Le Bistrot: «En el Lebis por siete euros te emborrachas»

Realmente no recuerdo la primera vez que puse un pie en el pub Le Bistrot. Aunque, a decir verdad, hay muchos momentos que no recuerdo del Lebis, nombre que le damos la tribu de reventaos que acudimos asiduamente todos los fines de semana.

Mucha gente se asombra de que no nos cansemos de ir al mismo bar todos los findes, y es muy probable que su magia solo sea posible en el marco de la limitada oferta que tiene una localidad como Antequera. El secreto del Lebis radica en su espontaneidad y en su capacidad de mostrarnos, como un poliedro, decenas de facetas distintas cada vez que cruzamos sus puertas. Puede que esta sea la razón por la que se ha constituido en el punto de encuentro de las más diversas tribus urbanas de nuestra época: rastas, hipsters, punkies, raperos…El Lebis guarda un rinconcito para todo el mundo pues, como decía Proust, lo que une a las personas no es la identidad de pensamiento, sino la consanguinidad de espíritu.

Durante la última década, el Lebis ha representado la alternativa a lo que se supone que teníamos que ser los jóvenes según la radio y la televisión. Cómo un bar de estas características ha conseguido desbancar a otros pubs de tradición más ortodoxa no supone un gran enigma para quienes conocemos bien su ambiente. Quizá el Lebis simbolice la respuesta de Internet, la libertad de beber de las múltiples fuentes de cultura que manan del seno de nuestra sociedad.

Antequera le da la bienvenida al asfixiante calor de junio. Agustín y Natalia me reciben a puerta cerrada un miércoles, entre llamadas a proveedores y lecturas de las notas que dejan los embiragados clientes en el buzón de sugerencias. Agus se sirve una ginebra con limón, Natalia, ron Negrita con Monster. Las obligaciones de mitad de semana me recomiendan Dissarono. Nos sentamos en el tan ansiado sofá de la esquina.

¿Cómo era el Le Bistrot hasta que os pusisteis a su cargo?

Agustín: Yo recuerdo varias épocas. La primera vez que vine fue con Jean Luc y Marie, que eran los dueños franceses. Entonces era un pub diferente: tenía unas mesas bajitas y un enfoque más cultural. Había una exposición de un pintor francés. Desde el primer momento empezó a llegar gente más alternativa y poco a poco se fue incorporando el estilo musical. Luego hubo una época en la que se encargaron del pub Chino y Rodrigo, que tenía un rollo más punky. Después hubo una época de Cata, Fray y la Tita. Nosotros estuvimos desde la inauguración, que ya éramos parte de la familia. Fue una época muy fuerte y luego tuvieron ciertos vaivenes. La última etapa con Cata la recuerdo muy bien porque me gustaba mucho y venía siempre, pero Cata a veces tenía poca ganas de bar, cambió la situación, perdió a su socio, había llevado el bar durante un tiempo con la que fue su pareja y ya no estaban juntos y había momentos en los que directamente no le apetecía abrir.

Cuando lo cogimos, nos hizo mucha ilusión porque habíamos sido muy felices en todas las etapas en que vinimos aquí.

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Toda esta situación llevó a que el Lebis cerrara en 2011.

A: Sí. Fue un año en el que la crisis pegó bastante fuerte y los meses después de Navidad bajaban los ingresos. Yo muchas veces le había dicho «Me tienes que traspasar el bar. Un día lo cogeré» y una vez le pregunté «¿Tú qué crees que hace falta cambiar en el bar?» y él me respondió «A mí». Que te diga eso una amigo de forma tan sincera, te marca.

Finalmente, Ángel y tú volvisteis a abrir el local en octubre de ese mismo año. ¿Cómo era el ambiente de pubs en Antequera entonces?

A: Pues La Mandrágora había cerrado y el Manolo ya se había traspasado; había perdido su esencia de bar de rock y se había convertido más bien en un bar de tapas. Antequera estaba un poco huérfana de ese ambiente. De hecho, cuando el Cata cerró, esos dos fines de semana se pasó mogollón de gente a despedirse. Por una parte fue bonito, pero también triste, porque mucha gente que sentía el Lebis como su casa se sentía huérfana.

 Habéis conseguido convertiros en uno de los pubs más populares de Antequera. ¿A qué se debe este éxito?

A: Ángel y yo siempre hemos sido dos tíos de bares (risas), así que observábamos cosas en otros bares que no nos gustaban y que podíamos cambiar.

Natalia: Yo creo que mantener la personalidad del bar, que no ha cambiado desde sus inicios.

¿Podéis contarle a nuestro público lo que fue el Bar Manolo y si el Lebis lo ha sustituido como templo rockero antequerano?

A: Yo creo que el Bar Manolo tenía un público de muchos años y sería difícil acercarse a ese nivel. Ten en cuenta que allí iba gente de toda España y de distintas generaciones, así que llevará varios años alcanzar ese ambiente.

Desde el punto de vista cultural, es cierto que aquí se junta cierto grupo de personas que mantiene vivo un ambiente parecido al que había en el Bar Manolo.

Ángel se ha marchado este año y tú (Natalia) has recogido el testigo como socia de la empresa. Además, llevabas trabajando aquí desde 2014. Cuando venías como clienta, ¿cómo es el Lebis que recuerdas? ¿Te imaginabas que ibas a acabar trabajando aquí?

N: La primera vez que entré por la puerta, me pillé la borrachera más grande de mi vida. Creo que es algo que le pasa a todo el mundo la primera vez que viene. Tuve problemas con mis amigas porque yo venía con mi hermana o sola y no quería salir de aquí.

Nunca me imaginé que iba a acabar trabajando aquí. Yo estaba trabajando en un bar en el que no me sentía del todo a gusto, así que un día borracha le dije a Agustín: «Tú lo que tienes que hacer es contratarme». Me metió en la barra y me dijo «ponme una cerveza y un chupito de Jim Bean». Se lo puse y a las tres semanas me llamó Ángel para contratarme.

¿Y ahora que eres socia cuáles son tus expectativas?

N: Al principio sentí mucho miedo porque Ángel había sido una pieza importantísima del bar. Sin embargo, finde tras finde Agustín ha estado ayudándome y he ido aprendiendo todas las cosas que se necesitan para esto, que son muchas. Me siento muy ilusionada.

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Uno de los fundamentos de este éxito se debe a que aquí se dan cita gentes de las más diversas tribus urbanas. Alberto Alcalá me contaba el mes pasado que las generaciones de jóvenes actuales son más abiertas respecto a la música y quizá esta tendencia cristalice en vuestro pub. Agus, como viejo superviviente punkarra, ¿cómo recuerdas esa época hace unos 10 o 15 años cuando las tribus urbanas andaban siempre aisladas y a la gresca?

A: Nosotros tuvimos una época mala. Éramos una pandilla de veintitantos chavales y solo había tres chicas, así que ya sexualmente era chungo. Todas las chavalas que conocíamos eran de otras pandillas. Cuando íbamos por la calle nos gritaban los canis y nos gritaban los pijos, que además eran mayoría. Era una época en la que incluso la política nacional daba una sensación de que todo iba perfecto y que no estaba bien ser un poco diferente. Nosotros hemos llegado a estar en el Lebis y ha venido gente a pegarnos. Por suerte, teníamos cuatro amigos muy gordos y grandes (risas) que no dejaban pasar a nadie y si no llegan a estar esos cuatro ahora mismo no estaríamos aquí ninguno. Por ejemplo, Alberto estuvo una vez en una pelea muy grande en el Mapa; hubo una especie de guerra entre canis y pelúos, les tiraron botellas…así que fue una época chunga en el aspecto social. A medida que te haces mayor, te vas moviendo más, pero con 16 años era casi imposible salir por Antequera sin tener un conflicto de este tipo.

Si salías por ciertos lugares populares, a veces te negaban la entrada por cómo ibas vestido.

Afortunadamente, Antequera es ahora más heterogénea. Gracias a internet, todo el mundo conoce cosas distintas desde muy joven. Ahora cualquier cani sabe algo de otras cosas, cualquier heavy sabe algo de punky…eso hace que la gente busque su propia personalidad sin enfocarse exclusivamente en un estilo concreto.

¿Crees que hay más factores aparte de internet que hayan contribuido a ese cambio tan grande?

La crisis ha sido muy importante para todos los campos en los que se establece lo que tiene que ser normal. También si no tienes dinero te echas a lo único que es gratis: la cultura, determinados movimientos de arte urbano que se alejan de la cultura más preestablecida.

Hace poco nos llevamos un disgusto porque la policía os pidió por cuestiones legales que retiraseis la terraza que nos hacía las delicias con los cubitos de verano y las barriladas de la feria. ¿Volverá algún día?

A: En el anteproyecto de ley que presenta la Junta de Andalucía está establecido que las terrazas son independientes del tipo de negocio que tengas. Entonces abre una vía para que todos los tipos de bar puedan tener terraza, cosa muy lógica en Andalucía. Pero al ser un bar con música, según la Junta de Andalucía no puede servir sus consumiciones fuera del local. Durante todo este tiempo nosotros nos hemos amparado en unos juicios que hubo en el callejón, porque varios dueños de los locales son dueños de pisos de arriba y tienen negocios aquí. Se ganó un pleito de varios locales contra uno de los propietarios y el callejón, que es privado, tenía unas normas para terraza ganadas a través de un juicio. Nos hemos amparado en eso hasta que la ley autonómica se ha aplicado con más rigor y nos han comunicado que la terraza no se puede mantener.

Recientemente habéis considerado introducir un programa cultural para compensar la pérdida de la terraza. ¿Lo vais a poder desarrollar?

N: Hemos hablado de introducir actividades en verano, pero con el calor es difícil sacar a la gente de su casa por la tarde. Por ejemplo, tenemos la intención de poner una galería de arte de artistas locales, pero nos parece mejor idea que se lleve a cabo en invierno.

Por otro lado, tenemos muchas limitaciones porque hay una ley que dice que a no ser que seas una sala de conciertos o una discoteca, no puedes hacer actuaciones en directo, lo que te quita monólogos, conciertos, recitales, etc.

A: En un bar puede haber una persona bailando pero no para que la vean bailando encima de un escenario.

N: Es una pena porque en Madrid, por ejemplo, está permitido organizar actuaciones en bares, mientras que aquí no se puede. Es especialmente triste en un bar como este donde somos grandes apasionados de la música y en el momento que podemos estamos buscando coche para ir a ver un concierto a Cambayá.

A: A nosotros nos encantaría hacer cosas y que hubiese una ley que lo permitiera, pero en Andalucía, salvo que seas un municipio de singularidad turística, no te permiten este tipo de actuaciones. Antequera lo intentó pero por cuestiones de plazas hoteleras y ocupación, no puede acceder a eso. Es algo que te limita. Por ejemplo, yo cada vez que viajo busco lugares como el Lebis, que tengan conciertos. una oferta cultural amplia…

Parece ser que con la nueva ley se va a abrir un poco la mano. Si Andalucía quiere vivir del turismo, no tiene sentido restringir la oferta cultural de esta forma. Se cumplirán las normas que haga falta, pero nos gustaría tener una ley diferente.

Antes en Antequera había una especie de acuerdo con el ayuntamiento, el anterior y el actual, pero en otra zona de la ciudad se elevó una queja ante Defensor del Pueblo y se limitó porque si el Defensor del Pueblo andaluz le dice a la Policía Local que tiene que actuar, ellos no pueden hacer oídos sordos.

N: Es algo que viene desde hace tiempo. Yo cuando tenía unos 14 años iba a Torre del Mar y había un sitio de bares y todos tenían terraza porque eran pequeños; solo tenían el pasillo y la barra. Ahora pasas por allí y está completamente desierto. De esa manera se cargaron toda la costa.

Ahora se están recogiendo firmas para que se puedan permitir conciertos en bares porque hay mucho arte en Andalucía como para desperdiciarlo.

Nosotros, aparte de no cobrar por la entrada porque nos parece innecesario, hemos tenido a personas con más o menos caché y siempre se les ha pagado. También se le ha dado oportunidad a mucha gente local para que muestre sus trabajos. Por ejemplo, G-Röck, que dieron uno de los conciertos en los que mejor me lo pasé. Te da lástima que grupos como ellos anden siempre buscando locales para tocar y a veces pueda acabar costándoles el dinero.

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Me gustaría ahora preguntaros por la oferta de bebidas que tiene el bar.

N: Yo siempre digo que cuando conocí el Lebis ya estaba trabajando, pero tampoco cobraba como para salir a despilfarrar. Los precios de nuestro bar están hechos para que cualquier persona pueda venir a beber y salir de aquí a rastras (risas). Cuando yo empecé a salir, no me quedaba más remedio que comprar un botellón, que cuesta unos siete euros. Tú con siete euros aquí te puedes emborrachar.

Por otro lado, aquí no ponemos garrafón. Nos parece inmoral: eso es cargarte a la gente.

Por el Lebis han pasado numerosos artistas como Alberto Alcalá, Röxane’s House, G-Röck. ¿Algún concierto que recordéis especialmente?

A: Uno de los conciertos más bonitos fue el de Eric Fuentes. Estar empezando y tener a un artista grande a nivel nacional ya es bastante importante.

Como anecdótico, podría decirte el de los Oddballs. Lo primero que me preguntó Juanillo fue por el tema de la barra libre para las actuaciones y el resto del grupo me aconsejó que lo limitara en cierta forma. Yo les respondí: «Para mí es un orgullo porque nunca hemos llegado al punto de tener que limitarle la barra libre a un grupo». Ese hombre solo creo que llegó a tomarse una botella de Jack Daniels y botella y media de Jägermeister (risas).

N: Aparte de que traían su propia botella de Fireball.

A: Que casi toda se la bebió él, porque incluso el resto del grupo no tuvo Fireball cuando quiso. La última foto que tiene en el bar es gritando y de pie, así que me sorprendió con su capacidad de procesamiento de bebidas. Sintetiza muy bien a un tío que vive el rock ‘n roll.

N: Para mí, como ya he dicho, el de los G-Röck. Ver lo que es el rock ‘n roll en gente joven, la locura de que terminen el concierto y dejasen en el escenario objetos que valían un riñón y, sin embargo, estaban allí liándola con las copas.

Otro concierto fue el de Alberto Leal y Alvaro Ruiz, que son dos cantautores. Fue muy bonito porque ambientamos el pub con lucecitas, velitas y todos los que estuvimos aquí sentimos muchísima paz y amor por lo que estaba pasando.

¿Podéis contarnos alguna anécdota como clientes primero y luego detrás de la barra?

A: Como cliente, me gusta mucho una: estaba sentado en la barra y no paraba de darle por culo al Cata, así que, de espaldas, me tiró un hielo y, como sabía el sitio exacto de la barra donde me sentaba siempre, me pegó en un ojo (risas).

Teniendo el bar, una de las más chulas fue un chaval que tenía tal intoxicación de Jäger que acabó comiéndose su propio móvil, masticando y partiéndolo con sus propios dientes (risas).

N: Ya sabemos que el Jäger vuelve un poco loca a la gente.

Yo como clienta, recuerdo especialmente un finde del primer invierno que empecé a salir aquí. Conocí lo que era el Jägermeister. Acabé con gente que no conocía en la puerta, mi hermana me abandonó, llovió y nevó esa noche. Al día siguiente le pregunté a Jesús, nuestro antiguo portero, «¿Yo qué hice anoche?». Fue demasiado desfase.

A: Yo recuerdo que esa noche Ángel y yo tuvimos la maravillosa idea de irnos al coche a ver qué pasaba. Hubo un momento en el que subiendo la ligera cuesta que hay por la Casa Roja el coche no era capaz de andar hacia adelante; patinaba hacia atrás por mucho que acelerara.

N: Trabajando aquí, cada noche es una anécdota. Una noche se despelotaron en el cuarto de baño. Era una noche de agobio máximo y hubo un momento en que fui al almacén a por hielos y me encontré a tres tíos en calzoncillos pasándoselo teta.

A: Ha habido momentos en los que el cuarto de baño ha echado humo. Había horarios de alta intensidad sexual.

N: Lo más chungo que me he encontrado en el baño ha sido un test de embarazo que daba negativo. Afortunadamente no ha aparecido ninguna embarazada más tarde…

A: Sabemos que somos cómplices en más de un embarazo.

Al menos tenéis una máquina de condones en el baño…

N: Sí, pero muchos se quejan de que son muy pequeños. Tenemos unos clientes con la polla muy grande (risas).

Recientemente habéis puesto un buzón de sugerencias. ¿Cuáles son las mejores peticiones que habéis recibido hasta ahora?

A: Lo más bonito es que todas las semanas tenemos alguna sugerencia de «no cambiéis nunca», «gracias», «he regresaso desde el extranjero con más ganas que a mi casa».

N: También nos han dicho que dejemos una lista de reproducción hecha para cuando no estemos.

Nosotros cuando terminamos de trabajar hacemos una reunión de grupo, hablamos de lo que ha pasado durante la noche, de nuestras gilipolleces y es el momento en el que surgen las ideas. A Ángel se le ocurrió la idea del buzón en una de estas reuniones, se quedó la idea en el aire pero cuando me encargué del bar se me ocurrió rescatarla. Los miércoles estamos deseando terminar de limpiar y hacer los pedidos para leer las cosas que nos ponen en el buzón.

Para nosotros es muy importante el equipo, que las personas que trabajan con nosotros muestren su opinión. Sin ellos sería también difícil mantener el ritmo y el buen rollo que hay en el local.

¿Cómo veis la situación cultural en Antequera actualmente?

A: Yo creo que la situación actualmente es buena. Una cosa que para mí es muy grata es que muchas veces te sorprenden personas que cualquier noche te dicen «hostia, es que yo hago esto». Son gente que pinta, que hace música, que escribe pero no suben su trabajo a internet, sino que lo mantienen como algo personal, así que muchas veces hay más cultura de la que se imagina. El listón en Antequera no es bajo. Fíjate que tenemos a gente como Alberto Alcalá y los que vienen detrás están apretando.

N: Prácticamente lo mismo pienso yo. Cuando empecé a salir por este bar fue cuando empecé a conocer a gente más creativa. También quizá yo no me movía en un ambiente adecuado. Aquí mi socio esta mañana le echó la bronca a una amiga mía por escuchar reggaeton. Es cierto que aquí el que no pinta un cuadro, escribe poemas o toca la guitarra. Yo creo que todo el mundo tiene dentro algo que tiene que sacar.

Preguntan los reventaos

El Lebis se caracteriza por la cantidad de personajes que lo frecuentan. Le he pedido a la vieja guardia de vuestra clientela una pregunta para vosotros y esto es lo que hemos recibido:

¿Quién limpia las potas del baño? (Majo)

A: Todos menos Solís porque si no, cuando acabe, hay más pota que antes (risas).

N: Es un poco aprensivo con el vómito. Recuerdo una noche que vino un chaval de Granada por primera vez invitado por su compañero de piso. Se pilló tal pedo que se metió en la barra potando sin saber dónde quería ir hasta llegar al ordenador. Iba con la baba colgando y Solís se tuvo que ir.

Antes la limpiaba Ángel, que se echaba la típica foto con los guantes.

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Ángel regentó, junto a Agus, el Lebis desde 2011 a 2016. En esta imagen nos muestra la cara menos simpática de trabajar en un bar de copas.

¿Cuántas veces se os han declarado borrachos? (Dauson)

A: Está claro que Natalia y María son las reinas de las declaraciones, pero a los demás también se nos han declarado muchas personas y en muchos estados diferentes.

N: Casi siempre es en un estado lamentable: con un brazo apoyado en la barra y balbuceando «Estoy enamorado de ti».

A: A mí una vez me dieron 20 euros y un paquete de Camel y me dijeron, cogiéndome la mano, que si nos íbamos juntos.

¿Cuántas cobras habéis visto? (Sergio Chicón)

(Risas)

A: Miles y algunas muy artísticas…Pero también hemos visto cómo masturbaban a alguien en la barra.

N: He de decir que hay un punto en el bar que va del grifo a la neverita de Coca Cola que, no sabemos por qué, hace que las parejas se revolucionen al máximo. Te entran ganas de tirarles un condón en la cara y decirles «te presto el almacén». Es curioso porque la parte más oscura está en frente…

Debe de tener un toque mágico…

A: Que está el grifo cerca (risas).

¿Folláis más desde que tenéis el local? (Carlos Chorrimierda)

A: La verdad es que en la barra se liga más; lo que cada uno haga o deje de hacer…

N: Trabajar en una barra y más de un bar frecuentado más por hombres que por mujeres pues facilita la cosa (risas), así que sí.

Cuando veis a un cliente superciego, ¿le dais más alcohol para ver si pasa al siguiente nivel? (Nacho Cordón)

A: Sobre todo cuando recibimos un desafío de esa persona. Normalmente no lo hacemos. Pero es cierto que hay gente que cuando va ya muy borracha nos ha dicho: «Yo puedo con cualquier cosa».

N: La típica frase de «Ponme un chupito que me reviente».

También a la contra. Yo he visto a gente muy demacrada pidiendo chupitos y, para evitar limpiar una pota, en un despiste del tío se lo he llenado de agua o se lo he rebajado.

A: También hemos hecho de enfermeros. Tenemos preparado el kit de agua con azúcar y Kinder bueno.

¿Cuánto dinero habéis sacado gracias a Javi Rubio?

(Risas)

A: Quizá deberíamos preguntarle a su madre que es la que tiene un contador semanal de lo que recibe, pero posiblemente un 60% acabará aquí (risas).

N: Yo siempre lo he dicho. Para mí Javi Rubio y Majo son una pareja de borrachos tan excepcional. El otro día no podía parar de reír. Eran las tres y pico de la mañana y Majo iba muy doblada y la escucho con esa vocecita tan dulce gritar en medio del bar «Rock ‘n roooooooooll»

¿Y qué decir de Javi? Una persona que ha llegado a subir una mesa en la barra, que ha recibido tres o cuatro manguerazos míos…

¿Acabaréis poniendo tapas de ensaladilla? (Eusebio Cucu)

A: Los caminos están ahí y puede que se recorran en cualquier momento.

N: Lo que más nos han pedido aquí han sido tapas de calamares y aceitunas. Alguien apareció con un bote de aceitunas una noche y dijo «Copón con las avellanitas, que con la cerveza pegan aceitunas».

A: Pero sube también el nivel de las potas (risas). No es lo mismo recoger muesli que pizzas cuatro estaciones.

¿Cuál es el truco para que se líe tanto los juernes? (Frank Dove)

N: Agustín y yo coincidimos en que los jueves tienen una magia especial. La frase del jueves es «una cañita y me voy». Yo creo que la magia está en que hay menos gente, pero el ambiente es muy familiar.

A: Todos los que venimos al Lebis nos parecemos en que tenemos la intención de conquistar todos los bares a los que vamos, liarla con los chupitos y conocer a toda la gente que haya en el bar. Cada vez que Romario jugaba en casa tenía la presión de meter un gol. Aquí igual.

N: También el buen rollo del que hablábamos antes. El Lebis une a gente de todas las tribus urbanas. Si te chocas con alguien y le tiras el cubata, se lo pagas y ese ambiente es el que hace que estemos tan a gusto.

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*Todas las fotos son cortesía de Frank Dove y de la página de Facebook de Le Bistrot.

@danisoler