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¿Qué significa Mad Max: Fury Road? Me gusta empezar siempre con esta pregunta. Es un doble juego de palabras. Por un lado, «Mad Max» refiere tanto a Max, el protagonista, como a la «locura máxima» que vemos en la película. Por otro lado, «Fury Road» refiere tanto al personaje estrella de esta entrega, Imperator Furiosa, como a la furia que transmite la película. Así que el título ya nos dice más o menos lo que vamos a ver. ¿Ofrece realmente Fury Road una aventura loca y llena de furia? ¿Esta cuarta entrega está a la altura de la franquicia que dio origen a un subgénero y a un estilo? ¿Ha repercutido en la industria? ¿Nos ha aportado algo?
A esas cuatro cuestiones un servidor respondería con un rotundo “sí”. Pero el jefe me ha dicho que tengo que hablar un poco sobre esta obra maestra, así que encendamos los motores y pongámonos en marcha. What a lovely day!
Cuando Mad Max: Fury Road se estrenó en 2015 estaba muy acojonado. Me gusta tanto el mundo del cine que sufro cuando una película que espero con ilusión me termina decepcionando. Fui al estreno únicamente acompañado por mis nervios. Y bueno, tendría que empezar diciendo que no me estaba creyendo lo que estaba viendo. A menudo había soñado con este tipo de imágenes. Me encantan las películas alocadas que se toman enserio a sí mismas. Es muy difícil conseguir un buen resultado, conseguir que un conjunto de imágenes frenéticas formen una composición armónica entre el relato y la acción sin que la locura acabe convirtiendo a la cinta en un producto sin sentido propio de un lunático.
Pero el cineasta George Miller había vuelto porque aún tenía algo que decir. Un veterano, un hombre prácticamente desaparecido, que se dice que iba a dirigir una adaptación de La Liga de la Justicia. Dichosas las circunstancias que lo llevaron a no poder llevar adelante ese proyecto para traernos este regalo. Y dando una lección a mucha gente que creía, yo el primero, que esto era imposible. Cómo se puede contar tanto con tan poco, cómo se puede ser tan apasionado y colérico sin dejar de dar sentido a lo que estás filmando. Volvía el cine de especialistas, un cine cargado de riesgos y que requiere un grandísimo esfuerzo por parte de todo el equipo. El reparto llevado al límite, dándolo todo. Y qué color, qué técnica, que diseño de producción, qué banda sonora… ¡qué todo!
Por partes. Considero que la película no empieza exactamente en el primer minuto. No, eso sólo es un aperitivo, una presentación de ese nuevo mundo que imagina Miller en su mente. Porque recordemos que cada película de la saga Mad Max es diferente y ha puesto a Max en situaciones diversas, aunque todas esas situaciones siempre han estado llenas de peligros y tragedias. Y en este mundo existen sociedades jerarquizadas, creadas a través del legado que las religiones pasadas han dejado. La esclavitud regresa a las tierras del páramo desierto. Hay hombres que se aprovechan de los más débiles. Y la gasolina es motivo suficiente para librar una batalla en la carretera. ¿Quién podría acabar con esto? Aquel que vaga por el desierto en busca de lo mejor de sí mismo, el primer hombre historia.
El actor Hugh Keays-Byrne regresa a la franquicia para ser un nuevo villano, Immortan Joe. Este hombre ha logrado hacerse con el poder gracias a su influencia como mesías. Ha logrado quebrantar el espíritu de aquellos que anhelan un mundo mejor. Immortan Joe lo ofrece, lo promete, les dice que el Valhalla les espera. Ha unido los restos de la mitología nórdica con ese fanatismo hacia los vehículos, forjando nuevos rituales en los que su ejército llega incluso a sacrificarse, orgullosos de tener una muerte épica y grandiosa en la carretera. De hecho, no morir y fracasar es la mayor de las decepciones para el jerarca Immortan Joe. Y como buen líder y villano busca perpetuar su linaje, así que su solución es apoderarse de las mujeres más fértiles, bellas y sanas, las que puedan darle una mejor descendencia. Y además tiene el recurso más valioso, la aquacola, un nombre bastante irónico pues hace del agua un regalo para su pueblo pero también es el modo de tenerlos atrapados. Un poco de agua, muy de vez en cuando, pues “corren el peligro” de sentirse “adictos”.
Es entonces cuando una misión rutinaria para traer recursos se acaba convirtiendo en una carrera a muerte. Será este personaje que inicia la guerra llevándose las «posesiones» más preciadas del patriarca, Imperator Furiosa (Charlize Theron), quien dé el pistoletazo de salida, pues es quien nos dice que ahora ha empezado la película justo cuando avisa con el claxon de su camión. Es una forma muy sutil de romper la cuarta pared, pues Miller no sólo pone ese detalle a nivel narrativo para que los personajes sepan que el peligro ha llegado. También está ahí para que el espectador se prepare, para que ponga cómodo su culo sobre el asiento porque va a empezar algo épico y grande.
Y ahí está el pobre Max, que había sido capturado en los primeros minutos, usado como una “bolsa de sangre”, ya que su sangre es la valiosa al poder donar a cualquiera. Le han robado su coche, el Interceptor. Ni siquiera tiene su chaqueta. La clave de un personaje como Max Rockatansky (Tom Hardy) es que importa mucho e importa poco. Él simplemente pasaba por allí y se ha visto envuelto en esa situación. No tiene apego por nadie ni se siente obligado moralmente a prestar su ayuda. Sin embargo, Mad Max: Fury Road funciona como una “falsa secuela” en la que Max es un hombre atormentado por todos aquellos que ha dejado morir por el camino. No será hasta que se acerque el final cuando entienda las palabras de Imperator Furiosa, aquella que busca algo más valioso que la libertad: la redención.
Así que Mad Max: Fury Road es un conjunto de muchas cosas: política, religión, filosofía, mitología… todos los personajes de la película son imperfectos, desechos de un mundo acabado que ya ni siquiera recuerda cómo era ese viejo mundo en el que los líderes hablaron y hablaron sin aportar ninguna solución provocando un estallido que arrasó la tierra y los océanos. La nueva historia se escribe a través de un personaje como Max, el hombre que está ahí para echar una mano aunque no sea lo que quiera en un principio. Es un superviviente. Lucha por sobrevivir y se le da bien, mejor que a nadie. Es un guerrero de la carretera.
Pocas películas logran tener tanto sentido en sus elementos individuales como en su conjunto. Cada detalle está medido al milímetro. El hecho de que haya un personaje que use una guitarra durante una persecución podría calificarse como una “ida de olla” del director, pero encaja porque estas persecuciones son las batallas que se libran en este mundo. No se lucha a pie, se lucha a lomos de una criatura que tiene motor y ruedas. Y esta gente ha crecido con la influencia de los restos del pasado y les ha llegado el testigo de un mundo en el que los soldados eran llevados a la guerra a ritmo de tambores.
Mad Max: Fury Road es un gran regalo. El mejor presente que se le puede hacer a un amante del cine de acción. Considero que todo es perfecto, incluso esa sencillez en la que la trama se basa únicamente en ir del punto A al punto B y viceversa. Es sólo eso, pero hay mucho más que eso. Hay profundidad. Hay reflexión. Hay humanidad. Y me alegra haber sido testigo de esta película tres veces en el cine. No sé si algún día volverá Max con otra entrega. Tampoco sé si lo haría junto a Imperator Furiosa, personaje que para mí posiblemente ha sido el mayor descubrimiento cinematográfico en años.
Y sinceramente, creo que Mad Max: Fury Road es una película que puede contarse sin miedo a la gente. Porque más allá de todas las lecturas que podamos hacer como espectadores, lo que no se puede contar es el frenesí que se siente al ver esas enormérrimas persecuciones. Su influencia ha sido evidente desde su estreno. No en vano también fue, para mi sorpresa y asombro, una película elogiada por los académicos del cine. De nuevo, creo que todo es perfecto en esta cinta. No quitaría nada ni añadiría nada. Tampoco cambiaría absolutamente nada. Se merece simplemente un estruendoso aplauso.
Escrito por Javier Fernández López.
Twitter: @ZanderStrife