Con John Wick sobran las palabras

No hace mucho vi una película que me habían recomendado algunos familiares y amigos. Se trataba de John Wick: Otro día para matar, una cinta que, por lo que se decía, había conseguido muy rápidamente ese estatus de «película de culto». La vi en Semana Santa, unas fechas ideales para ver películas de este tipo. No voy a pararme a hablar sobre ella, porque creo que analizando la cinta que nos ocupa en este texto, su secuela John Wick: Pacto de sangre, uno puede hacerse a la idea de quién es John Wick y por qué se ha convertido en una referencia del cine de acción.

La cinta dirigida por Chad Stahelski, que repite de nuevo en la dirección, encuentra rápidamente la mejor forma de expresarse a través de un lenguaje que está entre el cómic y el videojuego, entre la ultraviolencia y el mejor humor negro. En términos audiovisuales se trata de un ejercicio perfecto, pero si hablamos de la acción y de las coreografías preparadas para la ocasión, estamos ante un evento titánico. Stahelski ha sabido leer correctamente las virtudes de la película original. No había que añadir ni cambiar nada, simplemente se trataba de ampliar lo que era bueno o incluso magnífico. Todo en John Wick: Pacto de sangre es más grande, más violento, más rápido, más divertido, más frenético.

En esta segunda entrega, John Wick se ve obligado a hacer un nuevo trabajo después de su retiro. Sin embargo, este trabajo lo acaba metiendo en un problema aún mayor. Estamos ante una secuela que recoge el testigo de la original, con un argumento simple, que no simplista, muy en la línea de otras películas como Mad Max: Furia en la carretera. Uno podría ver esta secuela y decir que se trata de una película de disparos, y no estaría equivocado, pero dentro de toda esa acción podemos encontrar más líneas que engrandecen la profundidad de la obra, mientras acabamos descubriendo en otros momentos más calmados algo sobre el trasfondo de los personajes.

Es una lástima que este tipo de películas no las tengan en cuenta los académicos. Afortunadamente, acaban encontrando el reconocimiento del público que sí sabe valorar estos trabajos. Lo de Keanu Reeves es fabuloso, sabe dosificar su personaje y hacerse uno con él. Ruby Rose, por otro lado, ha sido todo un descubrimiento. De nuevo, me apena que no se valore este tipo de actuaciones, de un carácter más físico y de expresión corporal.

No le pondría ningún punto negativo a la película, pues realmente no se lo encuentro. John Wick: Pacto de sangre es lo que es y es así como debe ser. Ojalá Stahelski y Reeves sigan trabajando junto. Sí quisiera destacar que se haya jugado con la mitología del personaje, con ciertos detalles comentados en la primera película, sobre todo con cierto objeto que solemos usar en la escuela, y la habilidad para provocar bastantes risas entre tanto disparo. Vuelve pronto, John Wick.

Este artículo fue publicado originalmente en akrox.com

Cuando nosotros éramos los refugiados: la “Desbandá”

Guerra civil. En un país de bandos, en un país dividido, mencionar este episodio es sumamente espinoso. Con el miedo como arma, nos han hecho creer que es lo más parecido a una llamada a los cuatro jinetes del apocalipsis. Aún en un país democrático, hijos, nietos y bisnietos de demócratas, de perdedores, convivimos con una visión que nos acusa de interesados[1], o nos niega conocer nuestra historia e identidad, y parte de quienes la protagonizaron[2].

¿Por qué empezar así mi artículo? Porque reconocer de dónde se parte es el primer paso para conocer nuestro objetivo. La finalidad de mi disertación no es otra que dar difusión a un hecho histórico, no una interpretación ideológica afín a mis intereses. Un suceso que ha estado oculto durante ochenta años, y solo en las últimas décadas ha comenzado a ser abordado por especialistas en la materia como Encarnación Barranquero o Lucía Prieto.

Vergüenza para el régimen democrático por la actuación de gran parte del gobierno local, que huyó sin organizar la evacuación —con grandes excepciones como el último alcalde republicano de la capital, don Eugenio Entrambasaguas Caracuel, quien fue asesinado con la toma golpista de la ciudad—[3], y un silencio sepulcral por parte del bando mal llamado nacional, ya fuere tras la toma de la ciudad, o tras el establecimiento del régimen franquista[4]. La «desbandá», desdeñada por todos, se estima que fue el mayor bombardeo contra población civil llevado a cabo durante el enfrentamiento; mayor incluso que Guernica, que acabaría convirtiéndose en símbolo de la lucha fatricida española.

Gran parte de la historiografía tradicional desecha, y desechaba, la importancia de este acontecimiento, ya que se nutre, cada vez menos, de testimonios orales[5]. Asimismo, Juan Madrid apunta que la «desbandá» pudo haber sido descalificada por la apariencia propagandística que le dio la República. Analizando en retrospectiva, el gobierno republicano, por el propio dinamismo del conflicto, así como por propio interés, ya que la pérdida de Málaga como puerto Mediterráneo de sus tropas, así como núcleo clave del movimiento obrero andaluz junto a Sevilla, era completamente desalentador, no usó propagandísticamente este suceso; todo lo contrario, rebajó el tono ante una de las mayores escenificaciones de barbarie habidas en el conflicto.

Tras más de siete meses de asedio, Málaga, el bastión más importante del Frente Popular en territorio andaluz[6], se encontraba totalmente cercada. El avance golpista tuvo un doble efecto: alarma de la población civil e incremento de la población de facto en la zona republicana, con la consecuente escasez de alimentos e incremento de la mortandad. En enero de 1937, se contabilizaban en la capital unos 50 mil refugiados, pero la caída de Marbella como punto estratégico y de gran importancia demográfica supuso que parte de su población y la de otros pueblos circundantes marcharan hacía la capital[7]. Se estima que la población refugiada que acogió la capital en febrero era aproximadamente de 90 mil personas[8].

Fue tal el flujo de refugiados a la ciudad que, pese a sus primeras reticencias con el fin de proteger el patrimonio histórico-cultural, el alcalde empleó la Catedral para acoger a cuantiosas familias.

Desde la zona tomada por el bando sublevado, un ejército regular liderado por el coronel Borbón, apoyado por fuerzas fasciosas y tropas norteafricanas, avanzaba sin descanso. Por el contrario, las fuerzas republicanas carecían de coordinación y planes definidos, como señala Nadal[9]. La ausencia de un mando único sería claramente perjudicial: la resistencia se enfrentó dividida en torno a sus ideologías de preferencia, además de carecer de formación militar mayoritariamente[10]. Ello sin duda, está relacionado con la fortísima adhesión militar que tuvo el bando sublevado por parte del ejército republicano malagueño[11].

Batalla de Málaga[12]

Pese a la importancia en este contexto de los movimientos militares, debido a las limitaciones del formato, me centraré en un aspecto más social, no sin antes señalar que los constantes desaciertos del coronel republicano Asencio en Andalucía, así como la importancia de las tropas africanistas como militares profesionales[13], y centro de la histeria colectiva, tuvieron gran importancia en el avance sublevado.

¿Por qué las tropas africanistas despertaban tal pavor en la población civil? Diversos testimonios de lo ocurrido narran que la llegada de nuevos refugiados nutría de información a la población de la capital. La brutalidad de este grupo en otras poblaciones, así como un latente racismo y xenofóbia donde el Otro aún no era asimilado con los sublevados nativos, sino con las tropas italianas, las tropas alemanas y del protectorado, provocaba que esa supuesta“distancia” cultural -cliché indisoluble de la imagen de español-cristiano/»moro»-musulmán-, hiciera temer un mayor barbarismo por parte de estas tropas.

El avance sublevado desde Algeciras y Ronda, así como desde Loja y Antequera en enero de 1937, creo una tenaza que difícilmente se podía eludir.

El 7 de febrero, como un día más en los meses anteriores, los estruendos de los bombardeos formaron parte del sonido ambiente en la madrugada de la capital[14]. Sin embargo, las tropas rebeldes estaban cada vez más próximas; la ocupación era una evidencia[15]. Testigos presenciales de lo ocurrido narran la histeria que se adueñó de la población, comparando el flujo de gente por las calles con la asistencia a la Semana Santa.

La población oriunda de la capital fue la que más se demoró en su partida. Mientras, los refugiados de otras poblaciones, quienes ya lo habían perdido todo, no duraron en marchar en busca de seguridad. Familias, niños y ancianos, comenzaron el éxodo hacia la zona republicana de Motril, desde donde se organizaban distintos métodos para salir de la zona de fuego. Mientras, la población que podía resistir quedó en la ciudad a la espera de las armas prometidas por el gobierno central, preparándose para una resistencia numantina[16].

Las columnas de refugiados por la carretera Málaga-Almeria fue una de las imágenes más evocadoras que distintos fotógrafos lograron capturar de la marcha. Desde el aire, con la participación de una escuadrilla de la Legión Cóndor alemana y fuerzas italianas, ambas fuerzas fascistas dominaron el cielo y el camino. Juan Madrid apuntó que el mal tiempo pudo evitar una mayor intervención germana en el genocidio. Entretanto, desde el mar, a poco más de quinientos metros según los testigos, las fuerzas sublevadas armaron la ofensiva con los cañoneros «Canarias», «Baleares» y, «Almirante Cervera»[17], quienes dispararían contra grupos de personas o contra las montañas, con el fin de que las rocas se desplomaran contra la columna de refugiados[18]. Los numerosos intentos de la flota republicana para atacar a los cañoneros no darían resultado[19].

En las últimas décadas diversos historiadores han conseguido recopilar los testimonios de más de 200 víctimas de la masacre. Las cifras, aún no definitivas, son lapidarias. Nunca sabremos con exactitud la dimensión del crimen, ya que muchas familias al completo perecieron en este viaje, no habiendo ningún superviviente que registrara lo sucedido. Más de 130.000 personas marcharon por la carretera Málaga-Almería, 150.000 según las estimaciones del The New York Time; entre 3.000-5.000, desde los análisis más conservadores, y 8.000 personas, fueron asesinadas por las fuerzas golpistas y el apoyo fascioso[20].

Entre esta estela de terror y muerte no podemos menos que señalar figuras como Norman Bethune, cirujano comunista canadiense que se incorporó a las Brigadas Internacionales el 3 de noviembre de 1936[21]. Bethune, quien había creado una unidad móvil de transfusión de sangre, fue un testigo de excepción del conflicto, así como un interlocutor con la prensa internacional. Con su unidad móvil, consiguió recoger a los heridos más graves para trasladarlos a zona republicana.

Ochenta años más tarde, los supervivientes de dicha barbarie siguen esperando el reconocimiento que merecen. Su lucha no acabó en la carretera, y cada negativa, cada revés a la Memoria, sigue erosionando nuestra identidad e historia.

Notas

[1] Cadena Ser, (2013), “Rafael Hernando: «Algunos se han acordado de su padre cuando había subvenciones para encontrarlo»”.

[2] Infolibre, (2017), “El PP vuelve a negar el presupuesto a la Ley de Memoria Historica”.

[3] La Opinión de Málaga, (2016), “El último alcalde republicano lleva diez años a la espera de una calle en Málaga”.

[4] Canal Sur, (2016), “La Memoria. La desbandá”. Enlace

[5] Asociación “La Volaera”, (2015), “Conferencia de Juan Madrid sobre su documental “Málaga 1937. La carretera de la Muerte””. Enlace

[6] Nadal, Antonio, (1983), “Acontecimientos militares en Málaga (julio del ’36 a febrero del ’37)”, Baetica: Estudios de Arte, Geografía e Historia, p. 388.

[7] RTVE, (2006), “La Memoria recobrada. La carretera de la muerte”, película documental de Juan Madrid emitida el 8 de agosto de 2006. Enlace . Barranquero Texeira, Encarnación (2006), “Mujeres malagueñas en la represión franquista a través de las fuentes escritas y orales”, HAOL.

[8] Asociación “La Volaera”, (2015), “Conferencia de Juan Madrid sobre su documental “Málaga 1937. La carretera de la Muerte””. Enlace

[9] Nadal, Antonio, (1983), “Acontecimientos militares en Málaga (julio del ’36 a febrero del ’37)”, Baetica: Estudios de Arte, Geografía e Historia, p. 388.

[10] RTVE, (2006), “La Memoria recobrada. La carretera de la muerte”, película documental de Juan Madrid emitida el 8 de agosto de 2006. Enlace

[11] Nadal, Antonio, (1983), “Acontecimientos militares en Málaga (julio del ’36 a febrero del ’37)”, Baetica: Estudios de Arte, Geografía e Historia, p. 390

[12] Imagen tomada de Wikipedia.org. De Tyk – Trabajo propio, CC BY-SA 3.0, Enlace

[13] Nadal, Antonio, (1983), “Acontecimientos militares en Málaga (julio del ’36 a febrero del ’37)”, Baetica: Estudios de Arte, Geografía e Historia, pp. 389 y 390. Bárbulo, Tomás(2008), «Los moros de la cruzada de Franco», el País.com. Disponible en: https://elpais.com/diario/2008/03/01/babelia/1204329979_850215.html

[14] Diario Sur, (2017), “La voz de la desbandá: los supervivientes de la Carretera Málaga-Almería”.

[15] y [16] Canal Sur, (2005), “La desbandá de Málaga en 1937”. Programa “Los Reporteros”. Emitido el 18 de noviembre de 2005. Enlace

[17] El Liberal, (1937), Domingo 7 de ferero de 1937. Año LIX. Madrid. Nº 20.163

[18] Diario Sur, (2017), “La voz de la desbandá: los supervivientes de la Carretera Málaga-Almería”.

[19] El Liberal, (1937). Domingo 7 de febrero. Año LIX. Madrid. Nª 20,163

[20] Canal Sur, (2005), “La desbandá de Málaga en 1937”. Programa “Los Reporteros”. Emitido el 18 de noviembre de 2005. Enlace

[21] Diario Sur, (2017), “Norman Bethune, el médico canadiense que plasmó el horror de la Carretera de Málaga.Almería”.

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