellos me decían que habían sacado el trabajo en este formato porque suenan mejor en directo, que también casa con lo que me decíais de la calidad del vinilo. Me hablaba Momo de que los técnicos de sonido diferían sobre el tema de la calidad. ¿Cuál es vuestra opinión?

N: A mí me gusta más el sonido del vinilo. Me parece más dulce sobre todo por cómo se grababa antes. Se grababa en cinta y no podías machacar el sonido como se hace ahora con los CDs, donde se trata de grabar lo más alto posible, por lo que tienes que comprimir mucho el sonido para poder subirlo; de esta manera se va matando la dinámica de las frecuencias. Por eso, el sonido digital me parece más duro. Yo grabo también en digital, pero ahora los Roxanes quieren que montemos unos magnetófonos, por lo visto [risas].

A.B.: Ahora mismo una multinacional saca un disco y hace tres tipos de mastering y dicen: «mastering para la Cadena Ser, mastering para la cadena dial; otro para Radio 3» y suenan distinto. Si pones radio 3, la identificas por el sonido. Es un sonido uniforme. Son técnicas de captación de clientes. Si tú haces una masterización para los 40 principales, por ejemplo, le añades más o menos graves, más o menos agudos y ese tipo de elementos para manipular la grabación. Para eso hacen falta unos estudios de la hostia. Es algo que nosotros no nos podríamos permitir.

Al final nuestra idea es que la gente escuche una propuesta musical en CD y, por supuesto, el directo. Nosotros no traemos a nadie al Festival de Blues si no lo hemos visto en directo antes. Lo digo porque hay veces en las que no he visto a un grupo en directo y, al final, nos ha decepcionado.

N: El que compra vinilos quiere decir que en su casa tiene un buen equipo de sonido. En cambio el que tira de CDs ni siquiera tiene equipo en su casa; como mucho lo mete en el ordenador, y ahora ya la mayoría por el teléfono.

A.B.: Durante la transición entre vinilo y CD decíamos: « ¿Esto cómo va a sonar igual? » Nos poníamos de espaldas a escucharlos y casi siempre acertábamos qué formato era, pero llega un momento en el que el oído se acostumbra a escuchar eso; te cuesta distinguirlo ya. Encima cada discográfica tiene su propio matiz.

Ahora con los pendrives uno tiene millones de canciones; el problema que nosotros le vemos es que, al final, tienes mogollón de canciones que no escuchas. Yo tengo discos que habré escuchado cientos de veces y los tengo muy bien analizados.

¿Por qué se inclinó también hacia el flamenco una discográfica especializada en blues?

A.B.: A mí me había gustado el flamenco de siempre. Nos metimos en él porque un día vino un trabajo encargado por la Diputación de Málaga con Diego Clavel, un cantaor que quería grabar treintitantas malagueñas. Eempezamos a tomar contacto con el flamenco y a darnos cuenta de los matices. Es un mundillo de gente muy auténtica y entendida, pero también hay mucho talibán.

Nosotros hemos trabajado con el flamenco ortodoxo y también con otros derivados. Hemos trabajado con grupos que nos han funcionado muy bien, por ejemplo, Cañadú. Vendimos un montón de disco y giramos por muchos países.

A finales de los 80 Tabletom grabó un disco en Cambayá, Vivitos… y coleando. No me resisto a preguntaros cómo fue trabajar con alguien tan peculiar como Rockberto…

[Risas]

N: Lo despertamos por la mañana y le hicimos un marcaje que ni Sergio Ramos y Piqué juntos; todo el día una persona con él.

¿No se le podía dejar solo?

A.B.: Era muy buena gente. Tuvimos una experiencia muy grata con él. En aquella época, Tabletom estaban ya muy separados y les propusimos grabar un disco en directo, lo cual fue una movida porque en aquel tiempo grabábamos en analógico, con dos magnetófonos de cinta y en una discoteca. Es una de las anécdotas de nuestra vida porque para grabar el disco cobramos entrada y de repente hubo tres mil personas dentro como si fuera una lata de sardinas y mil personas fuera que no tenían entrada.

Luego hicimos muchos recordings, es decir, volvimos a grabar en el estudio cosillas que no habían quedado bien, pero era un grupo muy difícil porque tenía muchas locuras.

N: Rockberto directamente se nos perdió cinco minutos antes del concierto, a pesar del marcaje que le habíamos hecho. [Risas]

A.B.: Anécdotas de esas tenemos muchas. Nosotros teníamos la mesa de sonido para grabar debajo del escenario y Adolfo, que era quien estaba en la mesa, empezó a decirnos «Hostia, no suena el bajo» y cuando miramos el bajista estaba saliendo de los servicios, que todavía no se había subido al escenario.

Además, a nosotros pasaba como en la película Zelig de Woody Allen; cuando trabajábamos con un grupo nos metíamos en su rollo y si eran serios, nos poníamos serios; si eran juerguistas, nosotros igual.

También estuvimos un tiempo de management, y aquello era una locura. Ir a recogerlo a su casa, meterlo en el coche…la verdad es que el tío tenía muchas ocurrencias y era muy especial.

Yo ya los conocía a ellos de hacía muchos años porque los Tabletom se formaron en Antequera. Eran de Málaga pero había un batería muy bueno que tocaba con ellos y estuvieron en un cortijo de Los llanos de Antequera; y tenían una especie de comuna hippie.

Era complicado trabajar con ellos pero siempre nos cumplieron. Tenías que estar detrás de ellos pero no daban espantás muy grandes.

Recientemente Los García habéis colaborado con Mike Vernon en el disco Just a Little Bit.  ¿Podéis hablarnos un poco de vuestra relación con él y la idea del disco?

A.B.: Lo de Mike Vernon surge porque él se vino a vivir a Villanueva del Rosario. Vino un par de años de espectador al Festival de Blues hasta que un día habló con nosotros; nosotros ya lo conocíamos porque habíamos visto un montón de discos de él. Nos ofreció su colaboración desinteresada y nos ayudó a traer a Sherman Robertson, a The Blues Band, de Inglaterra. Nos hizo una serie de contactos muy buenos.

Hace varias décadas, él había tenido un grupo de rock ‘n roll llamado Rocky Sharpe and the Replays, que habían tenido varias canciones conocidas en España, pero él ya se había retirado de la música; lo que pasa es que la vida le dio un palo muy gordo porque la mujer murió de cáncer. Entonces se vino a una jam en la que estábamos tocando Los García y le dijimos que se cantase algo. Se subió al escenario y le volvió el veneno. Fue como si le hubieran metido un chute de sangre nuevo. Se puso de nuevo a trabajar y ahora tiene nuestra banda en España, otra en Inglaterra, Noruega…y está todo el rato moviéndose y dando conciertos.

Navi, que es quien estuvo con él en el estudio grabando el disco, aprendió un montón. Hay que tener en cuenta que por sus manos han pasado grandísimos músicos como Eric Clapton, David Bowie…También nos ha presentado a mucha gente a la que siempre habíamos admirado. Por otro lado,  nos ha hecho ponernos las pilas como músicos porque nuestro grupo es un poco semiprofesional: no nos ganamos la vida con esto. Pero este tío tiene un nivel de exigencia que te hace ponerte las pilas. Él necesitaba gente que estuviese un poco a su altura.

¿Habéis pensado en montar un local en Antequera para evitar que la gente no asista por pereza a la hora de desplazarse?

N: Naturalmente lo hemos pensado, pero nunca con la intención de hacerlo realmente. Probablemente iría más gente, no se cuánta más, pero supongo que es muy complicado encontrar un local como este, que esté apartado, no moleste a nadie y lo tengas equipado de puta madre y que encima no te cueste un duro. Ahí ya entramos en alquilar un local, acondicionarlo…

A.B.: Este tiene la desventaja de estar un poco lejos, pero nosotros lo que somos fundamentalmente es un estudio de grabación y hacemos algunos conciertos los domingos.

N: Un poco siguiendo la onda de que la música no es solo un negocio para nosotros, sino que ponemos también un local abierto para que las distintas bandas tengan un sitio bueno en el que tocar y puedan disfrutar de un equipamiento bueno. De camino, le seguimos dando a la gente la oportunidad de ver grupos que, de otra manera, no podrían ver en su vida.

A.B.: Cualquier grupo de Antequera que quiera tocar, tiene la oportunidad de hacerlo aquí. A mí también me gusta ver lo que está haciendo la gente joven, que es una manera de ver por dónde va la música. Vamos descubriendo Youtube, Facebook… aunque cada vez nos cueste más asimilarlo, pero yo no quiero perder en contacto con grupos maravillosos como El lobo en tu puerta. Sin embargo, cuando ellos vinieron solo hubo 11 personas en el público. También Chipi nos ayuda a conectar con los grupos jóvenes. Esos grupos vienen también porque les gusta tocar aquí, por el equipamiento y te enseñan muchas cosas. Pero al final, y esto lo digo también como crítica, la cantidad de gente que va a los conciertos sigue siendo la misma que hace 30 años.

N: Los que iban al Manolo Bar ahora van al Le Bistrot. Siempre es el mismo núcleo de gente.

Me gustaría continuar hablando de la situación cultural en nuestro pueblo. ¿Lo de que Antequera es un hoyo se ha dicho desde siempre?

A.B.: De entrada te digo que he vivido en muchos sitios y no hay nada que me guste más que estar en Antequera. Nosotros éramos vanguardia en este mundillo y nos han entrevistado muchas veces, por ejemplo, en Radio 3. A menudo nos preguntan que por qué no nos trasladamos a Madrid, que es donde está la industria. Yo me acuerdo que a uno le respondí una vez «Yo ahora me voy a mi casa y llego en cinco minutos y me acuesto. ¿Tú cuánto vas a tardar en llegar a la tuya?» Y su respuesta era que en una hora o así. Por otro lado, uno tiene la desventaja de no estar en el meollo de la industria.

Yo en Antequera ya sé lo que hay. He pasado por varias etapas y siempre hay un grupo de personas diciendo que aquí no hay nada y cuando lo hay, no van. Es algo que pasa aquí y en pueblos similares, no solo en Antequera. Esto pasa en Fuengirola, en Puente Genil, en Lucena… El empuje que hubo en aquel momento se aprovechó para muchas cosas, pero la sociedad no ha cambiado como se pensaba que iba a cambiar. Al final, los que tienen esto establecido lo tienen bien agarrado y no van a hacer nada para que esto funcione. Les gusta tener a cuatro loquetas como nosotros, pero al final la mayoría de la gente acaba en trabajos que le dan seguridad. Aquí también la gente es tradicional. ¿Tú qué piensas, Navi?

N: Como decía el Silvio «cada uno es como es». Yo no voy a decir que todos tienen el paso cambiado menos yo.

A.B.: Haciendo balance, en Antequera la gente va al Festival de Blues, al Festival de Jazz, en algunos conciertos hemos tenido 40 o 50 personas. Intentamos hacer cosillas para que venga la gente. De todas formas, esto lo hacemos por gusto.

¿Cómo ha evolucionado la escena cultural en Antequera en estos 40 años?

[Navi resopla, indeciso]

N: Si te vas fuera y al tiempo vuelves, igual notas una diferencia que puedas explicar bien. Estando todo el tiempo aquí es como cuando ves crecer a una persona: sabes que es diferente pero, como ha ido creciendo poco a poco, realmente no distingues bien las diferencias.

A.B.: Yo acostumbro a pasear y veo a gente como tú, que tenéis inquietudes, vas por el Lebis y se ve que hay gente. Pero esto pasa en toda España. En la feria, un mogollón de gente va a ver los músicos, y hay músicos buenos y malos, pero es música de diversión. Que yo soy el primero que ha bailado esas canciones después de un par de copas ¿eh?. Aun así, nosotros estamos manteniendo el Festival de Blues y a él asiste gente joven. A nuestros conciertos viene menos gente, pero por los motivos que hemos dicho. Sin embargo, no pierdo la esperanza de que la gente vaya poquito a poco interesándose.

N: La cultura no solo es la música; tampoco creo que haya muchos poetas.

Yo creo que de música es de lo que más hay. Al menos, la mayoría de gente a la que entrevisto se dedica a la música.

A.B.: Nosotros hicimos unos ciclos durante el festival que se llamaban Palabras de Blues, que metíamos distintas disciplinas. Una vez metimos a un poeta, Justo Navarro, que escribe en El País y nos decía que nunca había estado delante de un público tan numeroso. Así que creo que ellos están peor.

Algunas veces creo que hay más cosas pero que ya no nos enteramos porque si nosotros entramos a un bar de jóvenes, empieza todo el mundo a tirar el chocolate pensando que somos maderos [risas], pero seguro que sigue perviviendo el ambiente porque cuando salgo a la calle sigo viendo la gente con los pelos largos y camisetas de grupos, así que seguro que están haciendo algo.

N: A lo mejor en la cultura del rap también hay gente haciendo cosas.

Ahora mismo donde se concentran todos estos movimientos que vosotros trajisteis es en el Lebis, aparte de los movimientos que han surgido en la última década. Yo creo que goza de una salud extraordinaria porque el local está lleno todos los findes.

 Esto me lleva a otra cuestión que quería hablar con vosotros. Agus del Lebis y Alberto Alcalá, que son algo mayores que yo, me han hablado de una Antequera de finales de los 90 y principios de los 2000 en la que era muy difícil ser diferente y en la que, por ejemplo, el 80% de los jóvenes eran pijos o canis, que estaban radicalmente en contra de ellos, que eran los pelúos. Me han hablado de que simplemente llevar la camiseta de un grupo o los pelos largos suponía un conflicto.

En cambio, el Lebis que yo he conocido se caracteriza por reunir a distintas tribus urbanas mecladas en un mismo local, así que puedes ver en el mismo grupo a raperos, gente con rastas, punkies, gente más indie

A.B.: Esa es la gran esperanza que yo tengo. A mí también me gusta escuchar la música clásica, pero empecé a escucharla a través de las interconexiones que tú me dices. Cuando me juntaba con Jesús Martínez Labrador, iba a su casa a verlo pintar; él era un apasionado de la música clásica y el flamenco y empecé a escucharla y me lo pasé de puta madre. No me interesó del todo pero ahora, por ejemplo, estamos grabando a una orquesta de música clásica.

A mí me alegra que existan espacios donde no solo se une gente de distintas tribus urbanas, sino también de distintas ideologías. Nosotros hemos conocido a personas que son de derechas, buena gente…cuando empezamos a hablar de política sí hay más conflicto, pero podemos hablar de otros temas. Yo recuerdo Juan Muñoz y un montón de gente que era de derechas, pero tenían su sensibilidad y escribían…

En la generación después de la nuestra hubo un momento en que las drogas hicieron estragos. Aquí en Antequera hubo mucha gente que cayó en la heroína y en el mundo de la música hubo mucha gente que murió incluso. Eso generó un miedo y represión en los padres y se acortó el número de seguidores. Después salieron los canis…Yo no llevo una cronología del tema, pero es lo que observé en aquella época.

Al final siempre lo pagaban los que tenían inquietudes culturales porque se relacionaba arte y drogas.

¿Qué representó el Manolo Bar para Antequera?

A.B.: Ya desde chiquitillo mi padre me llevaba allí para comerme una torta con Colacao. También íbamos a ver la televisión porque era uno de los pocos sitios donde había. Luego los hermanos empezaron a coger el negocio, reformaron todo aquello, empezaron a meter música…

N: Pusieron la máquina de discos y había que echar un duro para escuchar tres canciones hasta que nos dimos cuenta de que cuando nadie echaba dinero salían los Manolos de la barra, la abrían y le daban. Y ese fue el paso de la gramola a poner ya música dentro.

A.B.: Ponían muy buena música y comida. Entraba gente de muy distintas capas sociales, pero aquello era también un sitio de unión, como podría ser ahora el Le Bistrot.

N: Más todavía porque, como no había móviles, si tú querías salir, ibas al Manolo a ver quién te encontrabas. Era el sitio donde uno estaba todo el día. Ibas a mediodía a tomarte un par de cervezas, luego ibas a tomarte el café y luego por la noche porque sabías que «alguien habrá por ahí». Entonces representaba el sitio de reunión.

Habréis tocado muchas veces allí, me imagino…

Allí fue la primera vez que yo me subí a un escenario. Con Los García.

¿Qué oportunidades abre para la música el aumento del turismo fruto de la declaración como Patrimonio Mundial?

A.B.: Si lo saben utilizar bien, puede ser un bombazo. Lo que pasa es que Los Dólmenes se ven en muy poco tiempo. Hay proyectos de hacer un centro de interpretación… el conjunto patrimonial de Antequera debería aprovecharse con otras cosas. En el aspecto cultural, aprovechando que Antequera tiene un nombre dentro del mundo del blues, hay mucha gente que podría quedarse una noche en Antequera y luego ir a ver un concierto de blues o flamenco.

N: Repercusiones va a tener seguro, porque está claro que va a venir más gente, pero hay que aprovecharlo. Nosotros siempre hemos dicho que Antequera sería perfecta para ser una ciudad de festivales; salvando las distancias, sería una cosa tipo Edimburgo. Se podría hacer un festival de una cosa una semana, luego teatro independiente, un festival de circo…Que la gente pueda quedarse un fin de semana.

A.B.: Cuando teníamos dinero para hacer el Festival de Blues, duraba un mes entero. Hacíamos tres actuaciones cada uno de los fines de semana del mes. Utilizábamos los patios de Antequera, por ejemplo, San Zoilo…

N: Siempre mezclando patrimonio con la música.

A.B.: Hacíamos cosas bastante innovadoras. Y aquello se ponía siempre a tope. Hay mucha gente que va por curiosidad a un sitio y luego se engancha. Pero para eso tiene que a ver unas líneas políticas para gestionar todo ese patrimonio. En Antequera hay un poco de lío con esas cosas con un gobierno de cada color.

Todo esto te lo digo porque yo fui concejal de cultura en los años 80 e intenté marcar unas líneas. Yo me movía con esa gente que te he dicho que iba al Manolo. Se marcaron una serie de objetivos a largo plazo: el blues, teatro…Para todo eso tiene que haber un consenso.

¿Qué planes tenéis para esta temporada?

N: Nuestro proyecto sobre todo es continuar editando, haciendo conciertos y estar pendiente de lo que salga en este mundillo en el que nos movemos.

A.B.: Ahora vamos a sacar un disco de Los Caracoles, un par de discos de blues en homenaje a Freddy King. De flamenco hemos sacado recientemente dos o tres discos.

He estado de vacaciones en Francia y me he encontrado en una tienda de Clermont varios discos nuestros. Te da mucha satisfacción porque nosotros somos artesanos; aquí entra un grupo y sale con la portada, el disco, la masterización… Tienes la alegría de que no has perdido dinero y el disco se está conociendo en algunos lugares.

Vamos a seguir con lo que estamos, vamos a meternos en el flamenco de nuevo y queremos que se aproveche el nombre del Festival de Blues y Cambayá con miras a hacer algo potente relacionado con el flamenco.

También nos han llamado para hacer un festival de nuestro estilo en Granada, pero ya estamos viejos para ir a otro lugar para montar cosas, pero por supuesto vamos a seguir trabajando desde Antequera.
Autor: @danisoler
Fotografía:
 Pablo Ariza[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

Cambayá (parte I): «Nuestra primera gran tarea fue convencer a las autoridades»

De las diez entrevistas que he hecho hasta ahora la de Cambayá es la que me ha supuesto mayor trabajo de documentación, no solo por sus 40 años de blues, flamenco y rock ‘n roll sino también porque la mayoría de fuentes a las que se pueden recurrir son testificales.

La historia de Cambayá se remonta a una época en la que no existían ni ordenadores ni móviles, y la contracultura solo podía expandirse clandestinamente mediante el boca a boca, sobre todo en una España post-franquista en la que unos pelos largos y una guitarra eléctrica portaban el estigma de rojo y piojoso. No es de extrañar, entonces, que las únicas fuentes documentales accesibles sean su página web, los discos allí grabados, información sobre el Festival de Blues de Antequera y sobre los conciertos que se ofrecen en su sala.

La mera idea de entrar en el local me carga de una gran responsabilidad. Cambayá forma parte del subconsciente de los antequeranos que nos consideramos al margen de las corrientes dominantes en la música y la estética, y me he prometido ser fiel a su trayectoria y abarcar el gran número de facetas que lo caracterizan.

Antonio Blanco (1953) y Navi (1956), las dos puntas de lanza de este proyecto, me reciben en el local, atestado de vinilos, carteles promocionales y algunos libros sobre música. Es un lugar pequeñito pero han logrado concentrar en él una sala de conciertos, un estudio de grabación y la mesa de operaciones del Festival de Blues. La cerveza y el humo de los cigarros van trazando la vida de este símbolo rockero…

Me gustaría empezar con unas preguntas sobre vuestras vidas. ¿Cuál es vuestra relación con la música desde pequeños?

A.B.: Yo era muy chiquitito porque recuerdo que salía del colegio e iba a una radio a escuchar las noticias que daban de música sobre los Beatles y el movimiento pop, que traía consigo no solo la música, sino también llevar el pelo largo, una apertura a la libertad… A mí me entusiasmaba aquello. Luego cuando llegó la televisión ya ponían algunos programas en Televisión Española, que era la única que había. Ponían a grupos como Los Salvajes, Los Brincos, pero cuando me metí más de lleno fue con la música soul: Wilson Pickett, Aretha Franklin; también era un baile lento, y en aquella época se escuchaban muy agradablemente las baladas. Esa fue mi afición a la música.

N: Para arrimar la cebolleta [risas].

A.B.: Después me fui a Barcelona con 18 años. Allí vi muchos conciertos. Tuve la suerte de conocer a una serie de grupos como Ex Machina, la Companyia Electrica Dharma, que estaban pegando muy fuerte en aquella época y también tenía contacto con gente de Sevilla como los Smash…Todo eso me hizo querer participar en aquello. Cuando me cansé de andar pasando hambre por ahí, me volví a Antequera y monté una tienda de discos. Era la primera tienda especializada y tenía música muy buena. A partir de ahí, empecé a darle vueltas a la idea de amenizar el ambiente en Antequera. La idea era montar un festival de rock y hablé con un locutor de Radio Antequera, Ángel Guerrero, y me dijo «pues ahí un chaval que se llama Navi que también quiere montar un festival». Navi se pasó por la tienda y fue un flechazo por cosas que teníamos muy en común sin habernos conocido: el amor por la música, los contactos que habíamos tenido en Madrid y Barcelona con lo emergente… Montamos un festival de rock sin un duro y tirando de amistades. Ese fue el inicio de mi afición a la música.

 N: Precisamente ahí tienes un cartel del 78, del segundo festival de rock que hicimos. En el primero es que no teníamos ni para hacer carteles. Solamente hicimos uno enorme a mano que pintamos nosotros mismos.

 ¿Dónde se hizo el concierto?

N: En la plaza de Toros. Trajimos gente de todos sitios. En el primero trajimos a los Burning, a Tequila, que era la primera vez que tocaba fuera de Madrid, a una banda de Granada que se llamaba La Banda de los Hermanos Cruz… Y este segundo ya fue más potente; trajimos a Triana, a Imán Califato Independiente, Pedro Ruy-Blas, a los Burning de nuevo…

¿Cómo fue el primer contacto en tu caso con la música?

N: Lo primero que recuerdo es escuchar la radio aquí en Antequera. Era radio comercial y podías escuchar a poco más que Los Brincos, Los Bravos y Los Salvajes. El cambio llegó cuando me fui a estudiar a Madrid. Por las noches escuchaba la radio de los norteamericanos de la base de Torrejón de Ardoz. Ahí fue realmente cuando empecé a escuchar algo que no fueran los Beatles o los Rolling Stones, que era lo que llegaba aquí como máximo. Ahí empecé ya a escuchar rock ‘n roll, soul, blues, todos los grupos británicos que estaban a tope en aquella época; te estoy hablando de allá por el 71.

En primero de carrera, en el colegio universitario donde yo estaba había un bibliotecario melenudo que pertenecía a La Banda de los Hermanos Cruz de la que te hablaba antes. Este compraba unos libros alucinantes, así que le pregunté si había un libro que me pudiera poner al día de todo aquello. Me acuerdo todavía de un libro de Mario Maffi que se llamaba La cultura underground; era un libro que daba un repaso a toda la cultura underground de Estados Unidos desde cómics, música, teatro independiente, movimientos culturales como los Panteras Negras, etc. A raíz de ahí fue cuando yo empecé a meterme en la música como algo que llevaba a más. Tú antes ibas por la calle y veías a alguien con un disco de Led Zepellin por la calle y lo parabas para hablar con él porque la música era algo más.

A.B.: Era un movimiento social potente. Y coincidíamos en ese tipo de cosas: en los mismos grupos. Venía de Barcelona de haber escuchado a los Doors y a otros muchos grupos y aquí nadie los había escuchado.

N: Cuando llego yo a Antequera veo una tienda de discos pequeñísima, pero alucinaba con los discos que tenía. Había un pequeño apartado con Camilo Sesto y otros artistas, que era lo que se vendía, pero el resto de la tienda eran grupos que yo le decía «¿Tú vendes esto o te los compras para ti?». No te estoy hablando de discos de los Beatles ni de los Rolling Stones; te estoy hablando de discos de grupos que le vendería a cuatro o cinco colgaos como yo.

¿Cómo respondió el público a la tienda?

A.B.: Yo me mantenía con los discos que vendían los artistas del momento. Poquito a poco fui recomendándole discos a la gente y algunos se metían en el tema. Al fin y al cabo la mayoría de la gente compra cosas comerciales porque está bombardeada.

Yo era el proveedor de la música que ponían en el Bar Manolo y la gente que iba a la máquina del Manolo flipaba con lo que había allí; llevaba discos de Janis Joplin, Rory Gallagher… No era solamente un negocio para vivir de ello, que también, sino que, además, queríamos dar a conocer otros grupos.

Otra de las cosas que me abrió la cabeza y ya me metió el veneno fue cuando vi la película de Woodstock en la calle Balmes de Barcelona; esa película reflejaba el movimiento que se generó, la organización, la paz y el amor de los hippies. Aquello fue lo que me motivó a vender no solo discos sino cosas que les abrieran la mente a las personas.

Antonio Blanco

Navi, tú viviste en Madrid en los 70. ¿Cómo recuerdas esa época allí?

N: Fue una época fascinante porque fueron los últimos años de la dictadura de Franco y había alrededor de la universidad un ambiente cultural y político muy fuerte. Dentro de la universidad se hacían conciertos de grupos de rock que aún no habían grabado nada como el caso de Burning o de Ñu, cuando todavía estaba Rosendo en la banda. Es el momento previo a la movida. Había también mucho teatro independiente. Además, estaba todo vinculado a la lucha política, o sea, era impensable ir a un concierto y después no liarla en la calle.

A.B.: Y casi todos los grupos tenían una propuesta política. Después pasaban a multinacionales y les cambiaban un poco el rollo. De hecho, al principio venían aquí a tocar por la cara porque eran como nosotros; había ese tipo de conexión.

Antonio, tú te fuiste a Barcelona muy joven. ¿Qué ambiente cultural había allí?

 A.B.: Yo llegué a Barcelona en el 69 y era una ciudad alucinante…

N: Los que vivíamos en Madrid envidiábamos a Barcelona.

A.B.: Era increíble la cantidad de conciertos a la que asistí. Había un movimiento cultural muy grande. Había grandes manifestaciones en Las Ramblas. Los conciertos eran el lugar donde se reunía este tipo de gente y donde se preparaban las manifestaciones, actividades culturales…

N: Ten en cuenta que en aquella época no había móviles y todo se producía boca a boca.

A.B.: En los conciertos nos encontrábamos personas de distintos sitios. Yo allí he conocido a gente de toda España. Claro, al llegar a Antequera te entra el gusanillo de hacer algo.

Llegáis a Antequera entre los años 76 y 77. ¿Cómo os encontráis la ciudad?

 N: Yo me volví porque estaba ya un poquito asfixiado del asfalto de un Madrid que, por lo demás, se estaba volviendo conflictivo y había derivado en ciertas historias macabras de drogas raras. Quise olvidarme un poco de aquello y me vine aquí buscando tranquilidad, o sea, que realmente yo sabía que aquí me iba a encontrar una cosa muy tranquila. Tuve la suerte de encontrarme con Antonio y pudimos continuar con nuestros proyectos. La verdad es que culturalmente era una ciudad muy apagada; podía haber cuatro galos escondidos entre cuatro calles, como es el caso de Jesús Martínez Labrador.

A.B.: Yo había tenido contacto con algunos grupos yeyés –como los llamaban- que ya no tocaban temas de orquesta, sino que tocaban canciones de grupos. Eran bandas como Los Fénix. Había cinco o seis grupos de ese estilo, pero muy desperdigados y a su bola.

Me imagino que tampoco era ni el lugar ni el momento para hacerse ver…

 N: Ten en cuenta que eras un pelúo y un pelúo significaba también ser un drogadicto.

 A.B.: Y maricón por llevar los pelos largos [risas].

N: Entonces cada uno estaba metido en su cascarón y Antonio y yo tratamos de canalizar ese tipo de inquietudes que había.

Navi

¿En qué momento os juntasteis y cómo surge el proyecto de Cambayá?

A.B.: Como te dije antes, yo monté la tienda de discos y él vino con esas inquietudes de montar un festival. Contacté con la radio para poner anuncios, para ver cómo se podía hacer… imagínate en aquel momento ir al ayuntamiento a pedirle la plaza de toros para organizar un festival de rock. Contactamos con un locutor de radio que ponía buena música.

N: Llegó a traer a Los Canarios a la feria de Antequera en los 60.

A.B.: Vino a la tienda, nos presentamos y le dijimos que queríamos hacer un festival de rock. Él tenía contactos y empezamos a llamar a los grupos y a organizar el festival. Era todo muy precario. Además, el ayuntamiento nos puso muchas trabas. Finalmente nos cedió la plaza de toros en alquiler y no recuerdo si llegamos a perder dinero, pero los grupos actuaban para nosotros de colegueo y dormían en nuestras casas.

Decidimos continuarlo y, por un lado, preparamos el festival de rock del año 78 y, por otro lado, actividades en torno a un bar que yo monté donde se reunió ese foco de gente que normalmente iba allí por el tipo de música que poníamos. Allí creamos un ambiente cultural y se hacían algunas actuaciones y exposiciones en el bar.

Del bar también surgieron varias publicaciones y ya empezamos a contactar con personas que venían de otros sitios, pero que tenían básicamente las mismas ideas políticas y sociales.

También nos reuníamos en el Bar Manolo. Hicimos varios festivales y para ganarnos la vida empezamos a montar equipos de sonido para poder alquilarlos hasta que más adelante le empezamos a dar forma y montamos Cambayá.

N: La compañía discográfica viene de que Antonio tocaba en un grupo y me propuso entrar a cantar y fue cuando hicimos Los García. En el año 80 decidimos grabar un disco porque si no nos lo grabábamos nosotros, no nos lo grababa nadie. A raíz de editar el primer single, decidimos continuar editando discos.

Los García en los años 70

¿De dónde viene el nombre de «Cambayá»?

A.B.: «Cambayá» es una palabra que usábamos los andaluces y que significaba «estar dando vueltas». Nosotros al principio nos llamamos de muchas maneras. Una vez íbamos para Madrid en uno de los viajes para montar la compañía y vimos un autobús que ponía «Las sepulvedanas» y se nos ocurrió ponérselo porque teníamos que registrarlo oficialmente. Lo de Cambayá vino más tarde porque, como estábamos dando tantas vueltas en aquella época tan loca, pensamos en que era muy apropiada. Además, también tiene la connotación de mareo y de ahí vino el nombre. En aquellos tiempos sonaba más a salsa, pero hemos conseguido que en nuestro entorno no se asocie a ese mundo.

A pesar de que empezasteis organizando conciertos de rock ‘n roll, se os conoce sobre todo por el blues. ¿Cómo llega esta música a España?

N: Igual que yo escuchaba Radio Torrejón en Madrid, en Sevilla se escuchaba lo de Morón y Rota y Barcelona… bueno, Barcelona estaba muy adelantada para todo. Aparte, allí escuchaban emisoras piratas como Radio Caroline, que se grababa en un barco. Por ahí es por donde empieza a entrar el blues, igual que el rock ‘n roll.

A.B.: El blues nace en Estados Unidos y quien lo lleva a Inglaterra es precisamente el productor Mike Vernon, con quien hemos colaborado posteriormente. Él cogió a los negros de Estados Unidos y los llevo allí a tocar con músicos ingleses que estaban haciendo rock ‘n roll pero que ya estaban escuchando blues y se crea un movimiento allí.

En España lo recogen a través de las emisoras de radio los jóvenes que empiezan a escuchar blues pero hecho por ingleses, es decir, tenían un sonido muy inglés. Nosotros tuvimos la suerte de conocer a la Tonky Blues Band que directamente se iban a buscar a los negros sin pasar por los ingleses. De esa forma sonaban como los artistas de blues de Estados Unidos. Ese foco estaba muy centrado en Madrid y en Sevilla, porque en Cataluña no existía ese blues tan puro de los Estados Unidos.

Cuando nosotros empezamos a grabar, el blues se estaba empezando a conocer de esa manera en España.

¿Qué características tenía este blues inglés que se distinguía del blues hecho por negros?

N: Es como comparar una bulería hecha por un gitano a una hecha por un payo. Estará muy bien cantada pero hay algo que las distingue.

A.B.: Entonces lo que hicieron los ingleses fue lo que hicieron con el flamenco por ejemplo Lole y Manuel y otra gente que lo introdujeron: haciéndolo un poco más suave. Lo que hacían los ingleses era hacerlo más suave al oído.

N: Además, a lo mejor no te comprabas un disco de blues, pero te comprabas un disco de Led Zepellin y allí había blues.

A.B.: Estabas escuchando blues negro puro, pero no solo escuchándolo, sino que estaban con ellos; hacían giras con grupos negros.

N: Yo, por ejemplo, conocí antes a Led Zepellin y The Animals que a Muddy Waters.

¿Había motivos para sentirse blue en la España de los 70 o la música entró meramente como una moda?

A.B.: La trajo una serie de personas. En Sevilla los Smash y una gente que empezó a escuchar esta música, pero le daba el toque de los ingleses. En Sevilla profundizaron y hubo grupos que se metieron en el tema a tope. Con el tiempo he descubierto que el blues también está muy cercano al soul en cuanto a escalas.

En España se adoptó muy bien el estilo de los negros por parte de la Tonk y de Caledonia Blues Band.

N: Eso ocurría también en los Estados Unidos porque allí a los negros los escuchaban solo los negros. Yo creo que la explosión de blues a los blancos fue como un cante de ida y vuelta con Inglaterra. Gary Moore grabando con John Lee Hooker y ya incluso los blancos americanos empezaron a escuchar blues de negros.

Pasamos ahora a una de vuestras grandes marcas, el Festival de Blues. En 1988 organizáis un concierto en la Plaza de Toros que se acabaría trasformando en el Festival de Blues, vigente aún en la actualidad. ¿Cómo surgió el proyecto?

A.B.: Lo hicimos con la idea de potenciar el blues porque era una música que estaba muy cercana al rock ‘n roll, pero que tenía otros matices, por ejemplo, tenía descansos. Había también unos instrumentistas muy buenos. Nuestro objetivo era promocionar un festival que fuese singular porque en el 88 ya había muchos festivales de rock. También queríamos dar a conocer a Antequera y su patrimonio porque en aquel momento ya había un proyecto de patrimonio en la ciudad.

¿Cómo respondió la gente a esos primeros festivales?

N: En el primero éramos unas 300 personas como mucho.

A.B.: Lo cual era bastante para la época, pero también era un acontecimiento social en el que había gente que ni siquiera sabía lo que era el blues. Aun así, hubo una transmisión potente entre los músicos y el público. Incluso en el año 79 hicimos algo de blues, aunque no lo contabilizamos como tal; trajimos a los Dr. Feelgood, pero todavía no teníamos el concepto de blues en aquel tiempo.

La gente no sabía lo que iba a ver, pero desde el principio tuvimos claro que teníamos que traer a bandas buenas.

¿Qué grupos han gustado más al público estos años?

N: Uno de los que más impacto a la gente fue el primero año que vino Hook Herrera, que dejó impresionada a mucha gente, sobre todo a las mujeres. Era un indio navajo muy guapo. Ian Parker le gustó también mucho a la gente.

A.B.: Mediáticamente cuando trajimos a Raimundo Amador, que arrastra masas. En cualquier caso, nuestro objetivo siempre ha sido traer a músicos buenos sin importar su fama. Hemos traído gente como Jerry González, el director musical de la película de Calle 64.

Por otro lado, nosotros no somos unos talibanes del blues. Nosotros somos rockeros, más bien, y lo que nos interesa es traer buenos músicos; no nos importa de dónde viene cada artista. Hemos traído grupos de jazz y de rockabillly también.

N: De hecho, de lo que más me ha gustado del festival hay una banda que no tiene nada que ver con el blues: Soft Machine.

A.B.: En los años 70 Soft Machine fue la banda que movilizó la música progresiva de toda Inglaterra. Es de los pocos que yo me he sentado a ver un grupo. Hablar con ellos fue genial. Son gente que creó una escuela enorme. Sin embargo, a nivel personal eran muy complicados. De hecho, cuando vinieron aquí ni se hablaron entre ellos, pero luego se ponían a tocar y era extraordinario.

¿Cómo es el proceso para organizar un festival como este?

A.B.: La compañía nos ha ayudado mucho. Podemos decir que la compañía y el festival se han retroalimentado. De todas maneras, el trabajo gordo fue convencer a las autoridades, que son las que han financiado el festival de blues desde que empezó. Fue el trabajo menos agradable, pero que teníamos que hacerlo para que lo pudiese disfrutar todo el mundo. Igual que uno disfruta del alumbrado público y lo paga mediante impuestos, hay aspectos de la cultura que pensábamos que tenían que funcionar así. De hecho, en el Festival de Blues hay talibanes, gente que va porque le gusta la música y también gente que no sabe nada de blues pero que se sienta para ver lo que hay. De esa manera, contactamos con gente. Hubo momentos muy buenos en los que había bastante presupuesto y luego ha habido momentos peores, pero hemos tratado de mantener siempre a un festival que era como nuestro hijo. Con los cortos presupuestos actuales tratamos de mantener el prestigio a base de llamar a bandas que a los talibanes y a la gente del mundo del blues les pueda gustar. Este año, por ejemplo, hemos traído a Victor Puerta. No lo conocía mucha gente pero sabía que iba a ser algo potente.

¿Cómo habéis capeado el temporal de recortes en el presupuesto?

N: Reduciendo gastos por todos lados. Antes traíamos artistas más internacionales, ahora traemos más nacionales. Antonio es un encantador de serpientes y entre eso y que los músicos de blues españoles quieren venir a tocar a Antequera debido al prestigio que tiene el festival, logramos traer un buen cartel. Antonio les aprieta las tuercas para que se bajen los cachés. También se reducen gastos en iluminación. Antes poníamos aquello precioso con toda la fachada iluminada; ahora con que haya unos foquitos para que se vea, nos basta. En lo que nunca escatimamos es en la calidad de los grupos.

¿Quién se encarga de los carteles del festival de blues?

N: De los carteles se encarga Bárbara.

A.B.: La mayoría los has diseñado ella. Ha habido otras personas que han diseñado algunos como el de 2001 que lo diseñaron en Granada. Pero últimamente lo diseñamos todo aquí, que también es una forma de abaratar el coste.

Final de la parte I. Ir a la parte II

Autor: @danisoler
Fotografía: 
Pablo Ariza.